Como Cristo es la cabeza de la iglesia, estructuralmente la iglesia debe centrarse en Cristo. Para avanzar como iglesia, se recuerda a cada miembro que crezca en su relación con Cristo. En este mensaje sobre Mateo 16:13–28, el pastor David Platt llama a la iglesia a ser misional, viviendo en Cristo. Para que la iglesia esté en el camino correcto, se identifican cuatro aspectos no negociables:
1. Conocerlo más íntimamente.
2. Confíar en Él completamente.
3. Proclamarlo con más audacia.
4. Obedecerlo más sacrificialmente.
Permítanme invitarles a abrir conmigo sus Biblias en Mateo 16. Quiero referirme a una pregunta que es un tema de mucho debate y discusión en el mundo eclesial. “¿Qué hace un pastor? ¿Quién es el pastor? ¿Cuál es el rol del pastor?” Muchas personas ven al pastor como el modelo tipo Director Ejecutivo. Así es como dirige el pastor. ¿Es el pastor un Director Ejecutivo? ¿Funciona el pastor como un pastor de ovejas? ¿Es el pastor un líder espiritual o un consejero? ¿Es el pastor un administrador de negocios, un administrador de una corporación? ¿Cómo luce un pastor? Hay muchas discusiones diferentes sobre cuál es el rol del pastor. No quiero profundizar en toda esa discusión en esta mañana, pero quiero dejar algo bien en claro. No soy el Director Ejecutivo de esta iglesia. No soy la cabeza de esta iglesia. No soy quien toma las decisiones en esta iglesia.
Alguien pudiera decir: “Pero tú eres el pastor. Alguien tiene que tomar las decisiones. Tú tomas las decisiones”. En un sentido supremo, yo no soy quien toma las decisiones en esta iglesia. No soy el líder de una corporación, y esta no es mi iglesia. Damas y caballeros, Jesucristo es la cabeza de esta iglesia. Él es el Director Ejecutivo. Él toma las decisiones. Esta es Su iglesia, y en un sentido supremo, yo estoy convencido que, basado en las Escrituras, las responsabilidades de mi trabajo y mi rol se reducen hasta una sola actividad fundamental. Dirigir la atención de ustedes hacia la gloria de Jesucristo, y que le vean por quien Él es. Porque estoy convencido de que si puedo hacer eso, entonces ustedes se sentirán impulsados a hacer discípulos de todas las naciones, y serán llevados por una pasión por Él, para dar a conocer Su gloria en todas las naciones. Entonces, ese es mi trabajo. Esa es mi responsabilidad.
Por tanto, mientras comenzamos a mirar a qué se parece la estructura de la iglesia, pregunto: ¿cómo podemos organizarla mejor para lograr esta misión? Este es el lugar más apropiado para que comencemos a mirar qué significa que Jesús sea la cabeza de la iglesia. ¿Qué consecuencias tiene para la iglesia, en la práctica? Creo que Mateo 16 nos da algunas respuestas a esa pregunta. Comenzaremos en el versículo 13. La Biblia dice:
Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, Jeremías o uno de los profetas.
Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos. Entonces ordenó a los discípulos que a nadie dijeran que Él era el Cristo.
Desde entonces Jesucristo comenzó a declarar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día. Y tomándole aparte, Pedro comenzó a reprenderle, diciendo: ¡No lo permita Dios, Señor! Eso nunca te acontecerá. Pero volviéndose El, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma? Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su conducta. En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su reino.
Cuatro verdades no negociables para la iglesia…
Ahora, en este pasaje de las Escrituras, quiero que veamos cuatro verdades no-negociables para la iglesia, si es que vamos a ocuparnos de esta misión, y si, como comunidad de fe, vamos a ir juntos en este viaje. Cada una de ellas gira alrededor de la persona de Cristo y de Su rol como cabeza de la iglesia.
Debemos conocerle íntimamente.
Primero que todo, número uno, debemos conocer íntimamente a Jesús. Este pasaje comienza, en realidad, con la discusión entre Jesús y Sus discípulos sobre Su identidad, sobre quién es Él. Allí están en la región de Cesarea de Filipo, y Jesús dice: “¿Quién dicen las personas que es el Hijo del hombre?”
“El Hijo del Hombre” es un término que Jesús a menudo usaría para referirse a Sí mismo en los evangelios. Ellos dirían: “Bien, algunas personas dicen: “Juan el Bautista”. Otras personas dicen: “Elías”, otros dicen: “Jeremías”, o “uno de los profetas”. Básicamente, esta es una imagen de mucha confusión sobre quién es Jesús en ese momento. Muchas personas piensan que Él es Juan el Bautista reencarnado, o Elías reencarnado, o Jeremías reencarnado, o uno de los profetas. Por tanto, por lo menos, Él es una persona bastante buena, quizás incluso alguien piadoso, pero no estamos exactamente seguros de quién sea.
Así que hay mucho cuestionamiento, en este momento, sobre quién es Jesús. Bien, yo recomendaría establecer una correlación directa entre aquel día y el nuestro. Obviamente, vivimos en una cultura donde hay una tendencia muy fuerte a hacer esas mismas preguntas. “¿Quién es realmente Jesús?” Sea en el Código Da Vinci, o en el evangelio de Judas. Sea en nuestro día, o diez años atrás, o veinte años atrás, o 200 años atrás, siempre ha habido preguntas sobre quién es Jesús. Muchas personas están dispuestas a decir que Él es una buena persona. Muchas personas están dispuestas a decir que Él es una persona piadosa, y que hace muchas cosas buenas. Sin embargo, ¿quién realmente decimos que es Él?
Quiero que vean, en lo referido a conocerle íntimamente, que quien decimos que es Jesús determinará todo en el modo en que le seguimos, y quiero que usted se aferre a esa verdad. Quien decimos que es Jesús en nuestras vidas, determinará todo en el modo en que seguimos a Jesús. Si decimos que Jesús es un buen maestro, entonces le seguiremos como tal. Escucharemos algunas verdades que Él tiene que decir y las obedeceremos de algún modo. Si decimos que Él ha hecho algunas buenas obras, que quizás incluso tiene algunas buenas ideas, entonces le prestaremos atención en los domingos en la mañana y luego nos alejaremos, y viviremos nuestras vidas como queramos. Sin embargo, si vamos a decir: “Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente; el Señor, el Dios del universo”, entonces eso cambiará todo en el modo en que vivimos. Quien digamos que es Jesús, determinará el modo en que le seguimos.
Incluso la semana pasada, cuando hablábamos de este Jesús imaginario que muchas veces creamos, de un Jesús contento con nuestro materialismo y con nuestra excesividad e individualismo, de acuerdo con que vivamos nuestras vidas según los estándares del mundo. A nosotros nos es muy fácil crear a un Jesús para que sea quien queremos que sea, o quien deseamos que sea. Sin embargo, Jesús está diciendo aquí, desde el mismo comienzo, que para poder seguirle, tenemos que conocerle en realidad. Esto es grande.
Nos volvemos tan subjetivos en lo relativo a la espiritualidad y a la fe en nuestra cultura, que comenzamos a pensar: “Bien, si quiero experimentar en la vida cristiana todo lo que la vida cristiana tiene, entonces tengo que trabajar para reunir suficiente fe y llegar a sentir las emociones correctas y hacer todo eso a fin de seguir verdaderamente a Jesús”. Por tanto, de paso, pasamos por alto el hecho de que lo importante no es cuánta fe tengamos; sino cuál es en realidad el objeto de nuestra fe. ¿Cuán bien conocemos al objeto de nuestra fe?
Permítanme darles una ilustración. Mi mentor y yo, en el seminario, estábamos predicando en una parte rural del país. Esto fue hace una par de años. Estábamos predicando en dos lugares diferentes en esta parte del país, pero predicábamos el viernes en la noche, y teníamos que regresar al seminario el siguiente sábado en la mañana, y yo debía regresar el sábado en la noche para predicar de nuevo allí, en aquella parte rural del país. Son alrededor de cuatro o cinco horas manejando. Por tanto, no había modo de lograrlo. Llamé al joven ministro. Dije: “no sé cómo va a ocurrir esto”. Él dijo: “Bien, tengo a una persona en mi iglesia quien tiene un avión”. Dije: “bien”.
Así que comencé a pensar: “Sabes que un avión privado te va a llevar de una parte del país a otra. ¡Esto es algo grande! Debo ser muy importante”. Me levanté temprano en la mañana. Mi mentor y yo estábamos allí como a las cuatro o cinco de la mañana. Salimos a este viaje aéreo hacia la parte rural del país. El piloto está sentado en su avión, dormido. Entonces, yo toco la puerta y lo despierto. “¿Listo para llevarnos?” Así que él sale y prepara el avión. Nos subimos. Hay espacio para tres. Este hombre está a mi izquierda. Yo estoy en el asiento delantero, y mi mentor en el trasero.
Estamos dando la vuelta a la pista de aterrizaje, por decirlo de algún modo, y mientras nos preparábamos para nuestro despegue, de repente mi puerta se abre. El hombre me mira y dice: “¿Es esa tu puerta?” Dije: “Sí, esa es mi puerta. Está abierta”. Dijo: “Ah, olvidé cerrarla”. Así que sale, da la vuelta, y yo miro alrededor detrás de mí. Los ojos de mi mentor están muy abiertos. El hombre cierra la puerta y regresa. Dije: “No quiero ser brusco o algo, pero solo es por curiosidad, ¿y si eso ocurriera a 10 000 pies? ¿Sería eso un problema?”
Usted sabe, mientras despegamos y volamos en ese avión, comienzo a pensar que realmente no importaba cuánta fe yo tuviera en ese avión. Cuando el ala derecha caiga de ese avión, y descendamos, no importará cuánta fe yo tenga. Lo que va a importar es en qué puse mi fe. Usted ve, realmente no importa cuánta fe tengamos. Lo que importa es que pongamos nuestra fe en lo correcto. Usted puede tener mucha fe en el Jesús equivocado, incluso durante toda su vida cristiana, y así perderá de repente todo el propósito. Tenemos que mirar la Escritura y conocer a Cristo por quién Él es.
Usted ve ese próximo espacio en blanco allí. Nuestra meta no es tener una gran fe; nuestra meta es tener solo un poquito de fe en un gran Dios. ¿Ve la diferencia? ¿Qué dice la Biblia? Si tiene una fe tan pequeña como una semilla de mostaza, ¿qué ocurrirá? Usted puede mover montañas. Solo es necesaria un poco de fe en un gran Dios. Hubo un predicador en una ocasión, un evangelista, quien viajaba y hablaba en diferentes lugares, y una persona vino a él una vez, y le dijo: “¿Cómo sabe usted, mientras viaja todo el tiempo, que su esposa le es fiel?”. Él dijo: “Sé que mi esposa me es fiel. Eso no es un problema”. Él hombre siguió presionando. Una y otra vez, continuó haciendo la misma pregunta. “¿Cómo sabe usted, cómo sabe realmente? ¿Qué hace usted para asegurarse de que ella le es fiel cuando está lejos?” Él siguió respondiendo: “Solo sé que ella me es fiel”. El hombre había preguntado suficiente. “¿Por qué?, usted es un hombre de gran fe. El predicador miró al hombre: “No soy un hombre de gran fe; soy un hombre con una gran esposa”.
Aquí hay una gran diferencia entre tener mucha fe en un dios pequeño, y tener solo un poco de fe en un gran Dios. Esa creo que es mi meta como líder, como pastor de esta iglesia: mostrarles a Cristo semana tras semana. No es llegar aquí arriba, subir aquí y dar un sermón. No es venir aquí arriba y tocar alguna tonadilla de modo que usted se vaya y diga: “Eso sonó bien”. Mi meta es subir aquí y abrir la Palabra de Dios y mostrarles una imagen de Cristo y mostrarles quién es Él, porque estoy convencido de que si ustedes pueden ver quién es Cristo, ello cambiará sus vidas, transformará sus vidas. Teniendo solo un poco de fe en esa imagen de Cristo.
Quiero mostrarles un par de citas que son realmente muy fundamentales en toda mi filosofía y teología en la predicación. Una es de un hombre llamado James Stewart. Dijo: “Si no estamos decididos a lograr que Cristo sea predicado en cada sermón, entonces es mejor renunciemos a nuestra comisión sin dilación, y busquemos otra vocación”. Si dejo de mostrarles a Cristo, entonces ustedes pueden dejar de escucharme; si no estoy mostrándoles a Cristo cada semana, entonces necesito encontrar otro trabajo.
Carlos Spurgeon lo llevó un paso más lejos. Dijo:
Nosotros predicamos a Cristo. ¿Qué hará el Espíritu Santo con nuestra predicación si no glorificamos al Señor Jesús? Si no le exaltamos en la estima del hombre, si no obramos para hacerle Rey de reyes y Señor de señores, no tendremos el Espíritu Santo con nosotros. Vana será la retórica, la música, la arquitectura, la energía, y el estatus social. Si nuestro propósito no es magnificar al Señor Jesús, trabajaremos solos y trabajaremos en vano.
Esa es una buena palabra para nosotros en la iglesia actual. Toda la música y toda la plática y todos los edificios agradables son vanos si Cristo no está en el centro, y si Él no está guiándolo todo. La meta en cada domingo en la mañana no es venir aquí y sentirnos bien; la meta es buscar a Cristo, glorificar a Cristo, honrar a Cristo, y que nuestras vidas cambien como resultado. Debemos conocerle íntimamente. Debemos conocerle por quien realmente es.
Debemos confiar completamente en Él.
Segundo, debemos confiar completamente en Él. Ahora, llegamos aquí, y Jesús le ha preguntado a estas personas: “¿Quién creen ustedes que soy yo?” Pedro se levanta como representante de los discípulos. Dice: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Hace una confesión de fe en quién es Él. “Cristo”, literalmente es el término que se refería al Mesías tanto tiempo esperado en aquella época. Pedro está acercándose. No había comprendido completamente quién es Cristo, como veremos después en este pasaje, pero como representante de los discípulos, dice: “Sabemos que no eres Juan el Bautista. No eres simplemente Elías. Sabemos que Tú eres el Cristo. Eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente”.
Entonces, ellos comienzan este diálogo. Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Ahora, estos dos versículos son algunos de los más divisivos en la historia del cristianismo, porque este es uno de los grandes pasajes que realmente divide a evangélicos y católicos. La iglesia católica mira este pasaje y dice: “Aquí Jesús está instituyendo a Pedro como Papa, por decirlo de algún modo, como líder de la iglesia”. Y de allí vienen algunas conclusiones. Por tanto, cuando un nuevo Papa sube a bordo, él es la siguiente persona en el linaje de Pedro. Ellos trazan todo el linaje de vuelta a él, como líder de la iglesia.
¿Quién es la roca en este pasaje?
Entonces, en realidad, la pregunta es: ¿quién es la roca en este pasaje? ¿Es Jesús? ¿Es Pedro? ¿Quién está a cargo aquí? ¿Sobre quién es edificada la iglesia? Usted puede ver la importancia del Papa en la iglesia Católica. Quiero decirle que no creo que la iglesia deba edificarse sobre mí o sobre alguien más. Creo que la iglesia es edificada sobre el fundamento de Cristo. ¿Quién es el arquitecto de la iglesia? El arquitecto, el edificador de la iglesia es Jesús. Él dijo: “Yo Soy quien edificará mi iglesia”.
Ahora veremos qué significa la roca, creo, solo en un momento, pero tenemos que comenzar con el Arquitecto de la iglesia es Jesús. Él es quien edifica esto. Algunas personas me han preguntado: “¿Cómo le llamamos, pastor? ¿Le llamamos por su primer nombre? ¿Le llamamos pastor? ¿Le llamamos doctor? ¿Le llamamos reverendo? ¿Le llamamos Reverendo Dr. Pastor?” ¿Sabe?, si le gustan los títulos, puede hacerlo. Puede llamarme como quiera. He sido llamado cosas peores, pero no me llame Papa. No soy el Papa. No soy aquel en quien se basa todo aquí. Jesús dice: “Edificaré mi iglesia”.
Ahora, esto es inmenso. Ayer en mi casa, había algunos hombres que estaban trabajando edificando una plataforma. Voy a ser honesto y directo con ustedes. Soy un fracaso en lo que se refiere a edificar cosas así. Hay algunos hombres aquí quienes ahora mismo se sienten muy decepcionados, y por eso, me disculpo. Sin embargo, ese no es mi fuerte. No sé cómo hacer una plataforma. Yo tenía una pistola de clavos. Estaba jugando con ella un poco. El pastor de jóvenes me la quitó de las manos. Ese no es mi fuerte, para nada.
Por tanto, yo ni siquiera sabría por dónde comenzar a edificar una plataforma, que es probablemente una de las razones por la que ellos estuvieron allí, porque sabían que yo me heriría si estaba allí. Así que ellos se ocuparon de esto. No tengo idea de cómo construir una plataforma, pero estas personas sabían exactamente cómo hacerlo. Comenzaron a unir todas las piezas, y ahora, hay una plataforma fuera de mi casa.
Lo que quiero decirles es, del mismo modo, que quiero ser honesto con ustedes. Realmente, tampoco sé cómo construir una iglesia. Para algunos de ustedes, eso es una mala noticia. Así que están pensando: “Realmente nos equivocamos. ¿Por qué dijimos que queríamos que este hombre fuera nuestro pastor?” Supongo que sería algo frío que yo viniera una semana después y dijera: “Bien, en realidad no sé cómo pastorear. No conozco cómo guiar una iglesia, o cómo edificar una iglesia”.
Sin embargo, quiero mostrarles algo. Retenga su posición aquí en Mateo. Quiero que venga conmigo a Juan 6. Quiero mire conmigo el versículo 37. Quiero que vea esto conmigo, y luego quiero que saltemos un poco hacia adelante para hacer un recorrido por el libro de Hechos. El arquitecto de la iglesia es Jesús. Juan 6:37:
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que Él me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final”.
Ahora, quiero que usted vea aquí en Juan 6 que Jesús dice: “Estoy en el negocio de atraer a los hombres a Mí mismo. Eso es lo que yo hago, eso es lo que la Voluntad de mi Padre quiere que yo haga, y es todo lo que Él me encomienda, yo los atraigo a ellos hacia Mí mismo”. Quiero que lo vean en Juan. Jesús está en el negocio de acercar personas a Sí mismo.
Ahora, con ese fundamento en los Evangelios, vaya conmigo a Hechos 2. Es un libro hacia la derecha. Vea Hechos 2. Ahora, quiero que vea final de Hechos 2, en el versículo 42. Este es un pasaje en el que nos vamos a sumergir más profundamente, espero, después en este año. Sin embargo, quiero que veamos el comienzo de la iglesia. Es aquí donde comienza la iglesia del Nuevo Testamento. Este es básicamente, un párrafo que resume a la iglesia. Dice:
Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración. Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno. Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo”.
Ahora, escuche este versículo: “Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos”. ¿Quién está edificando la iglesia en Hechos 2? ¿Quién está añadiendo las personas? ¿El programa más moderno? ¿El truco más moderno? No, es Jesús. “Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos”.
Vaya conmigo a Hechos 11:14. Esta es la iglesia en Antioquía, que es realmente la primera base de envío misionero para la iglesia del Nuevo Testamento en el libro de Hechos. Aquí se habla de Bernabé, cuando vino al pueblo de Antioquía. Dice: “porque era un hombre bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor”. El mismo tipo de verbo aquí. Ellos fueron añadidos; fueron traídos al Señor. ¿Quién los trajo? ¿Los trajo Bernabé? No, Jesús los trajo. Eso es lo que vemos planteado en Juan. Es lo que vemos en Hechos 2. El Señor está añadiendo números. ¿Por quién son traídos al Señor? Por el Señor. El Señor atrae personas a Sí mismo.
Permítame mostrarle dos ejemplos. Mire en Hechos 13:48. Dice: “Oyendo esto los gentiles, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban ordenados a vida eterna”. Todos aquellos a quienes Dios estaba llamando y guiando, creyeron. Miremos un ejemplo más en Hechos 18:9. Este es Pablo en medio de Corinto. Este es un lugar muy difícil para que él desarrolle el ministerio en este momento. Hay mucho paganismo alrededor suyo. Él está pensando: “Quizás debiera irme”. El versículo 9 dice: “Y por medio de una visión durante la noche, el Señor dijo a Pablo: No temas, sigue hablando y no calles. Porque yo estoy contigo, y nadie te atacará para hacerte daño, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad”. Pablo permaneció por un año y medio enseñándoles la Palabra de Dios. Esto ocurrió antes de que en Corinto hubiera muchos cristianos. Jesús se aparece a Pablo en una visión y dice: “Pablo, tengo mucho pueblo aquí y estoy listo para añadirlos a mi iglesia”.
Ahora, basado en esto, quiero que vean que tenemos a un Salvador quien está en el negocio de edificar Su iglesia. Él está en el negocio de atraer personas a Sí mismo. Estoy convencido, basado en estos pasajes en el libro de Hechos, y en ese fundamento en los Evangelios, que si solo nos alineamos con Su Palabra y hacemos lo que Él dice que es importante, y nos entregamos a lo que Él dice que es importante, entonces creo que nuestro Salvador buscará añadir personas a un cuerpo al que pueda encomendar con Su Palabra. Podemos confiar en hacer lo que Él dice.
Es por esto que amo Hechos 2. Ellos se dedicaron a estas cosas, y el Señor añadió cada día a su número los que eran salvados. Creo, con todo mi corazón, que Dios tiene un pueblo en esta ciudad listo para añadir a una iglesia a la que Él pueda encomendar Su Palabra, a la que Él pueda encomendar Su gloria. Creo que Dios tiene un pueblo alrededor del mundo listo para atraerlo a Sí mismo mediante un pueblo al que Él pueda encomendar con Su Palabra, encomendar Su misión, y encomendar Su gloria. Quiero guiarnos a ser ese pueblo. Jesús sabe cómo edificar la iglesia. No tenemos que leer los libros más modernos de crecimiento eclesial para deducir cómo. Jesús lo tiene todo bajo control. Alineémonos con lo que Él dice que es importante, entreguémonos completamente a Él y confiemos en que Él añadirá, confiemos en Él para que añada la bendición.
¿Lo ve? Todo se resume a dos verdades. Primero, Él edifica Su iglesia por gracia. Esto no es algo que nos ganemos, que si hacemos suficientes actividades, entonces seremos la iglesia que necesitamos ser. Dios lo hace por gracia. Él añade personas a Su iglesia. ¿Por qué lo hace? Porque el que da la gracia, es quien recibe la gloria. No se equivoque en ese sentido. El que da la gracia, es quien recibe la gloria.
Esto es lo peor que puede ocurrir en los próximos días: Que el pueblo de esta iglesia salga y diga a las personas cuán grandiosa es la música aquí, o qué gran predicador hay aquí. “Venga a esta iglesia porque tiene buena música y un gran predicador”. Porque este es el problema: Si es por eso que las personas vienen, entonces más tarde aparecerá una iglesia con un mejor predicador y mejor música. Las personas simplemente irán allá, saltarán de iglesia en iglesia. Eso es lo que hacemos en nuestra cultura. Vamos de iglesia en iglesia según dónde esté el mayor predicador, dónde este la mejor música.
¿Qué ocurre cuando el centro de la iglesia no es la gran predicación o la gran música? ¿Qué ocurre cuando Cristo está en el centro de la iglesia? Entonces las personas saldrán y la palabra se esparcirá, y oro para que se riegue la voz de que en esta iglesia Cristo está siendo exaltado, y Cristo está siendo honrado, y Cristo está haciendo obras en esas personas, obras que nadie más podría explicar sin Su mano. Entonces, habremos captado el propósito. Confío en que Él sea Quien lo haga, porque quien da la gracia, recibe la gloria.
Segundo, Él lo hace, no solo por gracia, sino mediante Su pueblo. Note lo que Jesús dice a Pedro aquí, y en un momento llegaremos al asunto de la roca. Sin embargo, dice a Pedro, quien Él sabe que está a punto de ser uno de los principales líderes en la iglesia. En Hechos 1 al 10, Él es el líder en la iglesia. Jesús dice: “sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Él está encomendando a Pedro. Está diciendo: “Pedro, serás la clave en este asunto”.
Estoy convencido que nos dice lo mismo a nosotros hoy. Usted es la clave para hacer avanzar el reino de Dios. Él edificará Su iglesia mediante nuestras vidas. Note que no dice que lo hará basándose en programas, ni lo hará basándose en nuevas técnicas que podamos idear. Ni siquiera lo hará basado en sitios web o en la música. Todo eso es bueno, pero Él edificará Su iglesia mediante vidas transformadas, mediante personas que aman a Cristo, quienes tienen pasión por Cristo, y cuyas vidas están siendo transformadas por Cristo. Así es como vamos a hacer avanzar Su iglesia en esta ciudad. Así es como vamos a hacer avanzar Su iglesia en todas las naciones. Mediante nosotros, mediante Su pueblo.
He aquí la increíble verdad de este pasaje. “Edificaré Mi iglesia” La iglesia no es un edificio. La iglesia, en este pasaje, es la palabra griega “ekklesia”. Es una palabra que significa, básicamente, los “llamados”, el pueblo. “Voy a edificar mi pueblo”. Le pertenecemos. Somos Suyos. Esa es la imagen que Él nos da aquí, y es una imagen tan increíble que se esparce a lo largo del libro de Hechos.
Solo para salvar tiempo, no le pediré que vaya allá, pero quiero leerles un pasaje de Hechos 9:1-5. Ahora, quiero que me sigan. Aquí es cuando Pablo, quien había estado persiguiendo a todos los creyentes, recibe una visión de Cristo. Quiero que escuchen lo que ocurre. Dice:
Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos que pertenecieran al Camino, tanto hombres como mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén. Y sucedió que mientras viajaba, al acercarse a Damasco, de repente resplandeció en su derredor una luz del cielo; y al caer a tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Y él dijo: ¿Quién eres, Señor?
Y El respondió: Yo soy Jesús a quien tú persigues”
¿Entendió? Casi se puede pasar por alto aquí, en Hechos 9. Saulo ha salido. Está tomando creyentes y poniéndolos en prisión. Les está persiguiendo. Él está haciendo todas estas cosas a la iglesia, y Jesús viene y le dice: “Saulo, por qué persigues…” Note que no dice: “¿Por qué persigues a la iglesia?” O, “¿Por qué persigues a Mi pueblo?” ¿Qué está diciendo? Jesús dice: “¿Por qué me persigues?” Esto es bueno, ¿no? Yo no predico a personas que están siendo perseguidas. Jesús viene a Saulo y dice: “Si te metes con ellos, te estás metiendo conmigo. Estas personas me pertenecen. Somos uno. Ellos son Mi cuerpo”. ¡Qué escena más increíble!
Damas y caballeros, esos somos nosotros. Le pertenecemos, y Él quiere usarnos para proclamar Su gloria y para hacer avanzar a Su reino. Yo digo que confiemos que Él lo haga. Yo digo que confiemos en Él con la iglesia. Yo digo que confiemos en Él con nuestras vidas. Tenemos que conocerle y realmente confiar completamente en Él.
Debemos proclamarle con denuedo
Tercero, debemos proclamarle con denuedo. Ahora, aquí es donde llegamos al asunto de la roca. Para resumir el debate: ¿Quién es la roca en Mateo 16? Algunos dirán que Jesús se refiere a Sí mismo: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia”. En 1ra a los Corintios 3, vemos que Jesús es el fundamento de la iglesia. 1ra a los Corintios 10:4 habla de cómo Jesús es la roca. Efesios 2:20 dice que Él es la piedra angular. Por tanto, sabemos que, en cierto sentido, Jesús es definitivamente la roca.
Otras personas dirán: “Esto es algo intensamente personal para Pedro. Él es la roca sobre la que esta iglesia será edificada”. Yo diría, basado en el contexto de este pasaje, y lo que vemos desarrollado en el libro de Hechos, que aquí hay un poco de ambos. Usted tiene que cotejar todo el contexto y luego unir los puntos de este pasaje. Obviamente, Pedro todavía no es tan fuerte. Vemos después, que Él es fuertemente reprendido por Jesús. Esa no es una buena posición para quien va a tener la iglesia edificada sobre sí.
Sin embargo, al mismo tiempo, Pedro es quien enfrentó a los discípulos, y dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Es entonces que Jesús dice: “sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Creo que la imagen que recibimos aquí, en Mateo 16, es de Jesús diciendo: “Voy a edificar mi iglesia sobre esta roca”. La roca de la iglesia es el pueblo de Dios, proclamando a la persona de Cristo. Esa es la roca sobre la que se edifica la iglesia, y está edificada sobre la muerte salvadora y la resurrección de Cristo.
Sin embargo, no solo nos detendremos aquí. Si usted y yo en este salón somos quienes lo sabemos, quienes tenemos a Cristo morando en nuestros corazones, y salimos y proclamamos esa verdad, entonces estaremos haciendo exactamente lo mismo que hizo la iglesia para avanzar en el libro de Hechos. En Hechos 2:36, Pedro llega al final del primer sermón cristiano, y dice: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” Él le ha hecho Dios y Mesías. Aquí, cuando Pedro predica en Hechos 2, ocurre exactamente lo mismo que vimos en Mateo 16. Entonces, unos pocos miles de personas vienen para conocer a Cristo, y comienza a existir la iglesia. Esa es la imagen aquí.
¿Cómo avanza la iglesia? ¿Cómo crece la iglesia? Crece, y avanza, mediante hombres y mujeres que van al mercado, que van al barrio, y proclaman que Jesús es el Cristo, y cuentan a las personas Su grandeza y bondad. Así es como avanzará la iglesia. Oro para que esa sea la estrategia que adoptemos como familia de fe aquí. Que no dependamos del programa correcto, o de tener esto o aquello organizado, y sino que podamos realmente crecer como iglesia. Creceremos como iglesia, cuando los individuos se enfoquen seriamente en contar a otras personas las bondades de Cristo. Yo no puedo ir a los lugares donde ustedes viven y trabajan. Sea que usted está en una comunidad cerrada a donde yo no pueda entrar, o que usted tiene una tarjeta de acceso en su centro de trabajo a la que no puedo llegar, el hecho es que yo no puedo ir a esas personas, pero usted está con ellos por una razón. La iglesia experimentará la bendición de Dios y experimentará el propósito de Dios cuando nos entreguemos a esta roca. Somos nosotros yendo y proclamando la bondad de Dios en Cristo.
Quiero hacer todo lo que pueda para ayudarnos a equiparnos para hacer eso, pero estoy convencido, y quiero decir esto desde el mismo comienzo: que el alcance evangelístico fundamental para la iglesia no serán las personas viniendo aquí para un servicio de adoración. Oro para que las personas vengan a Cristo semana tras semana en nuestros servicios de adoración, pero el modo fundamental en que vamos a alcanzar a esta comunidad no será teniendo buenos servicios de adoración; será tomando seriedad y yendo hacia la comunidad y proclamando la bondad de Dios.
Esa es la roca de la iglesia, y Jesús dice que las puertas del Hades no la vencerán. Las puertas del Hades es básicamente un término que se refiere a la muerte en aquel tiempo, y dice: “La muerte no la vencerá”. ¿Cómo es que la muerte no nos vencerá? Bien, quien dijo estas palabras resucitaría de la tumba después de morir. Entonces, Él tomará a Su pueblo consigo. Jesús garantiza el éxito de esta misión. Es por eso que esta es la roca de la iglesia, porque cuando el pueblo de Dios está proclamando a la persona de Cristo, está en una misión que no es temporal. Está en una misión completamente eterna. Debemos conocerle íntimamente, debemos confiar completamente en él, y debemos proclamarle con denuedo en nuestra cultura.
Debemos obedecerle sacrificadamente.
Finalmente, número cuatro, debemos obedecerle sacrificadamente. Llegamos al final de este pasaje en Mateo 16, y Jesús dice estas ásperas palabras en las que meditamos la semana pasada. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”.
Aquí, permítanme unir los puntos desde Hebreos 13, fuera del campamento en la semana pasada, y Mateo 16: si vamos a encontrar nuestra vida, vamos a perderla. ¿Qué significa eso? Quiero ayudarnos a entender cómo se ve esto. ¿Cómo puede usted olvidar su vida y realmente encontrarla al final? ¿Cómo ocurre eso? ¿Por qué debiéramos sacrificarlo todo por esta misión? ¿Por qué debiéramos decir: “Toda mi vida y familia van a girar alrededor de Cristo y de Su misión”?
Primero, nuestro sacrificio siempre nos lleva hacia Su gloria. Él debe crecer; nosotros decrecer. Nuestro sacrificio lleva hacia Su gloria. Cuando deponemos nuestras vidas, decimos que ya no tratará acerca de nosotros. No serán mis sueños y mis planes y mis ambiciones, será acerca de Él. Cuando Él es exaltado, nuestro sacrificio es Su gloria. Nuestro sacrificio lleva hacia Su gloria.
Bien, segundo, Su gloria lleva hacia nuestra satisfacción. Cuando Dios es nuestra pasión, y cuando Él es Quien nos guía, Quien nos motiva, Quien nos mueve en nuestras vidas diariamente, entonces Su gloria es igual a nuestra satisfacción. Estamos más satisfechos cuando Él está siendo honrado y glorificado en nosotros.
Es por eso que los hombres en Indonesia, quienes están en medio de una ciudad devastada por un terremoto, quienes están plantando iglesias en toda esa ciudad, llevando el evangelio en la nación dominada por el islamismo, pero quienes tienen muy poco, y están experimentando persecución, son algunas de las personas más satisfechas que conozco en el mundo. Ellos están satisfechos porque Dios está siendo glorificado mediante ellos. No tienen muchas de las cosas que tenemos, pero saben que su satisfacción no se encuentra en esas cosas. Su satisfacción se encuentra en la gloria de Dios, quien está siendo dado a conocer mediante ellos. Ese es un modo totalmente diferente de mirar la vida.
Nuestro sacrificio lleva a Su gloria; Su gloria es nuestra satisfacción, y como resultado, usted une esas dos, y eso significa que nuestro sacrificio lleva a nuestra satisfacción. Cualquiera que pierda su vida, en realidad, al final, la encontrará. Por tanto, aquí está la buena noticia. Cuando yo le llamo, basado en la Palabra de Dios, a deponer su vida y familia para dar a conocer la gloria de Cristo en todas las naciones, y usted comienza a pensar que eso es difícil, y piensa: “Significa que voy a perderme muchas cosas”, no le estoy llamando a hacer algo que le traerá daño, o que, al final, le causará perder algo. Estoy llamándole a dar su vida para que pueda experimentar más, para que pueda experimentar de qué se supone que se trata la vida.
Estudiantes, cuando digo: dejen a un lado las drogas y las bebidas, y el sexo, y dejen a un lado la imagen y popularidad y las cosas que el mundo dice que son importantes, no les estoy pidiendo que renuncien al gozo que puedan tener como adolescentes. Les estoy llamando a sacrificar lo que no les trae gozo por lo que les traerá el gozo y satisfacción supremos. Si usted quiere experimentar lo que Dios quiere para usted como adolescente, entonces entréguelo todo y experimente la vida de hacer discípulos a todas las naciones. Es allí donde se encuentran el gozo y la satisfacción.
Cuando yo les llamo, hombres y mujeres, a decir en sus vidas: “Esto no tendrá que ver con edificar un currículo, o una carrera; ya no tendrá que ver con tener el mejor fondo de retiro que yo pueda tener”. Cuando les llamo a hacer eso, no les estoy llamando a perder oportunidades. Les estoy llamando a dejar ir lo que realmente no importa al final, y experimentar lo que realmente cuenta. Por tanto, nuestro sacrificio termina llevándonos hacia nuestra satisfacción. Esta es una economía bastante buena que Dios ha establecido aquí. Nuestro sacrificio realmente nos lleva hacia nuestro bienestar, porque Dios está siendo glorificado mediante nosotros, y es allí donde se encuentra nuestra satisfacción. Debemos conocer a Cristo y confiar en Cristo, y luego proclamar a Cristo, y finalmente, obedecer a Cristo sacrificadamente.
Entonces, ¿qué hacemos ahora?
Ahora, dicho esto, quiero que hagamos algo un poco diferente en respuesta a la Palabra. Quiero que ustedes identifiquen un paso que puedan dar para conocerle íntimamente, para confiar más completamente en Él, para proclamarle con más denuedo, y para obedecerle más sacrificadamente. Por tanto, a esto es a lo que le voy a invitar. En solo un momento, voy a orar por nosotros. Entonces, vamos a dedicar algún tiempo en oración y reflexión y pensaremos en estas preguntas. Quiero animarle a tomar ventaja de este tiempo antes de que llegue el resto del día, y a decir: “Esto es lo que voy a hacer en mi vida”. Este es el paso práctico que voy a dar para llegar a conocerle más íntimamente, para confiar más completamente en Él, para proclamarle con más denuedo, y para obedecerle más sacrificadamente.
Sé que para algunos de ustedes eso significa decir por primera vez: “Quiero comenzar una relación con Cristo. Quiero conocer a Cristo”. Quiero que usted sepa, si ese es su caso, y si ha venido aquí, y no conoce a Cristo, y nunca ha sido perdonado por todos sus pecados mediante lo que Él hizo en la cruz por usted, entonces quiero animarle diciéndole que nuestro sacrificio es nuestra satisfacción. Si usted quiere experimentar todo lo que tiene la vida, entonces permita que Su amor tome control de su vida. Permita que Su gracia le inunde. Pídale que le perdone por sus pecados y diga: “quiero entregarte mi vida para seguirte”. Allí descubrirá de qué trata la verdadera vida.
¿Orará usted conmigo? Dios, como hemos visto en Tu palabra en esta mañana, Tú eres digno. Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente, y queremos ser una iglesia que te ve como quien eres, y quien te obedece con todo lo que somos. Dios, oro para que nos conviertas en una iglesia que Te vea como nuestra Cabeza, y que desee conocerte más íntimamente. Dios, muéstranos cómo hacer eso. Queremos confiar completamente en Ti. Dios, muéstranos qué significa eso en nuestras vidas y en la iglesia como un todo. Dios, queremos proclamarte con denuedo. Dios, pon personas en nuestros corazones, las que Tú nos hayas encomendado. Creemos que tienes un pueblo en esta ciudad. Dios úsanos para guiar personas a Cristo en esta semana, y Dios, oramos para que nos guíes en este tiempo para obedecerte sacrificadamente, a fin de renunciar incluso a esas cosas a las que por largo tiempo nos hemos estado aferrando. Para que puedas ser glorificado, y al final, podamos experimentar Tu satisfacción. En el nombre de Jesús, oramos, amén.