¿Alguna vez te has sentido nervioso al invitar a alguien a la iglesia? Sé que puede ser intimidante, pero hay una verdad poderosa en 1 Juan 4:18 que puede ayudarnos: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”. Esto implica que nuestra confianza (en este caso de invitar a otros) no surge porque seamos convincentes o sepamos todas las palabras correctas—surge de un amor deliberado por las personas, una compasión genuina que refleja el corazón de Dios.
Hazlo personal
Hacer una invitación personal es una de las maneras más poderosas para invitar a alguien a la iglesia porque edificas sobre una conexión que ya tenías con esa persona. Sea que se trate de un amigo, un vecino o un compañero de trabajo, una invitación personal se siente más genuina y afectuosa. Las personas en general se sienten más cómodas cuando asisten a una iglesia donde ya conocen a alguien que puede ayudarlas a sentirse bienvenidas, porque ayuda a aliviar la ansiedad de entrar en un ambiente desconocido.
Es bueno compartir los próximos eventos de la iglesia en las redes sociales, pero recuerda que nada puede sustituir el impacto de acercarse a una persona de manera directa y sincera. Aunque podría demandar un poco de valor extra, no subestimes el poder de ese pequeño momento. Confía en que el Espíritu Santo te ayude porque Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía sino de poder y amor (2 Timoteo 1:7).
Establece una conexión
Las invitaciones a la iglesia que producen resultados se edifican sobre el fundamento de buenas relaciones. Antes de hacer la invitación, trata de crear una conexión genuina. Tómate el tiempo para conocer a la persona, entiende su contexto, y muéstrale un interés sincero por su vida.
Las acciones dicen más que las palabras. Estar disponible para alguien de manera significativa puede tener un mayor impacto que mil invitaciones superficiales. Como nos recuerda Colosenses 3:14: “Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la unidad”. Al darle prioridad al amor y establecer una conexión, tu invitación será más que solo un mensaje—será un gesto significativo que se basa en una relación.
Haz nuevas amistades
¿Has escuchado el dicho popular: “No necesito nuevos amigos, me basta con los que tengo”? (No New Friends) Quizás lo has visto en las redes sociales como un chiste, pero de manera inconsciente, muchas personas lo publican, viven de acuerdo con él, y lo toman en serio. Aunque este dicho puede gustarle a los que valoran la lealtad y un círculo estrecho de amigos, puede también crear una barrera innecesaria para formar nuevas amistades.
Las invitaciones a la iglesia que producen resultados se edifican sobre el fundamento de buenas relaciones.
Es importante valorar y mantener nuestras amistades actuales, pero deberíamos estar abiertos a acoger a nuevas personas en nuestras vidas. Cada nueva amistad aporta nuevas perspectivas, experiencias y oportunidades de crecimiento. Estar abierto a nuevas amistades no solo enriquece nuestras vidas sino que además refleja el amor que estamos llamados a mostrar a otros.
Cuando invitas a alguien a la iglesia, recuerda que la meta es que establezca una relación con Jesús, no solo contigo. En vez de enfocarte si será un buen amigo para ti, pregunta si Jesús será un buen amigo para él. Comprender y recordar esto abre la puerta a una amistad potencial, no solo contigo, sino con Aquel que verdaderamente debe ser conocido. Sé la persona que establece el vínculo entre esa persona y Dios, y la que ha usado su amistad para ayudarlo a acercarse más a Jesús.
Que conozcan a ese nuevo amigo
Cuando invitas a alguien a la iglesia, enfócate primero en conectarlo con la comunidad más que adentrarte en discusiones sobre el evangelio. Preséntalo a otros que puedan compartir intereses o experiencias similares, esto le ayudará a tener un sentido de pertenencia. A menudo las personas están más interesadas en ver cómo vivimos nuestra fe a través de nuestra participación en la comunidad de creyentes y de nuestras buenas obras más que escuchar sobre nuestras creencias desde el principio.
La iglesia no es solamente un servicio al cual asistir, es también una comunidad que se reúne con regularidad. Invítalo a que se una a un grupo pequeño, a los eventos sociales, a los estudios bíblicos y a las reuniones de compañerismo. Al ayudarlo a construir relaciones y a compartir historias de cómo nos apoyamos unos a otros y servimos juntos, estás creando un ambiente acogedor que puede conducir de manera natural a un mayor interés en la vida y las enseñanzas de Jesucristo.
Recuerda que el amor es tu motivación
En última instancia, el amor es el que transforma todo. Cuando tus acciones están determinadas por un amor genuino hacia los demás, te das cuenta de que invitar a alguien a la iglesia no se trata de ti—se trata de reflejar el amor y la aceptación de Dios (1 Juan 4:7–8). Este amor perfecto echa fuera todo temor y duda que puedas tener, y hace que la invitación se sienta sincera y natural. Así que, mientras te acercas a otros, deja que el amor sea tu guía, no el temor. Es este amor que hace que tu invitación sea significativa, sincera, y verdaderamente impactante.