¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no sacia Escúchenme atentamente, y coman lo que es bueno, y se deleitará su alma en la abundancia –Isaías 55:2
Cuando tenía siete años, mis padres que no eran cristianos me enviaron a Estados Unidos para lograr el llamado “sueño americano”. Anhelaban un mejor futuro para mí, pero Dios tenía un plan diferente—mostrarme la vanidad del éxito del mundo y revelarme un sueño mucho más grande.
¿Qué es el sueño americano?
El término “sueño americano”, creado por James Truslow Adams en su libro de 1931 Epic of America [La Epopeya de América], se refiere a la creencia de que cualquiera—independientemente de su lugar de nacimiento o condición social—puede alcanzar el éxito a través de las oportunidades y el trabajo duro. Aunque Estados Unidos ofrece ventajas únicas para hacer posible este sueño, en mi búsqueda para lograrlo, Dios, en Su gracia y misericordia, me enseñó lecciones importantes sobre las razones por las cuales debo resistirlo.
Una búsqueda imposible
Farhat Popal, en “¿Sobrevivir o prosperar?: Lo que se necesita para que los inmigrantes tengan éxito (inglés)”, explica: “El sueño americano está vivo para los inmigrantes, pero los obstáculos pueden sentirse casi insuperables”. Esto fue una realidad para mí.
Durante la crisis económica de Corea a mediados de la década de los 90, mi padre perdió su trabajo y sufrió un derrame cerebral, dejando a mi familia en una grave situación económica. Esto provocó que perdiera el contacto con ellos porque querían protegerme de sus dificultades. Con ellos, mis años de adolescencia estuvieron marcados por sentimientos de negligencia, abandono y soledad. Me sentí agobiado por la presión de tener éxito académico.
¿En qué momento nuestra busqueda se hace insoportable?
Pese a sobresalir en la escuela y fuera de ella, las restricciones económicas crearon obstáculos importantes. Mi mundo se paralizó cuando me enteré de que no era elegible para la mayoría de las becas o ayudas financieras debido al estatus de mi visa, lo que hacía casi imposible el acceso a la universidad. A pesar de mi arduo trabajo, me encontré detenido por obstáculos difíciles de superar.
A menudo me pregunto si el deseo de mis padres de que yo alcanzara el sueño americano ameritaba el sufrimiento y la ruptura de las relaciones familiares que tardaron años en sanar y en las que aún hay tensión. Estoy seguro de que mi experiencia no es única, sino que es común entre los que hacen que sus metas sean el éxito, la riqueza y diferentes logros. Para otros que han enfrentado obstáculos similares, ¿cuánto vale realmente el sueño americano? ¿En qué momento nuestra busqueda se hace insoportable?
Una búsqueda inútil
Estas circunstancias me llevaron a examinar mi propósito y mis aspiraciones, en especial mi fe en Dios. Eclesiastés 2:22–23 me recordó: “Pues, ¿qué recibe el hombre de todo su trabajo y del esfuerzo de su corazón con que se afana bajo el sol? Porque durante todos sus días su tarea es dolorosa y penosa; ni aun de noche descansa su corazón. También esto es vanidad”.
Eclesiastés 1:14 me enseñó aún más: “He visto todas las obras que se han hecho bajo el sol, y he observado que todo es vanidad y correr tras el viento”. Mis sueños carecían de significado si no estaban alineados con la voluntad de Dios. Mediante la Palabra, la oración y el sabio consejo, me dí cuenta de que mi vida pertenece a Cristo. Solo Cristo puede satisfacer el vació de mi alma.
Debemos resistir el sueño americano porque este puede convertirse en un ídolo—una búsqueda que sustituye nuestra dependencia de Dios con la confianza en nuestros propios esfuerzos. Esta idolatría promete satisfacción, pero nos deja vacíos, porque únicamente Dios puede satisfacer nuestras necesidades más profundas.
Una búsqueda más gloriosa
A pesar de los obstáculos, el Señor proveyó de manera milagrosa, y transformó mis deseos de perseguir el sueño americano por el llamamiento al ministerio pastoral. La travesía no fue fácil; mis padres se opusieron a que me dedicara al ministerio, amenazando con desheredarme. Sin embargo, Dios abrió las puertas para que pudiera asistir a la universidad y siguiera estudios de posgrado, lo que llevó a terminar mi educación sin deudas y a una bendecida travesía en el ministerio.
A través de varias pruebas, entre ellas estar desempleado, la falta de vivienda, el aborto de mi esposa y perder a mi padre por el cáncer, el Señor me abatió y me santificó, enseñándome: “Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya” (Juan 3:30). Doy testimonio, al igual que Salmos 107:30: “Entonces se alegraron, porque las olas se habían aquietado, Y Él los guió al puerto anhelado”.
El sueño americano redimido
Después de comprar nuestra primera casa, mi esposa preguntó: “¿Cómo se siente haber logrado el sueño americano?”. Me reí, pero sentí un profundo dolor—“¿Es esto realmente el sueño?”. El mantenimiento del césped se convirtió en una tarea pesada, y llegué a entender el dicho: “El césped siempre es más verde del otro lado de la valla”. Siempre habrá más en este sueño americano; ¿cuándo lo lograremos?
Amigos, el sueño americano es imposible y no satisface. Redime tu sueño americano en Cristo, que ofrece una esperanza mayor y duradera. Como lo afirma Hebreos 11:16 “[anhelamos] una patria mejor, es decir, la celestial…”
Examina tu vida: ¿Estás buscando las recompensas temporales del sueño americano, o estás buscando los tesoros eternos que se encuentran en Cristo? Comprometámonos diariamente a buscar primeramente el reino de Dios, confiando en que Él proveerá todo lo que realmente necesitamos.