Como cristiano, has recibido el precioso regalo del Hijo de Dios y conoces Su mandato de difundir las buenas nuevas y hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:28–30). Sin embargo, no estás listo para llevar esto ante tu iglesia o darle seguimiento a esa conversación. En cambio, estás abrumado por tus miedos.
Siendo indio, estos miedos hacen que tu débil pasaporte parezca más grande que tu Dios. Tu íntimo deseo de seguridad relacional y financiera es mayor que el atractivo de un futuro desconocido. Tu familia puede incluso desheredarte si decides “tontamente” abandonar tus sueños socialmente aceptables para seguir a Cristo a donde no ha sido nombrado. Los elementos opuestos son multifacéticos y necesitas procesarlos con abundante oración y sabio consejo.
Y, sin embargo, quiero mostrarte cómo tanto la Biblia como nuestra cultura capacitan a los indios para ir a las naciones.
El evangelio derriba el muro
Deberíamos considerar ir porque tenemos el evangelio que une la gran división y las divisiones secundarias. Los indios han experimentado una miríada de diferencias en idioma y cultura. Nuestras microculturas nos moldean de muchas maneras.
Lamentablemente, esta estructura social también pudiera hacernos indiferentes u hostiles hacia aquellos que son diferentes a nosotros. Hemos vivido los desafíos de la cohesión interna y la divisividad externa de distintas culturas.
Sin embargo, en Cristo Jesús, el Padre ha derribado el muro de hostilidad que divide a todos los grupos étnicos (Efesios 2:11–21; Gálatas 3:28). El Señor ha establecido la iglesia para que sea un lugar donde todas las personas puedan reunirse y amarse libremente. Pablo vivió esta realidad buscando un corazón entregado a temer solo el nombre de Dios. Subyugó el orgullo de su ascendencia y los elogios de su cultura al perseguir una visión mayor de la eternidad y unidad en Jesucristo (Filipenses 3:4–11).
El ministerio del evangelio a las naciones puede liberar a muchos que están cautivos por el engaño de la división y el orgullo, incluyendo la iglesia india. Podemos dar un ejemplo de amor por el alma perdida en vez de vana gloriarnos. A través del evangelio, podemos invitar a otros a unirse libremente al coro del cielo donde todas las tribus, lenguas y naciones se unirán (Apocalipsis 7:9–10).
Los misioneros indios están preparados para ser todo para todos
Deberíamos considerar ir porque nuestra cultura y el Espíritu Santo nos están capacitando para ir. El mundo oriental tiene una familiar comprensión de la hospitalidad, la familia, la autoridad y las amistades. Conceptos como la vergüenza, el honor, las responsabilidades familiares y otras luchas parecidas no necesitan ser explicados dos veces a nosotros.
Conceptos como la vergüenza, el honor, las responsabilidades familiares y otras luchas parecidas no necesitan ser explicados dos veces a nosotros.
Entendemos la vida en una religión minoritaria y conocemos la persecución que puede venir de nuestra familia y más allá. Conocemos a Cristo personalmente, no como una ideología importada. Estos valores sirven como puertas de entrada para que los misioneros indios lleguen a las personas que no han escuchado el evangelio.
Relacionarse con culturas desconocidas puede sacarnos de nuestras zonas de confort. Sin embargo, el Espíritu nos capacita para ser “todo para todos”, para que el evangelio del Señor pueda salvarlos (1 Corintios 9:22). Qué hermoso es cuando parte de la adaptabilidad a otra cultura nos viene naturalmente porque así es como el Señor nos está moldeando en nuestro país.
Los obreros aún son pocos
Con nuestros corazones siendo moldeados continuamente para el reino a través de Su Palabra y nuestra cultura, el llamado de Jesús a la oración es la consideración más importante. La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos (Mateo 9:37). La solución principal que Él da es orar fervientemente por más obreros.
Sin embargo, muchos de nosotros estamos satisfechos con nuestras vidas cómodas en lugar de actuar radicalmente al orar con audacia por Su reino. Nuestras iglesias no han alcanzado la madurez hasta que los santos estén apasionados por llevar el evangelio a todas las naciones.
Así que, ora con confianza para que el Señor levante más obreros para la cosecha (Mateo 9:38). Y luego, pide con temor a Dios que te dé un corazón listo para proclamar que Su “reino está cerca” dondequiera que Él te guíe (Mateo 10:6; Mateo 28:18–20).