Ser cristiano incluye ser perseguido

Ser cristiano incluye ser perseguido

Para muchos creyentes alrededor del mundo, la persecución no es una amenaza lejana, sino una realidad diaria. En países como Irán o Corea del Norte profesar fe en Cristo puede costarte tu trabajo, tu familia, o incluso tu vida.

En muchos otros lugares, la persecución no es tan extrema, pero no deja de ser una realidad. ¿Debería esto sorprendernos? ¿Está la persecución “supuesta” a suceder? ¿Deberíamos los cristianos darla por sentado?

La respuesta, aunque dura, es clara: sí.

La persecución es parte de la vida cristiana

Lejos de ser una excepción, el sufrimiento y la persecución son parte esencial del camino cristiano. Jesús nunca prometió una vida fácil a sus seguidores. Al contrario, nos advirtió abiertamente:

“Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a Mí antes que a ustedes.” (Juan 15:18).

“Si me persiguieron a Mí, también los perseguirán a ustedes” (Juan 15:20).

Jesús fue rechazado por su propio pueblo (Juan 1:11), malinterpretado, calumniado y finalmente crucificado. Si el Hijo de Dios no fue bien recibido por el mundo, ¿por qué nosotros, Sus discípulos, deberíamos tener una expectativa diferente?

Jesús nunca prometió una vida fácil a sus seguidores.

La persecución no es una rareza ni una interrupción en la vida cristiana. De hecho, es la norma, y la experiencia común del pueblo de Dios a lo largo de la historia. El apóstol Pablo no dejó espacio para ambigüedades cuando escribió: “Y en verdad, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos” (2 Timoteo 3:12).

No dice “algunos creyentes” ni limita esta afirmación a contextos culturales particulares. Dice “todos”. La verdadera piedad incomoda al mundo, porque la luz expone las tinieblas, y la fidelidad a Cristo inevitablemente entra en conflicto con un sistema que lo ha rechazado.

Persecución en la iglesia primitiva

La iglesia primitiva vivió esta verdad en carne propia. Los apóstoles fueron azotados, encarcelados y amenazados. Muchos fueron asesinados. El testimonio cristiano no se esparció sobre alfombras rojas, sino sobre charcos de sangre y lágrimas.

La historia de la fe cristiana está empapada de sufrimiento y, sin embargo, también rebosa de gozo.

Desde las catacumbas de Roma hasta los incendios provocados por emperadores, la historia de la fe cristiana está empapada de sufrimiento—y, sin embargo, también rebosa de gozo. Sufrir por Cristo no es una tragedia sin sentido, sino un privilegio con propósito. Pablo y Bernabé exhortaban a las iglesias diciendo: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22).

Desde la cárcel, Pablo escribió con convicción: “Porque a ustedes se les ha concedido… no solo creer en Él, sino también sufrir por Él” (Filipenses 1:29).

En otras palabras, no hay corona sin cruz, ni resurrección sin muerte. Acompañamos a Cristo en Su aflicción porque también lo acompañaremos en Su triunfo.

En medio de la persecución, hay esperanza

La persecución de los cristianos nunca ha sido una anomalía en la historia de la Iglesia. Lo que es raro es cuando la persecución no sucede. Cuando la Iglesia es amada por el mundo, algo anda mal. El mundo nunca ha sido amigo de la cruz.

Aun así, sufrir con Cristo es sufrir con sentido. Es ser contado digno de Él. Y Él ha prometido enjugar toda lágrima, vindicar a Su pueblo y glorificar a los que perseveran.

La verdadera pregunta no es si seremos perseguidos, sino si estaremos preparados para soportarlo con fidelidad. ¿Estamos dispuestos a seguir a Cristo aunque eso implique dolor, pérdida—y tal vez la muerte? El evangelio no sólo es digno de ser vivido, también es digno de ser sufrido. Cristo lo vale todo.

David Zavala

David Zavala es abogado y miembro de Iglesia Bíblica Sola Gracia en Santo Domingo, República Dominicana. Sirve como líder de jóvenes en su iglesia local y le apasiona enseñar la Palabra de Dios a adolescentes, ayudándoles a ver que la fe cristiana es razonable, verdadera y digna de vivirse.

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