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Para darnos vida

En este mensaje sobre Lucas 4:16–30, el Dr. Bart Box se adentra en la razón fundamental por la cual Jesús descendió a la Tierra: para traernos vida y liberar a los cautivos. ¿Por qué es tan significativo que Dios haya venido a vivir entre nosotros? ¿Cómo se ve esta vida que Él nos ha traído? El Dr. Box describe las maravillas que podemos contemplar, los peligros que debemos evitar para obtener una vida plena y la esperanza que podemos abrazar para todo lo que está por venir. Mientras nos regocijamos en el evangelio de Cristo, debemos aprender a entender y celebrar las buenas noticias en toda su verdadera gloria.

  1. Maravillas a contemplar
  2. Peligros a evitar
  3. Una esperanza que abrazar

Si tiene una Biblia, y espero que tenga una, le invito a abrirla conmigo en 1ra de Juan 3. 1ra de Juan 3:8 dice: “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo”, y hacia allí va nuestro enfoque. Con el sermón anterior, Bart nos dio una introducción al mirar seis textos diferentes que nos van a elevar hasta y durante la Navidad, donde la Escritura dice específicamente: “es por esto que vino Jesús”. Seis textos en los que no pensaríamos normalmente durante la Navidad, este es uno de ellos.

Destrucción de Navidad…

Quiero mostrarles que hasta que nos demos cuenta de que hay algo en nosotros, algo en el mundo que necesita ser destruido, hasta entonces no comprenderemos el significado de la Navidad Y por eso quiero hablarles sobre la destrucción de Navidad.

Vamos a ver esa frase -y usted puede subrayarla en su Biblia-, aparece en la segunda mitad del 3:8, en 1ra de Juan “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito”, esta es la razón. Entonces, ¿por qué existe la Navidad? Él apareció para destruir las obras del maligno. Y quiero que tomemos ese verso y lo miremos, y a los versículos que los rodean en su contexto.

Y vamos a leer, comenzando en 1ra de Juan 2:28, hasta llegar a 3:10, así que comenzaremos en ese versículo y avanzaremos desde allí para llegar al 3:10. Quiero que nos expandamos un poco, luego vamos a terminar al comienzo mismo de este pasaje, justo aquí, y espero que logremos visualizar algo de lo que significa que Jesús viniera para destruir las obras del diablo.

Por tanto, comencemos en 1ra de Juan 2:28, Juan escribe:

Y ahora, hijos, permaneced en El, para que cuando se manifieste, tengamos confianza y no nos apartemos de El avergonzados en su venida. Si sabéis que Él es justo, sabéis también que todo el que hace justicia es nacido de Él.

Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él. Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como Él es. Y todo el que tiene esta esperanza puesta en El, se purifica, así como Él es puro.

Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley. Y vosotros sabéis que El se manifestó a fin de quitar los pecados, y en El no hay pecado. Todo el que permanece en El, no peca; todo el que peca, ni le ha visto ni le ha conocido.

Hijos míos, que nadie os engañe; el que practica la justicia es justo, así como Él es justo El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo. Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquel que no ama a su hermano.

Dios, oramos para que nos ayudes a comprender qué necesita ser destruido en nosotros y en este mundo. Oramos para que nos ayudes a comprender por qué vino Cristo, y en el proceso, que nos ayudes a comprender qué significa para nuestras vidas. En el nombre de Jesús, oramos. Amén.

Un poco de contexto. Estamos saltando justo al medio de 1ra de Juan, sin mucho contexto, y necesitamos darnos cuenta de que Juan está escribiendo este libro, esta carta, para lidiar con algunos falsos maestros quienes están haciendo diferentes afirmaciones. Dos afirmaciones principales: los falsos maestros declaraban que Jesús en realidad nunca vino en carne, que no tenía un cuerpo físico. Negaban la humanidad de Jesús, diciendo que nunca vino en la carne. Y luego, segunda, en un sentido más práctico, decían que incluso si usted creía en Cristo, eso no necesariamente cambiaba el modo en que usted vive en la carne. En realidad eso no afectaba su vida en un sentido práctico.

Y por eso Juan está enfocándose en esas dos declaraciones aquí. En toda la carta se le ve hablando sobre quién es Cristo, y se le ve hablando de cómo Cristo cambia radicalmente nuestras vidas. Él usa argumentos cíclicos. Regresa siempre a algunas de las mismas afirmaciones, una y otra y otra vez. Incluso en este pasaje.

Quiero que comencemos enfocándonos en los versículos 4-10. Aquí, Juan desarrolla un argumento, de hecho, lo desarrolla dos veces. Lo desarrolla en los versículos 4-7, y luego comienza de nuevo en el versículo 8, y lo repite de nuevo, solo que con palabras diferentes. Quiero mostrarles cómo se desarrolla el argumento alrededor de la realidad del pecado, de la razón de por qué vino Cristo, y del resultado para la Navidad. En otras palabras, qué significa esto para nuestras vidas.

La Realidad del Pecado…

Por tanto, comenzaremos con la realidad del pecado. Juan está mostrando que el alcance del pecado es universal. Versículo 4: “Todo el que practica el pecado” (1ra de Juan 3:4), todo. Esta es una de las seis diferentes veces, solo en este pasaje, en que Juan se refiere a cada persona o a toda persona, y su intención es mostrarnos la universalidad del pecado. Ese pecado ha permeado todo en nuestras vidas. Ese pecado nos ha afectado a cada uno de nosotros. A cada uno de nosotros, desde el más joven hasta el más anciano. Cada persona, durante la historia de la humanidad, ha sido afectada por el pecado. El alcance del pecado es universal.

Ahora, para que comprendamos la gravedad de esta declaración, necesitamos ver cómo define Juan el pecado. La naturaleza del pecado es la infracción de la ley. “Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley” (1ra de Juan 3:4). Ahora, este no es un término que necesariamente usamos muy comúnmente hoy.

Por tanto, ¿qué significa que el pecado sea infracción de la ley? Y básicamente, en su definición del pecado, Juan está diciéndonos que el pecado es la violación directa de la ley de Dios. Es mirar, usted debe sentirlo así, el pecado es mirar al rostro de Dios y decir: “Tu ley no se aplica a mí. Yo vivo según mis leyes y mis ideas y mis caminos. Yo estoy fuera -o incluso por encima- de Tu ley, y no me someto a ella”. Esto es lo que ocurre cada vez que pecamos. Estamos practicando la infracción de la ley, la rebelión, la violación desafiante de la ley de Dios.

Y Juan dijo que el pecado tiene su origen en el diablo mismo. Versículo 8: “El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio” (1ra de Juan 3:4). Y esta es una referencia a lo que ocurrió antes en el Jardín del Edén, cuando el pecado se originó con la rebelión del maligno contra Dios. Y esto nos lleva a la escena en el jardín del Edén.

Esto es de lo que habló Jesús en el Evangelio de Juan. En Juan 8, no tenemos tiempo para ir allí, pero en Juan 8:44, Jesús está hablando a algunos maestros de la ley, quienes hablaban de cómo su padre era Abraham. Y Jesús los mira y dice: “Sois de vuestro padre el diablo y queréis hacer los deseos de vuestro padre. Él fue un homicida desde el principio [dice Jesús], y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira [dice Jesús], habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira” (Juan 8:44).

El pecado se origina en el maligno, y Juan está diciendo: “no lo olvide”. Esto es grande. Juan está enfatizando que cada vez que pecamos, seguimos al diablo. Cada vez que pecamos, elegimos rebelarnos contra la ley de Dios. Esa es la esencia de lo que se originó con el diablo, y es lo que él tienta a las personas a hacer en todas las páginas de las Escrituras, y en nuestras vidas.

Así que esta es la imagen: el alcance del pecado es universal. Nos afecta a todos. Somos culpables de infringir la ley. Todos hemos mirado el rostro de nuestro Creador y hemos dicho: “Tu ley no se aplica a mí”. Y el origen de todo eso es el diablo mismo, y en eso le seguimos a él. Y Juan dice que es por eso que vino Cristo, para destruir su obra.

La razón por la cual vino Cristo…

Según Juan, Jesús vino por dos razones. Primero, la esencia de Cristo. Su esencia: Él es sin-pecado. Ahora Juan desarrolla este pensamiento por todo este pasaje. En 2:29 dice que Jesús es el justo – “Él es justo”. En 3:3 dice: “Él es puro”, y entonces, en 3:5, dice: “…en Él no hay pecado”. Juan no solo está diciendo: “Bien, Él nunca pecó, o nunca cometió un pecado”. Juan está diciendo que en Su misma esencia, en Su misma naturaleza, absolutamente ningún pecado hay. Él es totalmente sin-pecado. En Su misma naturaleza Él aborrece el pecado. Él odia el pecado. Nada tiene que ver con el pecado. Él es justo, puro, totalmente sin pecado. Y Su misión, cuando vino a la tierra, era destruir al pecado. Destruirlo.

Este es el versículo – segunda mitad del versículo 8: “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito” (1ra de Juan 3:8). ¿Por qué vino Jesús? ¿Por qué la Navidad? “para destruir las obras del diablo” (1ra de Juan 3:8). ¿Cuál es la obra del diablo? El pecado. Jesús vino para destruir la infracción que se originó con el diablo, y que nos ha afectado a cada uno de nosotros. ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo destruyó Jesús las obras del diablo? Regrese al comienzo de 1ra de Juan 2:1-2. En 1ra de Juan 2:1, al final, Juan dice: “Jesucristo el justo”. Ahora comprenda esto: el justo. Aquel en quien no había pecado. Aquel en cuya esencia nada tiene que ver con el pecado. El justo “es la propiciación por nuestros pecados” (1ra de Juan 2:2) El justo – el Hijo infinitamente santo de Dios- tomó sobre Sí la culpa de nuestro pecado. No lo hizo solo por nuestro pecado, “sino también por los del mundo entero” (1ra de Juan 2:2). Tomó sobre Sí nuestra culpa por nuestros pecados.

Esto es realmente, realmente, realmente, una buena noticia. Ese es el evangelio que Juan nos está mostrando. Que Él vino a destruir el pecado al tomar el pago de nuestro pecado y de nuestra culpa y de la vergüenza por nuestro pecado, para que no tuviéramos que llevar la ira de Dios debido a nuestro pecado. Ese es el evangelio. Juan está diciendo: “He aquí el evangelio. Ahora vea como esto afecta su vida”.

El resultado para los cristianos…

Y este es el resultado para los cristianos, y Juan lo dice dos veces. Regrese a 1ra de Juan 3, vea el versículo 6 y luego el versículo 9. Dice básicamente lo mismo en dos versículos diferentes. En el versículo 6, Juan dice: “Todo el que permanece en El [en Cristo], no peca; todo el que peca, ni le ha visto ni le ha conocido” (1ra de Juan 3:6). Vaya al versículo 9: “Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1ra de Juan 3:9).

Esto es lo que Juan dice aquí. Primero, nuestra fe en Cristo hace que sea inconcebible el pecado persistente. Nuestra fe en Cristo -en el Justo, en el Santo, en el Puro- hace que sea inconcebible el pecado persistente. Ahora, quiero aclarar aquí un posible malentendido, desde el comienzo. Cuando usted lee este pasaje, el texto habla de que”Todo el que permanece en El, no peca […] Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado” (1ra de Juan 3:6, 9). Quizás usted piense: “Bien, ¿significa que un cristiano nunca puede pecar?”

Y esto es como una parte confusa en todo el libro de 1ra de Juan, porque existen lugares en todo este libro donde Juan habla de cómo pecamos y batallamos con el pecado y confesamos el pecado. Pero entonces, en otros lugares, habla de cómo es que los cristianos no pecan. Entonces, ¿qué significa esto? Quiero que veamos que Juan no está diciendo que un cristiano nunca pecará, ni una vez. De hecho, cuando usted mira en el versículo 6, dice: “Todo el que permanece en él, no practica el pecado” (1ra de Juan 3:6, NVI), no practica el pecado. En el versículo 9, aparece el mismo juego de palabras: “Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado” (1ra de Juan 3:9). No puede practicar continuamente el pecado. Estas palabras son traducidas así porque aquí aparece un verbo en el tiempo presente, que habla de un caminar activo, continuo, persistente en el pecado.

Juan está diciendo que cuando usted cree en Cristo

Juan está diciendo que cuando usted cree en Cristo, el Justo, quien vino a quitar el pecado -versículo 5-, para destruir el pecado -versículo 8-, cuando usted cree en ese Cristo, no tendrá sentido alguno que siga viviendo su vida en pecado, caminando en el pecado; viviendo en el pecado. Ningún sentido tiene. Ello sería inconcebible. De ninguna forma tendría sentido.

Él no dice que un cristiano jamás caerá en pecado. Sino que cuando un cristiano cae en pecado, no permanece allí ni vive allí. Siente convicción, y confiesa su pecado, y pelea contra su pecado, y huye de ese pecado. Y la próxima vez que es tentado hacia ese pecado, está más vigilante, porque odia ese pecado, porque su vida está unida con Cristo, el Justo. Para él no tendría sentido continuar en pecado.

Oro para que Dios nos dé ese tipo de perspectiva del pecado en la iglesia de hoy. ¡Somos tan informales y descuidados y ligeros, y somos tan buenos minimizando y justificando al pecado! Y necesitamos una perspectiva del pecado que lo vea como algo impensable. “¿Por qué haría yo algo así cuando creo en Cristo?” No importa cuán pequeño pueda parecer, nuestra fe en Cristo hace que el pecado persistente sea inconcebible. ¿Quiere vivir así? ¿Una vida donde el pecado sea algo tan raro e impensable para usted que el solo pensamiento del pecado le hace huir de él? ¿Quiere vivir así?

Y Juan lo lleva a otro nivel en el versículo 9. Nuestra fe en Cristo no solo hace que el pecado persistente sea inconcebible, sino que nuestro nuevo nacimiento en Cristo, hace que el pecado persistente sea imposible. Ahora, siga esta idea en el versículo 9. En el versículo 9, Juan habla tres veces diferentes sobre el nuevo nacimiento. “Ninguno que es [primera vez] nacido de Dios practica el pecado, porque [segunda vez] la simiente de Dios [1ra de Juan 3:9, esa es una imagen de la reproducción de Dios, poniendo Su vida dentro de nosotros… la simiente de Dios] permanece en él”. Luego mire esta frase: “[…] y no puede [así que él dice que es imposible] no puede pecar” (1ra de Juan 3:9). ¿Por qué? “porque [tercera vez] es nacido de Dios” (1ra de Juan 3:9). Y la idea es que una vez que usted ha nacido de Dios, y Dios pone en usted Su simiente, Su vida, Su Palabra, Su Espíritu, entonces es imposible que continúe en pecado.

¿Vemos cuan contraproducente es esto?

¿Vemos cuan contraproducente es esto? ¿Cuánto se opone este argumento a la idea extendida que tenemos sobre el cristianismo en nuestros días? La idea misma de que alguien pueda ser salvo de sus pecados, pero aun así vivir simplemente como vive el resto del mundo, continuando en pecado, es absurda en las Escrituras. Y sin embargo, está en el cristianismo actual. Y la realidad que Juan está enseñando, la realidad que enseñan las Escrituras, es que no importa qué oración haga usted, o qué camino eligió usted o decisión tomó (sea lo sea que estuviera involucrado en esa decisión), si usted continúa en pecado, y caminando en pecado, y viviendo en pecado persistente, entonces usted no ha nacido de nuevo. No ha nacido de nuevo.

Algunos de ustedes están pensando: “¿Qué quieres decir?” Bien, eso es lo que dice la Biblia. Segunda mitad del versículo 6: “todo el que peca, ni le ha visto ni le ha conocido” (1ra de Juan 3:6). En otras palabras, si usted continúa caminando en pecado, entonces claramente, no conoce a Cristo. No le ha visto, y no le conoce. Ahora, la gran pregunta, entonces, es: bien, ¿qué clasifica como pecado continuo? Y Juan no nos da esa respuesta específica, pero sí dice esto: que ser nacido de nuevo es mucho más que tener una boleta para salir de la fila que va hacia el infierno y ponerse en la fila que va hacia el cielo.

Eso no es lo que significa haber nacido de nuevo. Haber nacido de nuevo es haber recibido una nueva vida. Antes usted estaba muerto en el pecado, y ahora tiene vida. Y por tanto, vive con la semilla de Dios, con el Espíritu de Dios, con la vida de Dios morando en usted, para que desee lo que Él desea, y quiera lo que Él quiere, y piense lo que Él piensa, y viva como Él vive. Y la vida de Dios está expresándose ahora desde usted, y es evidente. Nadie que es nacido de Dios puede continuar siendo el mismo. Todo el que es nacido de Dios está proyectando, en su persona, la vida justa de Cristo.

Es imposible -absolutamente imposible- que usted nazca de nuevo y continúe pecando. Por tanto, ¿cuál es la intención de este pasaje? La intención es obligarnos a hacernos la pregunta, Juan desea que en 1ra de Juan 3 nos preguntemos: “¿He nacido de Dios?” ¿Ha nacido usted de nuevo? No hay una pregunta más importante que esta. ¿Ha nacido usted de nuevo?

No es si ha estado haciendo un ejercicio religioso. No es si ha actuado así. Es: ¿Ha abierto usted sus ojos a la terrible fealdad de su pecado, y ha abierto sus ojos al regalo infinitamente precioso de Cristo sobre la cruz? ¿Dónde ha caído usted ante un Dios santo y clamado para que le salvara de su pecado, y ha dicho: “Tu autoridad reina sobre mí, y yo me rindo y someto a Ti? Ya no habrá más infracción de la ley. Me abandono a tu autoridad. Tú eres mi Señor y mi Rey”. ¿Ha nacido usted de nuevo?

¿Están vivos en usted los deseos de Dios, de modo que esté expresando la justicia de Dios? Si no puede decir “sí” a esa pregunta, entonces la intención de 1ra de Juan 3 es hacerle clamar por la vida. La intención no es que usted diga: “Bien, ¿qué necesito hacer?” Sino que diga: “Nada puedo hacer, Necesito que me des vida”. Usted está muerto en el pecado. Solo Él puede darle vida. Y por Su gracia y misericordia soberana, Él le ha traído a este lugar y momento, donde le está llamando a Sí. Y la intención de 1ra de Juan 3 es llamarle a nacer de nuevo.

Y luego, para quienes han nacido de nuevo, quienes dicen: “Sí, he nacido de nuevo”, la intención de 1ra de Juan 3 es hacerles mirar a cualquier pecado en su vida, no importa cuan pequeño o grande, durante la última semana, mes, o más en su vida. Verlo, y odiarlo. Y decir: “¡No! Esto no encaja con la justicia de Cristo. Nada quiero tener que ver con ese pecado”. Es algo inconcebible para usted. Es imposible que usted, con el corazón de Cristo y los deseos de Cristo, pueda continuar con esa actitud.

Y por tanto, eso confiesa a Cristo, y le pide gracia para expresar Su vida en usted. Es por eso que esta semana, queremos que 1ra de Juan 3 nos haga mirar a cada momento en que somos tentados por el pecado, y pensemos: “¡No! Nunca haré algo así. Mi vida está en Cristo; ¿por qué haría algo así? Mi vida está sometida a la autoridad de Dios. ¿Por qué me rebelaría contra la autoridad de Dios?” Esto es lo que Juan ha explicado aquí. Hace 2000 años, Jesús vino para destruir las obras del diablo. Por tanto, ¿por qué es que los que creen en Él, quienes han nacido de Él, continuarían en las obras del diablo? Es algo impensable e imposible.

Anticipación de Navidad…

¡Jesús no ha terminado de venir!

Ahora, no pase esto por alto. Es por eso que no vamos a detenernos aquí. Ahora quiero que regresemos al comienzo de este pasaje, y no solo veamos la destrucción de la Navidad, sino la anticipación de la Navidad. Y esta es la realidad que quiero recordarnos sobre la navidad.

Hermanos y hermanas, hace 2000 años, Jesús vino para destruir las obras del diablo. Pero damas y caballeros, Jesús no ha terminado de venir. Él no ha terminado de venir. Vaya al comienzo de este pasaje y descubra a Juan hablando como si Jesús estuviera todavía por venir. Vea el versículo 28: “permaneced en El, para que cuando se manifieste, tengamos confianza”, cuando Él se manifieste (1ra de Juan 2:28). Él no está mirando hacia el pasado, sino hacia el futuro. Vaya al versículo 3:2: “Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es” (1ra de Juan 3:2). La palabra “manifieste” aquí, hace referencia a -tome nota- la venida del rey, gobernador, u oficial, con esplendor, dignidad, y respeto.

Sí. Sí. Vino una vez, hace 2000 años, como bebé. Pero regresará como Rey. Vino absolutamente como bebé para destruir las obras del diablo, pero regresará, en el futuro, como un Rey que ha destruido absolutamente las obras del diablo. Él no ha terminado de venir.

Cuando regrese…

Mire lo que dice Juan aquí. Dice que cuando regrese, esta es la idea: le veremos. La palabra “cuando Él se manifieste”, enfatiza la segunda venida de Cristo real, física, visible. ¡Solo piénselo! Se acerca el día en que estaremos ocupándonos de nuestros asuntos en este mundo y, repentinamente, instantáneamente, de la nada, en un instante, le veremos en toda Su gloria. Le veremos como Él es. Anhélelo.

Anhélelo más de lo que anhela un campeonato nacional, o búsquelo más que eso y, si está comprometido, espérelo más de lo que espera su boda. Deséelo más de lo que desea su graduación, o su próxima promoción, o sus próximas vacaciones, o su próximo logro, o el próximo lo que sea que obtendrá de este mundo. Espere con ansias el hecho de que un día veremos a Jesús en toda Su gloria. Le veremos.

Y note esto, cuando le veamos, seremos como Él. ¡Ah! “Pero sabemos [versículo 2] que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es” (1ra de Juan 3:2). No estoy inventando estas cosas. Seremos como Él.

Ahora, obviamente no seremos como Él en el sentido de que Cristo es Dios, de que seremos Dios. No. La idea es que vamos a reinar con Cristo, seremos co-herederos con Cristo. De esto ha estado hablando la historia redentora desde el principio. Esa es la intención. Romanos 8:28 – Dios hace que todas las cosas cooperen para bien de quienes le aman, quienes han sido llamados según Su propósito.

¿Qué es Su propósito? Versículo 29: “Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29). Él está haciendo que todo coopere para bien, para hacernos como Cristo. Fuimos creados por Dios. El pecado nos estropeó como criaturas de Dios, y la imagen de Dios en nosotros ha sido estropeada por el pecado. Sin embargo, se acerca el día en que seremos totalmente recreados. Cuando seremos conformados a Su imagen. Transformados a Su semejanza. Resucitados con Él. Cuando nuestros cuerpos serán como el Suyo, libres de dolor, y libres de cáncer, y libres de heridas, y libres de dolores de cabeza, y libres de pena, y libres de enfermedad. Estaremos con Él y seremos como Él.

Mientras, esperamos…

Ahora, no pase por alto la correlación aquí. Esto es esencial para comprender nuestra santificación. Esta es la clave para desbloquear la santificación en nuestras vidas. Juan está diciendo que hay una correlación directa entre ver a Cristo y volvernos como Cristo. ¿Lo ve? “Cuando El se manifieste, seremos semejantes a El” (1ra de Juan 3:2). ¿Cómo? Juan dice: “porque le veremos como El es” (1ra de Juan 3:2). Seremos como Él cuando le veamos claramente. Al verle como Él es, existe una correlación para volvernos como Él. Y esta es la imagen general.

Ahora, es aquí donde Juan no dice simplemente: “Bien, deséelo, y solo siéntese y haga lo que hacían algunos tesalonicenses. Ellos incluso renunciaban a sus trabajos diciendo: “Bien, Jesús regresará”. No, esto transforma el modo en que vivimos mientras esperamos. Juan dice que mientras esperamos, pongamos nuestros ojos en Él. Miremos a Cristo.

En el versículo 28 dijo: “permaneced en El” -continuamos en Él, le escuchamos a Él, le adoramos a Él- y mientras nuestros ojos, los ojos de nuestros corazones, están fijos en Cristo, purificamos nuestras vidas ante Él. Versículo 3: “Y todo el que tiene esta esperanza puesta en El [esta esperanza de Su venida], se purifica, así como El es puro” (1ra de Juan 3:3).

Ahora, algunos quizás tengamos dificultades con esas palabras; purificamos nuestras vidas ante Él. ¿Qué quiere decir que purificamos nuestras vidas? Bien, eso es lo que dice la Biblia. Como que nos purificaremos a nosotros mismos. Y esta es la imagen. Mientras ponemos nuestros ojos en Cristo -esto es santificación. Esto es santificación en Juan, es santificación en Pablo. 2da a los Corintios 3, mientras contemplamos la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria. Esta es la realidad.

¿Cómo crecer en Cristo? ¿Cómo volvernos más y más como Cristo? ¿Cómo volvernos más como Cristo mañana, y la semana que viene? He aquí cómo: ponga sus ojos en Cristo, y adórele, y viva para Él. Continúe con Él y permanezca en Él. Permanezca en Su Palabra. Adórele. Y mientras hace estas cosas, se convertirá en lo que contempla. Pero si pone sus ojos, su mente, y su corazón, y sus emociones, en las cosas de este mundo, en los anhelos de este mundo, y en los placeres de este mundo, entonces no crecerá para volverse como Cristo.

Ponga sus ojos en Él. Purifique su vida ante Él “para que [dice Juan] cuando se manifieste, tengamos confianza y no nos apartemos de El avergonzados” (1ra de Juan 2:28). ¿Quién de nosotros quiere ser encontrado, cuando venga Cristo, viviendo y siendo serviles al pecado? ¡Oh! Que Dios no lo permita. Ésto es lo que Juan está diciendo. Dice que usted quiere tener confianza cuando venga el Justo, cuando venga el que es Puro, porque ha vivido una búsqueda apasionada por la pureza, por la santidad, y por la justicia. Esto es lo que oro para mi vida. Esto es lo que oro para las vidas de ustedes. Esto es lo que oro para nosotros como iglesia. Es lo que oro, para que cuando -no “si”-, para que cuando Cristo venga, me encuentre a mí y a usted buscándole radicalmente, contemplándole con todos nuestros corazones, y anhelándole con todo nuestro ser, y viviendo en pureza para Él. Oro para que cuando Él venga, no me encuentre siendo descuidado con el pecado, y jugando con el pecado. Jugando con la tentación. Para que sintamos confianza cuando Él venga.

Por tanto, esto es lo que Juan ha edificado. Él ha dicho que Jesús vino para destruir las obras del diablo. Su primera venida y nuestra fe en Él hacen que la vida en pecado sea inconcebible e imposible. ¡Alabe a Dios y sea libre! Pero nosotros, en este mundo, estamos rodeados por el pecado, y en cada esquina somos tentados, y todavía tropezamos aquí y allí. Entonces, ¿cómo vivimos? Y Juan dice: levanta tu mirada. Ponga los ojos sobre el horizonte y vea a Cristo en toda Su gloria, y anhele Su venida para estar listo cuando Él venga.

La Opción de Navidad…

Destrucción de Navidad, Anticipación de Navidad. Todo nos lleva al último versículo que quiero que miremos, la Opción de Navidad. Y es el versículo 10 en 1ra de Juan 3. Quiero que veamos, en estos versículos, que Juan bosqueja dos opciones, dos clases de personas, por decirlo de algún modo. No son tres. Aquí no tenemos una opción media, o una tercera opción. El versículo 10 dice: “En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquel que no ama a su hermano” (1ra de Juan 3:10). Dos opciones.

Somos o hijos de Dios o hijos del diablo

Si en algún momento ha perdido el hilo durante nuestro tiempo juntos, quiero animarle a retomar la idea en este momento, porque hay dos clases de personas en este mundo. Aquí hay dos opciones. O somos -primero somos hijos del diablo – sienta cuán poco políticamente correcta se siente esta frase. Decir que alguien que no está en Cristo es hijo del diablo. Trate de decirlo en público. Pero es lo que dice la Escritura.

El origen del pecado es el diablo, y él ha guiado a los corazones pecadores a rebelarse contra Dios. Y la Biblia enseña, Jesús mismo lo enseñó en Juan 8:44, que todo el que vive en pecado es hijo del diablo. Pudiera ser que, externamente, esa sea la persona más agradable que pudiera imaginar, sin embargo, si vive en infracción de la ley y rebelión contra la autoridad de Dios, entonces esa persona es hija del diablo.

Esclavos del pecado, viviendo continua y persistentemente en infracción de la ley, en activa rebelión contra Dios; por su propio camino, lejos de la soberanía de Dios. Hombres, esposos, papás: ¿están viviendo ustedes según la ley de Dios? ¿Están viviendo según sus propias leyes? ¿Están viviendo bajo la autoridad de Dios? Damas, mujeres, esposas, madres: ¿están viviendo según sus propios caminos? ¿Están viviendo según sus propias ideas? Si es así, están viviendo como hijos o hijas del diablo.

Estudiantes, adolescentes, en sus vidas: ¿están sometiéndose a la autoridad de Dios, o se están rebelando contra la autoridad de Dios? Sepan que cuando vivimos como esclavos del pecado, eso no solo nos afecta ahora, sino que nos afecta para toda la eternidad. Esclavos del pecado, y el resultado de seguir al diablo en este camino es que merecemos la muerte.

Dios, ¡ayúdanos a sentir todo el peso de esta verdad! Hay un diablo, un adversario, un acusador, un calumniador. Estos son los nombres que la Biblia utiliza para describirle. Un diablo que desea que cada persona en este mundo arda en el infierno. Y él está decidido a hacer que el camino allí sea tan suave y cómodo -quizás hasta tan religioso- como sea posible. Y Jesús vino para destruirle a él, y para destruir su obra, para que usted pueda ser un hijo de Dios.

O somos hijos de Dios

Segunda opción: ¿siente usted el asombro que expresa 1ra de Juan 3:1? Oh, “cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. (1ra de Juan 3:1) Piense en esto: el Dios infinitamente santo del universo ha mirado hacia usted y hacia mí como hijos del diablo, rebeldes en contra Suya, muertos en el pecado, deseando tener nada que ver con Él.

Y no solo ha enviado a Su Hijo para morir por nuestros pecados, para expiar nuestros pecados. No solo se ha sacrificado por nosotros. No solo nos ha amado. No solo nos ha perdonado. Todo esto es grandioso, pero piense en ello: ¡Él nos ha traído a Su familia divina como hijos Suyos!

Hace dos años que tuve la experiencia -primera vez para mí- de ayudar a nacer a un bebé. Y nació nuestro segundo hijo, Joshua, y yo le saqué y vi su rostro. Y por eso tuvimos una fiesta de cumpleaños de animales por sus dos años. Joshua, ahora mismo, está totalmente enamorado de los animales, especialmente de los perros, leones, y otros, por eso hicimos una fiesta de cumpleaños de animales.

Cuando vengo a casa al final del día, las primeras palabras que escucho son “¡Hey papá!” Y a continuación añade: “Vamos a pelear”. Y entonces yo suelto mis cosas, y nos enredamos en medio del suelo, y es importante tener nombres de batalla antes de que comience el combate. Me he dado cuenta de que es incluso más importante que la batalla el tener el nombre correcto. Nosotros escogemos el nombre correcto por diez minutos, y entonces batallamos durante dos, y luego avanzamos hacia otra actividad.

Así que hacemos lo del nombre, y a ellos les gustan los nombres de animales. Durante un tiempo, Joshua era Pequeño León, y Caleb era Tigre Agazapado, y esos eran sus nombres. La semana pasada vinieron a mí, y decidieron que querían nuevos nombres, así que los bauticé. Joshua – este es el nombre que se le ocurrió- Joshua ahora es Perrito Ladrador, Caleb -de 3 años y medio- es Rinoceronte Veloz, que es apropiado. Y miro a estos dos niños, mis hijos, y pienso, he conocido a Joshua por dos años. Dos cortos años. Caleb, solo un poco más que eso.

Y entonces pienso que el Padre -con “P” mayúscula- desde antes de la fundación del mundo… solo piénselo. Antes de que el mundo fuera siquiera formado, el Padre en el cielo le amó. Efesios 1:5: “nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo”. El Padre nos amó desde antes de la fundación del mundo, para que pudiéramos ser llamados hijos de Dios. Libres del pecado.

¿Cómo puede un hijo de Dios?

Sienta la fuerza de lo que está diciendo Juan. ¿Cómo puede un hijo de Dios, cómo podría un hijo de Dios querer alguna vez ser como un hijo del diablo? ¡De ningún modo! Somos Sus hijos. Y no solo somos Sus hijos, sino que (no tenemos tiempo de ir hasta allí, pero escriba esto)… Hebreos 2:14-15. El versículo 14 en Hebreos 2 habla sobre cómo Jesús compartió nuestra humanidad. Mire esto, Él participó de nuestra humanidad “para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida” (Hebreos 2:14-15). Él participó de nuestra humanidad para que por Su muerte -note esto- por Su muerte destruir a quien tenía el poder de la muerte -es decir, al diablo- para que pudiéramos ser liberados del temor a la esclavitud de la muerte.

Esta es la realidad, hermanos y hermanas, hijos de Dios. Una vez que la semilla de Dios está en nosotros, una vez que Su vida está en nosotros, Su semilla estará para siempre en nosotros. De modo que no importa qué nos traiga esta vida, no importa cuán maligno pueda ser el tumor, no importa cuán pocas posibilidades nos están dando los doctores del cáncer. No importa cuán inesperada sea la tragedia, al final, ya no merecemos la muerte. Ahora, estamos derrotando a la muerte, y no tenemos necesidad de temer. Y podemos celebrar dos funerales en la familia de fe en esta semana, dos funerales porque conocemos que los hijos de Dios derrotan a la muerte.

Bart Box es el pastor principal en la Iglesia Christ Fellowship. Es nativo de Alabama y ha vivido en la zona de Birmingham desde 2009. Antes de fundar la Iglesia Christ Fellowship, Bart se desempeñó como pastor de formación bíblica en la Iglesia de Brook Hills.

LESS THAN 1% OF ALL MONEY GIVEN TO MISSIONS GOES TO UNREACHED PEOPLE AND PLACES.

That means that the people with the most urgent spiritual and physical needs on the planet are receiving the least amount of support. Together we can change that!