Recursos en español de Radical

Capacitemos a los pobres

Oremos para que Dios mueva el corazón de Su iglesia por los pobres y oprimidos. Oremos para que Dios nos cambie de tal manera que abandonemos por completo los deseos egoístas de comodidad y placeres terrenales, para que podamos sacrificar todo lo que tenemos para que todas las naciones conozcan el gran amor y la gloria de nuestro Dios en Cristo Jesús. En este episodio del Radical Podcast sobre Santiago 1:27, el pastor David Platt nos lleva a orar por los pobres en nuestras comunidades.

  1. Observa el amor que Dios requiere.
  2. Acepta el amor que Dios ofrece.
  3. Da el amor que Dios desea.

Si usted tiene una Biblia, y espero que la tenga, permítame invitarle a abrirla conmigo en Lucas 10. Ayer marcó el día en que hace casi 500 años un monje de 34 años de edad llamado Martín Lutero clavó 95 tésis en la puerta de la iglesia en Wittenberg y alteró el curso de la historia europea para siempre. Fue el nacimiento, dirían muchos, de la Reforma Protestante, una reforma de la que, nos demos cuenta o no, somos deudores hoy. La salvación solo por gracia solo mediante la fe solo mediante Cristo, un evangelio centrado en Dios saturado de gracia que con el paso de los años había estado cubierto de enseñanzas centradas en hombres, y tradiciones sin el evangelio. Hay mucho que tenemos que aprender sobre la reforma, y mucho que debemos aprender sobre los reformadores.

Quiero llamar nuestra atención en particular a la relación entre la recuperación del evangelio y el alivio de los pobres. Quiero que veamos, que pensemos en cómo la belleza del evangelio está unida al cuidado de los pobres. Quiero que nos apoyemos particularmente en otro reformador, Juan Calvino, quien nació en 1509. Este año señala el aniversario 500 del nacimiento de Calvino. Y Calvino fue conocido más que nada por su exposición de las Escrituras. Él predicó la Palabra. Predicó a través de la Palabra, línea a línea, palabra a palabra, capítulo a capítulo, libro a libro.

Si usted hubiera estado en la iglesia en que predicaba Juan Calvino pastoreando, habría pasado alrededor de 5 años en el libro de los Hechos, muchos más de 200 sermones en Hechos. Y luego habría escuchado 46 sermones en 1ra y 2da a los Tesalonicenses, 186 sermones en 1ra y 2da a los Corintios, estos son consecutivos, 186; 159 sermones sobre Job -¿puede imaginar estar estudiando a Job durante 3 años? Doscientos sermones sobre Deuteronomio, 353 sermones sobre Isaías, como si dedicara la mitad de su vida a estudiar Isaías.

Solo para darle una idea, Calvino predicó un texto específico en la mañana del Domingo de Pascua en 1538, y luego fue expulsado por el concilio de la ciudad, para que no predicara en aquel pueblo. Y luego regresa tres años después, y en su primer sermón, retoma el mismo texto donde lo había dejado.

Pero este no era solo un ejercicio académico para Calvino. Calvino, una de sus grandes contribuciones para la cristiandad, fue mostrar cómo se ve la Palabra en la práctica y específicamente en la vida pública. Él vivía en una época en que la iglesia estaba llena de corrupción, existían todo tipo de ventas de indulgencias, simplemente ahogándose en lujurias. Y Calvino habló en particular sobre el uso que hace la iglesia de los recursos por amor de los pobres. Cuando hablaba sobre los diáconos en sus Institutos de la Religión Cristiana, quiero que escuchen lo que dijo sobre estos líderes en la iglesia comparados con lo que eran en la iglesia primitiva y con cómo la iglesia usaba a los líderes en sus días. Y quiero que escuche cómo relaciona al evangelio con el cuidado de los pobres.

Calvino escribió:

Los romanistas hoy encomendaron diáconos solo con el ministerio al altar, a leer o cantar el evangelio, y nadie sabe qué otras trivialidades. Nada de limosnas, nada de cuidado por los pobres, nada de aquella función que una vez desempeñaron. El diácono, que tiene la mayordomía del pobre, recibía lo que era ofrendado a fin de distribuirlo. Hoy, el pobre nada recibe de esas limosnas, tanto como si hubieran sido lanzadas al mar. Lo que la iglesia ha hecho con los diáconos es que ellos han provisto para que ni un penique de todos los bienes de la iglesia llegue al pobre, a quienes pertenece, al menos, una mitad.

¿Lo comprende?

¿Lo comprende? Calvino estaba diciendo que la mitad de los recursos de la iglesia pertenecen a los pobres. Los diáconos eran mayordomos de los recursos de la iglesia por amor a los pobres, y esos son, al menos, la mitad de los recursos de la iglesia. Era una acusación hiriente en la iglesia de su época, y yo diría que es una acusación hiriente para la iglesia de nuestros días. La mitad de los recursos de la iglesia para los pobres difícilmente sea la imagen que vemos, sea en esta iglesia o en el panorama eclesial al que pertenecemos. Estamos trabajando para llegar allí, pero quiero que veamos cómo un firme compromiso con el evangelio lleva a una profunda compasión por los pobres.

Ahora, quiero que veamos cómo van de la mano. Esto es tan inmenso debido a que hay todo tipo de causas para las injusticias sociales que escuchamos en el mundo actual. Y vemos injusticias sociales algunas veces proclamadas por los medios principales, otras veces por Hollywood, otras veces por, bueno, de infinidad de lugares. Quiero que veamos que hay un cuidado y una preocupación y misericordia por los pobres que es distintivamente dirigida por el evangelio; que el evangelio, en los corazones cristianos, crea una preocupación y compasión por los pobres que es única, que es diferente de todo lo demás en el mundo; que hay una misericordia que proviene directamente de Dios para Su pueblo en el evangelio que se demuestra a sí misma en el mundo, y que es totalmente diferente de otra justicia social o preocupación, o compasión que podamos ver en el mundo. Quiero que oremos para que Dios nos dé toda clase de misericordia distintiva en nuestro mundo hoy.

Y quiero que miremos a un pasaje familiar en las Escrituras, estoy convencido de que es una de las historias más conocidas en toda la Escrituras, sino una de las historias más fundamentalmente malinterpretadas en todas las Escritura, la parábola del Buen Samaritano.

Y lo que quiero que hagamos… Jim ya tiene un texto para nosotros… Quiero que caminemos, como hicimos con Rut, versículo a versículo a través de la historia, y solo quiero asegurarme de que captemos todo el peso de la historia. Nosotros no somos tan sensibles como habrían sido los oyentes del primer siglo cuando oyeron esta historia. Hay detalles que debieran animarnos y quizás no nos animamos porque no comprendemos el contexto original. Quiero que nos aseguremos de comprender esta historia. Vamos a caminar versículo a versículo por ella, y entonces habrá algunas notas sobre la pantalla mientras meditamos, ¿cómo se vería este corazón de misericordia en acción? ¿Y cómo podemos tener, en nuestro estilo de vida actual, el tipo de misericordia del que habla Jesús aquí?

Lucas 10:25: “Y he aquí, cierto intérprete de la ley se levantó, y para ponerle a prueba dijo: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” Ahora, aquí hay un par de detalles, él era un experto en la ley, literalmente, un abogado, pero no un abogado como usted o yo pensaríamos en un abogado hoy. Pensamos en los abogados en términos de leyes civiles o criminales. En este contexto, en el gobierno de Israel, esta es una imagen de un experto en la Ley de Moisés, y la Ley Mosaica, y en la Ley del Antiguo Testamento, y en todas las reglas y regulaciones añadidas a ellas en el judaísmo.

Y esta imagen es la de un experto que conoce la ley de Dios por delante y por detrás, y viene a Jesús y le hace una pregunta para probarle. “Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Lucas 10:25). Y esa es una buena pregunta.

Quiero que nos percatemos…, solo desearía que cada corazón y mente y vida en esta iglesia fueran consumidos con esa pregunta: “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” Esta es la pregunta de todas las preguntas. No hay una pregunta más importante para cada uno de nosotros en este salón. El mundo diría que hay todo tipo de preguntas que usted necesita responder y entonces nos inundaría con preguntas temporales y triviales: “¿Cómo voy a avanzar en mi carrera?” “¿Cómo se proyectará mi equipo?” “¿Cómo voy a cuidar esto o aquello, o lo otro que está justo frente a mí?”

Y nada disfrutaría más el adversario que mantener nuestras mentes enfocadas en esas preguntas, y que perdiéramos de vista el hecho de que cada uno de nosotros va a existir eternamente. Usted va a existir eternamente, y cada uno va a pasar la eternidad en la vida y gozo eternos o en el sufrimiento y muerte eternos. Y por eso, no hay una pregunta más importante que responder para usted que “¿qué haré para heredar la vida eterna?” Dios, levanta nuestros ojos para que veamos la severidad de esta pregunta. Esta es realmente una buena pregunta.

¿Qué está escrito en la ley?

Y por eso Jesús responde: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?” (Lucas 10:26). Él responde una pregunta con una pregunta. ¿No se molesta usted cuando alguien hace eso? Y Jesús es un maestro en eso, y lo hace por una razón. Dice: “Tú eres abogado, ¿qué dice la ley?”

Y el hombre responde: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza” (Lucas 10:27). Aquí está citando Deuteronomio 6, el Shema, el Gran Mandamiento. Y luego, “y [amarás] a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27). Aquí está citando Levítico 19:18, “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Ahora, sabemos que él va por un buen camino aquí porque hay otros dos lugares en el evangelio donde a Jesús se le hace la misma pregunta, y da la misma respuesta.

Por tanto, Jesús le mira y dice: “Has respondido correctamente; haz esto y vivirás” (Lucas 10:28). Ahora, hay algunos que están levantando sus cejas y diciendo: “¿Está diciendo Jesús que podemos ganarnos la vida eterna?” Detengámonos por un minuto y tratemos de comprender exactamente lo que Jesús está diciendo aquí. Él dice: “Ama a Dios con todo lo que eres, con todo lo que tienes, ama a tu prójimo como a ti mismo, este es el camino hacia la vida eterna. Haz esto y vivirás”.

El versículo 29 dice: “Pero queriendo él justificarse a sí mismo” -Lucas hace este pequeño comentario aquí- “dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? (Lucas 10:29). Por tanto, no pase por alto este detalle, el hombre está queriendo determinar, este experto de la ley está queriendo determinar quién clasifica como prójimo para poder asegurarse de estar haciendo suficiente para heredar la vida eterna. ¿Comprendió eso? Esta es la clave. El hombre está haciendo esta pregunta, quiere que usted determine quién es clasificado como el prójimo que se supone que él debe amar, a fin de poder medir cuánto, de poder ver si está haciendo suficiente para heredar la vida eterna. Entonces, su pregunta nos lleva a esta historia, versículo 30.

“Cierto hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, los cuales después de despojarlo y de darle golpes, se fueron, dejándolo medio muerto” (Lucas 10:30). Ahora, si usted está escuchando esto, sabe que de Jerusalén a Jericó, hay cerca de 17 millas, casi todas cuesta abajo. Jerusalén está a 3000 pies por encima del nivel del mar, Jericó está a 1000 pies por debajo del nivel del mar, usted desciende 4000 pies en 17 millas. Es un viaje muy abrupto, y está lleno de toda clase de grietas y cavernas y hendiduras donde las personas pueden ocultarse. Era conocido como el camino sangriento, porque era muy fácil que alguien se mantuviera oculto, como una banda de ladrones ocultándose en una cueva y cazando a los viajeros.

Y eso es exactamente lo que ocurre, él es atacado por una banda. Este hombre, presumiblemente un judío, camina descendiendo, cae en mano de asaltantes, ellos le despojan de sus ropas, le golpean, y le dejan medio muerto, literalmente pendiendo de su vida. Allí está, sin ropas, sin posesiones, herido, golpeado, y pendiente de su último aliento.

Y entonces el versículo 31 dice: “Por casualidad cierto sacerdote bajaba por aquel camino” (Lucas 10:31), deténgase por un segundo – ¡Sí! Por casualidad un sacerdote bajaba, es el mismo tipo de herramienta literaria que vimos en Rut.

¿Recuerda cuando Rut “dio la casualidad” [NVI] que fue al campo y “En eso llegó” [NVI] Booz y vio a Rut en ese momento? ¡Este es!… ¡Sí! De todo lo que pudo haber pasado, sucede justamente que pasa un sacerdote que conoce lo que enseña Levítico, lo que enseña la Ley acerca de cuidar a un extraño en necesidad; un sacerdote que sabe que Éxodo 23 habla incluso de que si un enemigo tiene un asno atascado en una zanja, él debiera ayudar al asno a salir y mucho más si el enemigo también está en la zanja. Por tanto, este es un sacerdote que sabe, sí, que esta es la responsabilidad de la Ley hacia las personas, ¡cuidar al necesitado! Y entonces, ¡qué maravilla!, un sacerdote pasa por casualidad.

“cuando lo vio, pasó por el otro lado del camino” (Lucas 10:31). Literalmente, caminó en sentido opuesto. La palabra es que le vio, regresó y dio la vuelta rodeándole. Bueno, esto es un poco sorprendente.

El versículo 32 dice: “Del mismo modo, también un levita”, un levita básicamente era un asistente para el sacerdote. El sacerdote tenía la responsabilidad de los principales deberes de sacrificio en el templo, y el levita debía cuidar, mantener, el templo y realizar una variedad de otras labores. Y así un levita, quien también sabe lo que el sacerdote sabe, “cuando llegó al lugar y lo vio, pasó por el otro lado del camino” (Lucas 10:32), es la misma palabra, fue en sentido contrario. Y así hay un poco de tensión en la historia. El drama reclama respuesta a la pregunta: “Bien, ¿quién en el mundo cuidará a esta hombre?”

Jesús va directo a la yugular

Y aquí es donde Jesús va directo a la yugular y dice en el versículo 33: “Pero cierto samaritano”. Y tan pronto como vemos la palabra llegar a escena, si estamos escuchando esto con la mentalidad judía del primer siglo, nuestra sangre inmediatamente comienza a hervir. Los samaritanos, los temidos mestizos, odiados por cientos de años, odiados por los judíos, eran una profunda división en todo sentido.

Y entonces aquí hay un hombre que ha visto al sacerdote pasar e ignorarle, a un levita que pasó y le ignoró, y ahora un samaritano cuya herencia le ha enseñado a no solo caminar alrededor del hombre, sino a pisarlo. Y usted puede intuir al experto en la ley diciendo: “¿un samaritano?” Y Jesús dice: “cierto samaritano, que iba de viaje, llegó adonde él estaba; y cuando lo vio, tuvo compasión” (Lucas 10:33). El mestizo, el odiado, se detiene cuando el sacerdote y el levita no lo hicieron. ¿Qué hizo? “Acercándose, le vendó sus heridas, derramando aceite y vino sobre ellas” (Lucas 10:34). Mientras se cuenta la historia, se abren nuevas heridas en la vida de este experto en la ley: “¡No!, ¿un samaritano haciendo esto?”

Y, “y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó” (Lucas 10:34). El samaritano se detiene, dice Jesús, y va hacia él, ve la gravedad de sus heridas, comienza a vendarlo. ¿Cómo? Al hombre le habían robado todo, incluyendo sus propias heridas. Esto significa que el samaritano está tomando sus propias posesiones, sus propias ropas, quizás alguna reserva que tenía, quizás rasgando su manga y vendando a este hombre con sus propias vestiduras, derramando aceite y vino para aliviarle, para confortar al hombre, para prevenir una infección.

El hombre, obviamente no puede levantarse, y el samaritano lo levanta en sus brazos y lo pone en su burro donde ahora lleva al hombre a un mesón donde puede ser cuidado. Llegan al mesón: “Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al mesonero, y dijo: “Cuídalo, y todo lo demás que gastes, cuando yo regrese te lo pagaré.” (Lucas 10:35). Esto es impresionante, asume todos los gastos. Deja al mesonero con una cuenta abierta: “No importa lo que cueste, asegúrate de proveer para este hombre. Regresaré y cuidaré de él cuando regrese. Dale todo lo que necesite”.

En este punto, el experto en la Ley está sorprendido y en silencio. Y Jesús le mira y dice: “¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores?” (Lucas 10:36). Ahora, vea esto, Jesús ha girado totalmente la pregunta. Ha cambiado completamente la pregunta. Este experto de la Ley está tratando de determinar quién clasificaría como prójimo a fin de saber a quién tiene que cuidar. Jesús cambia la pregunta en su cabeza y dice: “No tiene que ver con determinar quién es tu prójimo, sino con definir qué significa ser un prójimo”. ¿Lo ve? Un cambio inmenso. No tiene que ver con determinar quién es el prójimo sino con definir qué significa ser un prójimo que cuida a los que están en necesidad.

Así que Jesús hace esta pregunta. Mire la respuesta, versículo 37, “Y él dijo: El que tuvo misericordia de él” (Lucas 10:37). El hombre ni siquiera podía decir “samaritano”. No dijo “el samaritano”, sino “el que tuvo misericordia de él”. Es como si ni siquiera quisiera admitirlo. Y Jesús dice: “Ve y haz tú lo mismo” (Lucas 10:37), Y, en pocas palabras, Jesús ha destrozado a la élite religiosa e impactado a los maestros religiosos para que se den cuenta que hay un amor que sobrepasa el conocimiento y la posición y estatus religiosos. Hay un amor que ni siquiera han comenzado a comprender. Ahora, ¿cuál es el mensaje de esta historia?

La idea central de la historia…

Hay toda una historia de malinterpretación relacionada con esta parábola. Muchos han hecho con esta parábola lo que las personas hacen con diferentes parábolas, y toman cada pequeño detalle y tratan de hacerlo significar algo diferente. Es algo peligroso cuando se hace con parábolas, porque usted, con esta arbitrariedad puede hacer que cualquier cosa encaje; lo que usted quiera. Y así algunos han dicho: “Bien, en esta historia, el hombre que fue robado es como un pecador que fue golpeado en su pecado, y así el samaritano es Jesús quien viene a él. Ahora, el sacerdote y el levita, representan la ley y los sacrificios, porque no son suficientes para salvar, solo Jesús puede salvar, y por eso Jesús viene, lo salva, y lo lleva al mesón. El mesón es la iglesia”, esta es una interpretación muy popular de este pasaje, “el mesón es la iglesia donde se cuida a los creyentes”. Algunos, incluso, han ido tan lejos como para decir que las dos monedas de plata representan al bautismo y la Cena del Señor como sacramentos en la iglesia para ayudar a cuidar a la persona, y así continúan. Ahora, esto es extremadamente arbitrario. No es un modo responsable, sabio de interpretar las parábolas.

No es solo una historia acerca de ayudar a otras personas.

Pero, incluso si no vamos por ese camino, esta historia nos es tan familiar que automáticamente pensamos: “Ya he escuchado esto antes. Esta es una historia que trata acerca de ayudar a otras personas. Cuando usted ve a alguien en necesidad, cuando alguien está hambriento, usted debe darle comida. Cuando alguien necesita un aventón, dele un aventón. Cuando alguien que esté a un costado del camino necesite ayuda, ayúdele; esa es la historia”. Y lo que quiero que veamos es que esta no solo es una historia que trata acerca de ayudar a otras personas. No es solo una historia acerca de ayudar a otras personas. Aquí está ocurriendo algo más profundo. Algo más profundo está obrando.

Usted dice: “Bien, ¿cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que no solo vas a elevar la historia hasta otro lugar a donde no debiera llevársele?” Bueno, porque la historia es narrada en un contexto. Y esta historia, el contexto en que es contada, comienza con una pregunta, y es una pregunta que viene incluso antes de “¿Y quién es mi prójimo?”. La pregunta suprema en este pasaje es: ¿qué haré para heredar la vida eterna? Esa es la pregunta que precipita este debate que lleva a esta historia.

Esta historia trata sobre la necesidad de un nuevo corazón.

Y por eso no debemos ver a esta historia aislada del contexto que la precede, sino en el contexto que la precede. Necesitamos darnos cuenta de que esta no solo es una historia acerca de ayudar a otras personas, es una historia sobre nuestra necesidad de un nuevo corazón. Este es el punto fundamental de la historia, no solo ayudar a otras personas. Ayudar es parte de ello, lo veremos en segundo lugar, pero esta historia trata acerca de la necesidad de un nuevo corazón. Piense en ello conmigo.

Si esta historia tratara solo acerca de ayudar a otras personas, entonces, ¿no habría sido contada de un modo diferente? ¿No cumpliría ese propósito? Quizás Jesús lo habría logrado en un modo más efectivo. Y quizás, si usted y yo quisiéramos llegar a ese punto, habríamos dicho, al experto en la Ley, “Bien, imagine a un judío”, alguien con quien el experto en la Ley se identificaría, “imagine a un judío que camina por la calle, y ve a un hombre que está golpeado, ha sido robado, yace allí medio muerto. Y mientras el judío se acerca a él, se da cuenta que es un samaritano. Y a pesar de que hay un prejuicio profundamente enraizado contra los samaritanos, el judío se detiene y le cuida y le lleva a un mesón y provee para él. Y así esta es una historia acerca de ayudar a otras personas, cuidar a otras personas, incluso cuando nuestros prejuicios puedan oponerse”. Esto comunicaría esa historia.

¿Por qué Jesús contó así la historia?

Entonces, ¿por qué Jesús nos lleva por esta tortuosa historia, con un sacerdote y un levita, todos yendo hacia el centro de la historia cuando presenta al samaritano como héroe? ¿Por qué Jesús contó así la historia? Piense bien.

Porque Jesús sabe que tan pronto como mencione al samaritano como héroe en la historia, tan pronto como solo mencione al samaritano, en el experto de la ley va a surgir un corazón de profundo odio hacia el samaritano. Y aquí Jesús está mostrando, exponiendo, la falta de misericordia y falta de amor en el centro del corazón de este hombre, una falta que necesita ser radicalmente transformada. Jesús está, intencionalmente, mostrando que al querer justificarse a sí mismo, este hombre y sus odios hacia los samaritanos están demostrando una total falta de amor y una total falta de misericordia. Esa es la esencia, el hombre necesita un nuevo corazón.

Y si vamos a ser misericordiosos -esta es la clave- cualquiera puede contar una historia en el mundo sobre quién está en necesidad y a quién debiera cuidarse; pero esa no es la imagen bíblica de misericordia que vemos en Lucas 10. Aquí vemos que algo queda expuesto en nuestros corazones, algo que si no es cambiado, inhibirá nuestra habilidad para mostrar misericordia al mundo alrededor nuestro. Y cuando es cambiado, entonces nuestros corazones son transformados por la misericordia de Cristo, entonces mostraremos una misericordia radical que es diferente a todo lo demás en este mundo.

Por tanto, ¿cómo, iglesia, cómo recibimos este tipo de corazón de misericordia? ¿Cómo podemos nosotros, como iglesia, como individuos, y familias, ser marcados y caracterizados por una misericordia radical diferente a la del mundo, para que las personas miren a la iglesia, más específicamente a nuestra iglesia y digan: “Hay misericordia fluyendo desde esa iglesia, desde esas personas, desde esos individuos y familias, hay misericordia fluyendo desde ellos, una misericordia totalmente diferente a todo lo demás en el mundo”? ¿Cómo podemos recibir ese corazón de misericordia?

El corazón de misericordia…

Quiero mostrarles tres pasos muy simples para lograr el corazón de misericordia que Jesús está mostrando.

Vea el amor que Dios requiere.

Primero, vea el amor que Dios requiere. Este es el punto de partida. Cuando este abogado preguntó a Jesús qué necesitaba a fin de heredar la vida eterna, Jesús no le señaló la Ley, porque la Ley podría salvarle. Jesús le señaló la Ley porque la Ley nos muestra nuestra necesidad de salvación -clave. ¿Qué dice la Ley?

La Ley tiene dos requerimientos fundamentales que son enfatizados aquí. Número uno, un amor indivisible por Dios, un corazón y mente total, perfecta, y completamente absortos en el amor por Dios, un afecto por Dios, esto es lo que la Ley requiere, amor indivisible, un afecto indivisible por Dios. Y entonces, en segundo lugar, la Ley requiere un amor abnegado por los demás, “ama a tu prójimo como a ti mismo”.

El samaritano

Piense en esta escena del samaritano. El samaritano viene a una persona que ni siquiera conoce. Este es el único modo en que podría describirlo, tratando de captar la imagen de este camino sangriento. Imagine que está caminando por un callejón oscuro en el centro de la ciudad, y ve a un hombre gimiendo junto al camino. Ha sido herido, una pandilla obviamente le asaltó y golpeó, dejándolo por muerto. Y entonces usted le ve, se da cuenta de que hay una pandilla que le hizo esto y esa pandilla podría estar en la oscuridad mirándole a usted en ese momento.

Y entonces, ¿es su primer instinto correr hacia él, o correr huyendo de esa escena? “Bien, quiero decir, si huyo de esa escena, ¿llamaría a alguien y le dijera que fuera?” Bien, ciertamente, pero no seamos demasiado duros con el sacerdote o el levita aquí. Veámonos a nosotros mismos en esta escena y percatémonos de qué es el amor abnegado que sin cuestionar, sin dudar, por alguien que ni siquiera se conoce, por alguien que se supone que se debe despreciar, va, el samaritano va, y comienza cuidarle.

¿Alguna vez ha hecho eso? ¿Alguna vez ha visto a alguien en necesidad, en urgente necesidad, e inmediatamente, sin dudar o preguntar, ha hecho lo necesario para satisfacer esa necesidad? ¿Alguna vez ha hecho eso por alguien? Supongo que lo ha hecho. Supongo que casi todo el mundo lo ha hecho por alguien, y ese alguien por quien lo ha hecho es usted mismo.

Cuando usted se encuentra a sí mismo en urgente necesidad, inmediatamente responde sin preguntar o dudar para asegurarse de que su necesidad sea satisfecha. Y Jesús dice: “ama a tu prójimo así. Ama a los desconocidos, ama así a los enemigos”. ¿Es eso natural? Ciertamente no. ¿Quién puede medirse según este estándar? El amor indivisible por Dios, el amor abnegado por los demás, ¿quien intentará justificarse a sí mismo ante ese estándar? Nadie puede, y ese es el punto. Vea el amor que Dios requiere. Esto nos lleva al segundo paso.

Acepte el amor que Dios ofrece.

Vea el amor que Dios requiere y entonces, en segundo lugar, acepte el amor que Dios ofrece. No lo pase por alto, esto es clave para comprender esta historia. Necesitamos reconocer nuestra pobreza. A fin de cuidar a los pobres, necesitamos reconocer nuestra propia pobreza. Y esto es lo que Jesús está haciendo en el corazón y vida de este hombre, y él no lo estaba comprendiendo. No estaba comprendiendo.

Si usted piensa en ello, ¿qué hubiera ocurrido si, en esta conversación, Jesús hubiera dicho: “¿Qué está escrito en la ley?”? Y él dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Y Jesús dijo: “Tienes razón, has respondido correctamente. Haz esto y vivirás”. ¿Qué hubiera ocurrido si el hombre, luego de escuchar a Jesús decir eso, hubiera respondido: “No puedo hacerlo? No puedo amar a Dios con todo lo que tengo. No puedo amar a mi prójimo como me amo a mí mismo. No puedo mostrar este tipo de amor. Ten misericordia de mí, oh Dios, no puedo vivir según ese estándar”. Si este hombre, este experto en la Ley hubiera respondido así, toda la conversación habría cambiado, ¿no es cierto? Toda la conversación habría cambiado.

Lo que necesitaba este hombre era percatarse de su propia pobreza. Pensó que era espiritualmente rico. Pero era espiritualmente pobre, tratando de justificarse a sí mismo. Y así, con el propósito de tener este tipo de corazón y misericordia, nosotros necesitamos percatarnos de nuestra pobreza y ello nos abrirá el camino para ahora recibir Su misericordia. Reconocemos nuestra pobreza, y vemos Su misericordia.

No se equivoque. El hombre con quien el experto en la Ley puede identificarse es el hombre que fue golpeado, quien está en necesidad. Y sí, nosotros queremos ser cuidadosos para no cometer esos errores alegóricos donde se toma cada pequeño detalle y lo aplicamos a diferentes cosas. La realidad de esta escena está mostrándonos, indudablemente, el modelo de la misericordia de Dios en todas las Escrituras.

La realidad de las Escrituras

La realidad de las Escrituras es que, sí, sin lugar a dudas, usted y yo estuvimos muertos en nuestro pecado, muriendo en nuestra desobediencia, mereciendo muerte eterna, y Dios en lo alto hizo pobre a Su Único Hijo para que viniera en medio de las heridas de nuestro pecado a sanarnos, a levantarnos, a limpiarnos y completarnos, y Él sí pagó el precio por todo eso. Esta es la misericordia de Dios hacia nosotros, y esta es la clave.

Nunca podremos mostrar la misericordia divina a otros hasta recibir la misericordia divina nosotros mismos. Nunca podremos mostrar una misericordia semejante a la de Dios hasta que conozcamos la misericordia de Dios, la profundidad de quienes somos, y esto es lo que hace que la misericordia cristiana, la misericordia del evangelio sea diferente; si usted no clama por la misericordia de Dios, no importa cuán bueno pueda ser según los estándares de este mundo, estará limitado en la misericordia que muestra, porque hay una misericordia de Dios que necesitamos en nuestros propios corazones, que entonces sobreabundará hacia otras vidas.

Dé el amor que Dios desea.

Esto es lo bello, nosotros vemos el amor que Dios requiere, aceptamos el amor que Él ofrece, “ten misericordia de mí”, y ello nos lleva al tercer paso, damos el amor que Dios desea. Ahora, hay una misericordia en nosotros que fluye desde nosotros hacia otros. Y esto, hermanos y hermanas, es el evangelio de la misericordia llevada por la gracia. ¡Es tan importante!, esta es la razón por la que vemos una y otra vez y otra vez y otra vez, en toda la Escritura, que ese amor de Dios está relacionado con el amor por los demás; porque cuando el amor por Dios es una realidad en nuestro corazon, entonces el amor por los demás fluye como un desbordamiento sobrenatural por lo que Dios ha hecho en nuestro corazón.

El amor de Dios nos impulsa

Su amor, subráyelo, el amor de Dios nos impulsa. Su corazón, Su misericordia, Su gracia en nosotros, nos cambia y transforma el modo en que vemos a los demás, de modo que -esto es esencial, quiero decirlo nuevamente porque es algo que quiero que esté constantemente en nuestra mente- no es la culpa la que nos motiva a cuidar a los demás.

¡Esta es una línea tan fina!, y quiero ser cuidadoso, como pastor, mientras hablamos de una preocupación radical por los pobres. Creo que es importante que enfrentemos las realidades en el mundo que nos rodea. Necesitamos ver la pobreza como lo que realmente es. Necesitamos ver nuestra riqueza como lo que realmente es. Pero si eso es todo, si solo nos detenemos allí y decimos: “Tenemos que dar a los pobres porque tenemos tanto dinero, porque nos sentimos mal si no lo hacemos”, entonces solo avanzaremos un poco, y nos desgastaremos. Así que esto quiero que lo evitemos.

No significa que no podamos abrir nuestros ojos a estas realidades. Necesitamos ver estas realidades, necesitamos percatarnos de que no estamos motivados por la culpa para ayudar a los pobres, estamos motivados a ayudar a los pobres por el evangelio, porque tenemos un Dios que envió a Su Hijo a volverse pobre para que pudiéramos ser ricos. Esto está en 2da a los Corintios 8 y 9, esta es la motivación del evangelio para dar, porque Cristo, en Su misma esencia, lo ha hecho en nuestros corazones y en nuestras vidas, y esto sobreabunda hacia otros.

¿Por qué usted, en un callejón oscuro, viendo a un hombre gimiendo y en una situación peligrosa iría y le ayudaría? ¿Por qué miraría a una prostituta o a un alcohólico o a un drogadicto, o a alguien despreciable o peligroso o sucio o enfermo, por qué miraría a aquellos que están en peores condiciones? ¿Por qué se inclinaría a ellos su corazón? ¿Por qué se acercaría a ellos sin cuestionar o dudar?

Porque usted sabe que aunque quizás no tenga experiencia en esas condiciones físicas específicas, hubo un día en que usted era totalmente despreciable, y estaba muerto en sus pecados. Y el peligro del pecado le inundó y absorbió, y nada había en usted que pudiera sacarle de allí. Y Cristo vino y le buscó, y tocó su corazón herido, muerto.

Y le dio vida, y le limpió, y le completó, para que ahora tenga sentido mostrar ese mismo tipo de misericordia hacia otros, para que ahora no nos sentemos al fondo y nos escondamos detrás de las pantallas de humo tan comunes en la cultura consumista norteamericana: “Bien, estas son las razones por las que no puedo dar a los pobres: esta, esta, esta, o esta”. Y sí, hay modos en que debemos ser sabios, debemos ser sabios en cómo usamos los recursos de Dios, pero cuando la misericordia de Dios ha transformado nuestro corazón, entonces la misericordia que se desborda hacia otros es impulsada por Dios.

Algunos dicen: “Bien, ¿realmente se supone que cuidemos a los pobres que han traído pobreza sobre sí mismos? ¿Qué hay con el pobre que ha tomado decisiones en su vida, malas decisiones, y trajo pobreza a su vida? ¿Aún se espera que le cuidemos? Es aquí donde amo a Jonathan Edwards, él dijo:

La pobreza por ociosidad

Si han venido a la pobreza por ociosidad, vagancia, o auto-indulgencia, no estamos excusados de la obligación a aliviarles a menos que continúen en esos vicios. Si nos excusamos de ayudarles, estaremos actuando contrario a la regla de amarnos unos a otros como Cristo nos amó. Cristo nos amó, se compadeció de nosotros, y se entregó a Si mismo para aliviarnos de todo el faltante y miseria que trajimos sobre nosotros mismos por nuestra propia necedad y maldad. Nosotros, necia y tercamente alejamos las riquezas que nos fueron provistas y con las que pudimos haber vivido y con las que pudimos haber sido felices hasta la eternidad; pero Él nos amó.

¡Sí! Todos hemos traído pobreza sobre nosotros mismos, y Cristo ha venido y nos ha salvado y nos ha redimido con Su misericordia y amor. Y por eso no pensamos en la misericordia del modo que el mundo piensa en misericordia, pensamos en la misericordia de un modo radicalmente diferente. El evangelio transforma…

Su amor nos impulsa, Su amor nos envuelve… la misericordia expresada en este pasaje no es solo la suficiente para sobrevivir. La misericordia no restringe quién es amado. Claramente, parte del mensaje de la historia es enfatizar que este líder religioso, quien está buscando minimizar quién es el prójimo, necesita percatarse de que su prójimo es cualquiera que esté en necesidad.

Usted casi puede escuchar al norteamericano común junto a Jesús aquí diciendo: “¿Cuán lejos tengo que llegar con este asunto?” Como diciendo, “Obviamente, tenemos que ser cuidadosos con esto, esto, esto, y esto. Bien, ¿por quién realmente tengo esa responsabilidad? ¿No es esa la responsabilidad del gobierno? Bueno, difícilmente tengo suficiente para cuidar de mí mismo”. Y Jesús está diciendo: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Esto es tan diferente.

Una misericordia que no restringe quién es amado, y una misericordia que no restringe cuánto se es amado. Jesús subraya la completa recuperación de este hombre, de comienzo a fin. Él continúa dando y dando y dando, y no solo le lanza un cheque y continúa adelante. Él está involucrado en la vida de este hombre. Su amor nos impulsa, Su amor nos abarca, y Su amor es costoso.

La misericordia de Dios toma riesgos

No lo pase por alto, la misericordia de Dios toma riesgos. Toma grandes riesgos para detenerse en el callejón e ir al hombre, arriesgando la seguridad, la agenda, la salud, el dinero, todo por una persona que ni siquiera conoce, todo en un hombre que algunos en su comunidad castigarían por siquiera mirar. No lo pase por alto. El sacerdote, el levita, el samaritano, todos ven la necesidad del hombre, y solo uno da el paso y toma el riesgo de satisfacer la necesidad del hombre.

Una cosa es estar inundados y ver la necesidad alrededor de nosotros en lo relativo al pobre; y otra muy diferente es cuando el pueblo de Dios hace lo que usted está haciendo en tantos modos diferentes y da un paso al frente y toma algunos riesgos por los desconocidos. “No sé qué significa todo esto, cómo sería todo esto”.

¡Sí! La misericordia de Dios toma grandes riesgos, la misericordia de Dios involucra un gran sacrificio, un sacrificio de inversión personal. El samaritano está íntima y personalmente involucrado con la vida de este hombre. Amo lo que dijo un comentarista. El comentarista dijo: “Jesús está atacando la complacencia de los religiosos acomodados quienes se protegen a sí mismos de las necesidades de otros”. Está atacando la complacencia de los religiosos acomodados quienes se protegen a sí mismos de las necesidades de otros. Oh, no quiero ser contado entre -no quiero que seamos contados- entre quienes nos protegemos a nosotros mismos de las necesidades de los demás, quienes se aíslan y resguardan de las necesidades del mundo a nuestro alrededor, en nuestra ciudad y en todas las naciones.

La misericordia de Dios

La misericordia de Dios toma grandes riesgos, involucra un gran sacrificio, y la misericordia de Dios nos lleva hacia una gran recompensa. Esta es la idea, le cuesta al samaritano, sin lugar a dudas, le cuesta al samaritano, y le costará a cualquier persona, a cualquier familia, y le costará a esta iglesia. Cuando comenzamos a dejar que la misericordia de Dios y el evangelio fluyan desde nosotros hacia esta ciudad y hacia todas las naciones, el costo será grande. Pero les ruego que consideren que el costo de no mostrar este tipo de misericordia es mucho, mucho, mucho mayor.

El costo de ver al necesitado y mirar en otro sentido, y rodearle, el costo es grande para los que están en necesidad, claramente para aquellos de quienes hablaremos en el próximo sermón, el billón y medio de personas que no tienen el evangelio, quienes continuarán viviendo y muriendo sin siquiera escuchar el evangelio, el costo será grande para ellos; el costo será eternamente grande para ellos. El costo será grande para esos 26 000 niños que mueren cada día de hambre y enfermedades prevenibles, el costo será grande para ellos si continuamos gastando nuestros recursos en nosotros mismos.

Pero quiero que consideren que el costo no será grande para ellos, será grande para nosotros mientras caminemos y hagamos oídos sordos y ojos ciegos a esas necesidades, porque perderemos lo más importante, no olvide el contexto, perderemos lo que es la vida eterna. Perderemos el gozo infinito, el gozo infinito de recibir misericordia de Dios y reflejar la misericordia – esa misericordia al mundo que nos rodea. Perderemos de vista el gozo y satisfacción infinitos que provienen de un corazón que simplemente sobreabunda con misericordia.

¿Queremos ese tipo de corazón? Entonces veamos el amor que Él requiere. Nosotros no podemos fabricar el amor por Dios y por los demás, de modo que simplemente aceptamos el amor que Él ofrece. Clame, ruegue pidiendo misericordia sobre su propia alma, y entonces con esa misericordia dentro, con una misericordia saturada del evangelio, permita que fluya hacia otros alrededor nuestro.

Dios, que nosotros, como individuos, familias, y como iglesia, estemos marcados por una misericordia radical llevada por el evangelio, una misericordia por las necesidades en el mundo.

David Platt

David Platt sirve como pastor en el área metropolitana de Washington, D.C. Es el fundador de Radical.

David recibió su doctorado del Seminario Teológico Bautista de New Orleans y es el autor de Don’t Hold Back [No te quedes donde estás], Radical, Sígueme, Contracultura, Algo tiene que cambiar, Before You Vote [Antes de votar], así como los varios volúmenes de la serie Christ-Centered Exposition Commentary [Comentario Expositivo centrado en Cristo]. 

Vive junto con su esposa e hijos en el área metropolitana de Washington, D.C.

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