La venida de Cristo nos permite contemplar maravillas en Su vida y obra. Sin embargo, es fácil malinterpretar partes del evangelio de la misma manera que lo hicieron aquellos que vivieron en la época de Cristo. En este mensaje sobre Lucas 4:16–30, Bart Box llama a los cristianos a celebrar el evangelio al considerar la Navidad. Explica tres peligros a evitar.
- Puede que malinterpretemos el alcance previsto de la misión de Jesús.
- Puede que malinterpretemos la misericordia radical que hay detrás de la misión de Jesús.
- Puede que malinterpretemos la relevancia personal de la misión de Jesús.
Sermón Lucas 4:16–30
¡Alaben Su nombre! Él vino para, para dar libertad a los cautivos, y de hecho lo hace. Si usted puede, tome su Biblia y vaya conmigo a Lucas 4:16-30. Al acercarnos a esta temporada de Navidad, quizás olvidemos por qué es que la Navidad es algo tan importante, por qué es tan importante que Dios viniera a vivir entre nosotros. Y, a medida que nos sumergimos en los próximos sermones, en por qué es que vino Jesús, quiero animarle; simplemente animarle en el evangelio; animarle en Cristo, y recordarle una razón, una de las razones por las que Cristo vino. Ahora quiero ayudarle a recorrer Lucas 4:16-30, y mientras lo hacemos, quiero señalar unos pocos detalles que debieran animarnos mientras regresamos y los miramos.
Maravillas a contemplar…
Maravillas que podemos contemplar. Maravillas que simplemente podemos mirar y adorar y que nos impulsan hacia adelante. Y luego, también, algunos peligros que quizás querramos evitar. Quiero que mire conmigo, si puede, en su copia de la Palabra de Dios, en Lucas 4, comenzando en el versículo 16. Lucas dice:
Llegó a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre, entró en la sinagoga el día de reposo, y se levantó a leer. Le dieron el libro del profeta Isaías, y abriendo el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres.Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor.
Cerrando el libro, lo devolvió al asistente y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en El. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oído. Y todos hablaban bien de El y se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José? Entonces El les dijo: Sin duda me citaréis este refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; esto es, todo lo que oímos que se ha hecho en Capernaúm, hazlo también aquí en tu tierra. Y dijo: En verdad os digo, que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Pero en verdad os digo: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses y cuando hubo gran hambre sobre toda la tierra; y sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta, en la tierra de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. Y todos en la sinagoga se llenaron de ira cuando oyeron estas cosas, y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para despeñarle. Pero El, pasando por en medio de ellos, se fue. (Lucas 4:16-30).
Sermón Lucas 4:16–30
Oremos juntos.
Padre, estamos agradecidos por Tu Palabra. Estamos agradecidos por Tu Hijo, Jesucristo. Estamos agradecidos porque Él vino y predicó buenas noticias: libertad a los que estaban cautivos. Vista a los ciegos. Libertad a los oprimidos, y el año favorable del Señor. Estamos agradecidos por la buena noticia del evangelio. Y oro para que al mirar en Tu Palabra, ella nos ayude a ver con ojos frescos lo que has hecho. ¿Por qué es que vino Jesús, y por qué es que eso debiera llevarnos a adorarte? Oramos para que Tu Espíritu nos guíe hacia toda verdad. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
Vemos un Evangelio Poderoso
Dos maravillas a contemplar. Primero que todo, tenemos un poderoso evangelio. Tenemos un registro de Jesús yendo a la sinagoga. Jesús ha regresado a su pueblo, y había estado haciendo milagros por todas partes, y el pueblo donde fue criado, en Nazaret, se oyó decir que Jesús estaba haciendo todas estas cosas. Entonces, Él llega a la sinagoga, y tenemos el registro de Jesús apareciendo en la sinagoga
Y lo que sabemos sobre el servicio de adoración de esos lugares nos dice que generalmente se leería una oración. Habría algún tipo de lectura de la Ley y los Profetas, y luego habría, la mayoría de las veces, un sermón derivado de esa lectura de la Ley y los Profetas. Y entonces, normalmente (no siempre, pero normalmente), el líder de la sinagoga (eran necesarios diez hombres para tener una sinagoga, y, normalmente, uno de ellos sería el líder designado o jefe), y, generalmente, él leería la Palabra y entregaría un sermón. Él se levantaría para leer la Palabra. Ellos le entregarían el rollo. Leería el texto del día. Y luego se sentaría y comenzaría a enseñar la Palabra de Dios.
Y así tenemos un episodio de Jesús regresando a Nazaret. Y como predicador visitante, es probable que a Jesús se le diera el honor. En la mayoría de los lugares a donde Jesús fue, si usted vuelve a mirar en los versículos 14, 15, y 16, verá que en la mayoría de los lugares a donde fue, a Él se le daba el honor de predicar la Palabra de Dios en ese día específico. Y eso es lo que ocurre aquí.
Si usted mira nuevamente el versículo 17, dice que: “…Le dieron el libro del profeta Isaías” (Lucas 4:17), y note lo que dice. Dice que Jesús “halló el lugar donde estaba escrito” (Lucas 4:17). Note que dice que Jesús halló el lugar. Ahora, en algunos casos la lectura estaba establecida, pues tenían que leer el Antiguo Testamento cada tres años. Pero en otros casos, parece que la persona que hablaba, quien estaba predicando la Palabra de Dios ese día, podía escoger el texto. Y, aparentemente, eso es lo que tenemos aquí en este ejemplo, que a Jesús se le dio la oportunidad. No sabemos si Él tuvo la oportunidad de leer cualquier parte del Antiguo Testamento, o si quizás solo se le dio el rollo de Isaías, y se le dijo: “Busca lo que quieras leer. Y busca lo que quieras predicar”.
Jesús toma el rollo de Isaías
Es interesante que Jesús toma el rollo de Isaías, y de todos los pasajes que pudo haber elegido, sea de Isaías o del Antiguo Testamento, de todos los textos que Jesús pudo haber elegido, Jesús no va y selecciona una ley o un conjunto de leyes que resuman Su ministerio. Él no busca y selecciona un ejemplo de juicio. No va y selecciona un ejemplo de condenación, aunque esos ejemplos se encuentran en todo el Antiguo Testamento. Jesús selecciona el evangelio como el sumario de Su ministerio.
El rollo está ante Él, y Él va a Isaías 61:1-2 y dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres”. Y, si usted mira el resto del evangelio de Lucas, notará que estos versículos son lo que podría llamarse sistemáticos, o como un bosquejo del Evangelio de Lucas.
Y por eso, todo lo que usted ve en este texto, todo lo que ve en los versículos 18 y 19, eso es lo que Jesús hace en el resto del Evangelio de Lucas. Y por eso predica la buena noticia. Él proclama “libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor” (Lucas 4:18-19). El evangelio – la buena noticia a los pobres- resumía el ministerio de Jesús.
Ahora, tenemos que ser cuidadosos. Cuando lo escuchamos, cuando escuchamos ese evangelio, buenas noticias a los pobres, resumiendo el ministerio de Jesús, tenemos que ser cuidadosos. Porque escuchamos eso y decimos: “Oh, buenas noticias para los pobres. Jesús vino para predicar a quienes están en desventaja económica. A quienes están física y literalmente pobres”. Quiero decir que eso es lo que dice: que Él vino para proclamar buenas noticias a los pobres. E inmediatamente nuestras mentes se trasladan a los tugurios de la India, a los niños hambrientos, o en este texto, se trasladan a los pobres de los días de Jesús. Y eso es, al menos, parte del mensaje.
No quiero que me escuchen decir que Jesús no está diciendo que vino para quienes son económicamente pobres. Pienso que estamos cerca del corazón de Dios cuando cuidamos a quienes no tienen comida y no tienen ropa. A quienes no tienen lo necesario para la vida. Pero eso no es todo lo que Jesús está diciendo. Claramente, Jesús no está diciendo solo que vino para los pobres. Y usted dice: “¿Cómo sabes eso?” Quiero mostrarles.
Quiero que vaya, si puede, a Lucas 6. Es solo una página o dos en su Biblia. Lucas 6:20, y habiendo encontrado ese pasaje, quisiera que usted retuviera la página en Lucas 6. Retenga la página en Lucas 6, y también abra Mateo 5:3. Usted ha leído dos registros de la predicación de Jesús, y nos referimos a uno en Mateo como el Sermón del Monte. Y así, lo que usted tiene en Lucas 6 es realmente un paralelo a ese evento. Sin duda, Jesús predicó el mismo mensaje en muchas ocasiones. El contenido era esencialmente el mismo. Pero quiero que note primero, en el Evangelio de Lucas, lo que Lucas registra para nosotros.
En Lucas 6:20 escuchamos que Él volvió su vista hacia Sus discípulos y dijo, note que dice: “Bienaventurados vosotros los pobres”. No hay un adjetivo, o una explicación, ni una exposición sobre la declaración. “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” (Lucas 6:20). Y así, leemos eso y pensamos: “Bien, eso está exactamente en línea con lo que Lucas dice que dijo Jesús en Lucas 4, que Él vino para proclamar la buena noticia a los pobres”. Y por tanto, el reino de Dios es de los pobres.
Mire en Mateo
Pero ahora quiero que vaya a Mateo. Mire en Mateo y vea lo que registra Mateo. Mateo dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). Ahora enfrentamos dos declaraciones aparentemente diferentes, y por eso muchos comentaristas dicen: “bien lo que Jesús realmente dice está en Lucas 6:20. Lo que Jesús realmente dijo es que vino para los pobres. Ellos son quienes heredan el reino de Dios. Y lo que Mateo, en Mateo 5:3, ha tomado lo que dijo Jesús y lo ha espiritualizado. Y así, lo ha quitado del reino de los pobres, de los físicamente pobres, para llevarlo a quienes son espiritualmente pobres. A quienes reconocen su pobreza ante Dios. Y por eso el mensaje de Lucas es el verdadero mensaje. El mensaje de Mateo es el mensaje espiritual”.
No pienso que esa sea, para nada, la intención. De hecho, no pienso que estos dos pasajes sean mutuamente exclusivos, sino que van uno junto a otro. Lucas, claramente, no está diciendo que los pobres tienen un boleto automático hacia el reino de Dios. Eso no es lo que Lucas dice. Lucas enfatiza una y otra vez que los físicamente pobres son quienes más a menudo reconocen su pobreza espiritual.
Es decir, ¿no vemos el otro lado de esa realidad cuando Jesús se encuentra al joven rico en Lucas 18? Recuerde, él viene a Jesús e interactúan y platican sobre la vida eterna. Y Jesús le dice: “vende todo lo que tienes y reparte entre los pobres”. ¿Recuerda su reacción? Allí dice que se fue entristecido. ¿Por qué? Porque era extremadamente rico. Y, Jesús, explica en el versículo 20 lo que ocurre. Dice: “¡Qué difícil es que entren en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios” (Lucas 18:24-25). Lucas no está preocupado por si somos pobres o ricos, sino por quienes son ricos y confían en sus riquezas.
Ahora, cuando nos alejamos un poco y tratamos de unir estas dos ideas, pensemos en esto: ¿Cuán a menudo al sentarnos a la mesa, o en la sala de nuestra casa, y tenemos dinero en el banco, y nuestros hijos sirven al Señor y les va bien, y tenemos salud, y todo va bien, cuán a menudo, en esas circunstancias, somos abrumados, o nos sentimos quebrantados por lo necesitados que estamos? Pero deje que se caiga el suelo -deje que todo salga mal- y entonces el nombre de Dios estará inmediatamente en nuestros labios.
La verdadera pobreza
Es una verdad eterna que quienes conocen la verdadera pobreza son, más a menudo, quienes reconocen su pobreza espiritual. Pero eso no significa que estamos excluidos del mensaje de Jesús, porque Él haya venido a proclamar la buena noticia a los pobres. La idea es que Jesús vino a proclamar la buena noticia a quienes reconocen su pobreza espiritual. Hay personas pobres alrededor nuestro. Vivimos, ciertamente, en una de las naciones más prósperas en todo el mundo, pero hay personas que tienen casas llenas, escaparates llenos, áticos llenos, garajes llenos, sin embargo, están tan vacías como podrían estarlo, porque no conocen a Cristo.
Y así, Jesús vino para este tipo de personas -para las personas que reconocen su pobreza espiritual. Jesús vino para proclamar la buena noticia a los pobres – a usted y a mí, si reconocemos nuestra pobreza espiritual. Del mismo modo, Él vino, dice en el versículo 18: “para proclamar libertad a los cautivos” (Lucas 4:18) ¿Vino solo para quienes están físicamente cautivos? ¿Vino solo para quienes están realmente en el exilio? No pienso que eso sea todo lo que significa. Pienso que se refiere a todos los que estamos atados por el pecado. Jesús vino para liberarnos, a quienes estamos atados por el pecado. ¿Vino Jesús solo a restaurar la vista a los físicamente ciegos? No. A quienes son físicamente ciegos, sí, pero también a quienes son espiritualmente ciegos. Él vino para liberar a las personas de la esclavitud de Satanás. Y vino, dice: “para proclamar el año favorable del Señor”.
¿Cuál es el año favorable del Señor?
Ahora, ¿cuál es el año favorable del Señor? Bien, esa es realmente una hermosa imagen del evangelio. Si usted regresa y lee en Levítico 25 – no lo haremos por falta de tiempo, pero, haga una nota en su Biblia, Levítico 25, esa es la referencia que Él hace aquí al año favorable del Señor. Muy a menudo, en el Antiguo Testamento, particularmente en ese texto, lo verá referido como el año de jubileo. Quizás usted ha escuchado del año de jubileo.
Es cada 50 años, ellos tenían todo organizado en ciclos de 7 años. Y así, en siete años debían ocurrir ciertos eventos en Israel, y luego pasarían otros siete años, y otros siete años. Pero entonces, cuando usted tiene 7 7s -aproximadamente 50 años- celebraría el año de jubileo como una nación. Y en ese año, se devuelve la tierra a los dueños. Los siervos retornan a sus familias. Las deudas son perdonadas. Un nuevo comienzo cada 50 años.
¿Puede imaginarlo? Es decir, ¿puede imaginar un nuevo comienzo? ¿Alguna vez soñó con cómo sería si tuviera una hipoteca, pero alguien, simplemente, de la nada, pagara su hipoteca? Y así, un día estuviera en deuda, y al día siguiente fuera libre, sin compromisos, ahora tiene toda esta libertad. Un nuevo modo de vivir. Un nuevo modo de dar. Sin cadenas. Un comienzo absolutamente nuevo. Pero le recordaría, hermanos y hermanas, que Jesús ha hecho mucho, mucho más que eso.
Porque piense en eso. Si tuviera una hipoteca, tendría una deuda, una gran deuda. Si trabajara suficientemente duro, y si guarda suficiente, y si se disciplina lo suficiente, y si persiste bastante, por 10,20, 30, o 40 años, quizás. Eventualmente la pagará. Pero Jesús ha pagado una deuda que nunca podríamos pagar. Él ha pagado una deuda. Debemos una obediencia absolutamente perfecta a Dios. Nos hemos rebelado contra Dios, pero Jesús le obedeció perfectamente. Le debemos un castigo inmenso por la deuda física, espiritual, eterna. Eso le debemos a Dios. Pero Jesús pagó completamente esa deuda.
Es fácil para mí -no sé para usted- es fácil para mí leer estos versículos. “El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor” (Lucas 4:18-19). Lo he leído tantas veces, y estoy tan familiarizado en él que realmente no me sorprende. No estoy realmente sorprendido porque Jesús haya hecho estas cosas.
El evangelio
Encontramos en este texto, y en el ministerio de Jesús, que el evangelio se dirige a las necesidades más profundas de nuestras almas. Eso, como compartió nuestro hermano, es que somos un pueblo depravado. Pablo dice en Efesios 2:1 que estamos muertos en delitos y pecados, pero Jesús ha traído buenas noticias a las personas que estábamos muertas.
Nosotros vemos y sabemos que éramos cautivos. La mente que está enfocada en la carne es hostil a Dios, dice Pablo (Romanos 8:7). No se somete a la ley de Dios – de hecho, no puede someterse a la ley de Dios (Romanos 8:7). ¿Escucha usted lo que Pablo está diciendo? No hay modo, en nuestra condición caída, que podamos someternos alguna vez a la ley de Dios. Cuando tratamos, solo movemos las cadenas. Somos cautivos, y entonces Jesús se aparece con la llave maestra. Éramos ciegos. Pablo dice, en 2da a los Corintios 4:4, que “el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo”. Y Dios ha disipado las tinieblas y nos ha dado luz. Estábamos oprimidos, pero él nos ha liberado de esa opresión. Éramos deudores, y Él ha pagado el precio supremo, no con algo perecedero, dice Pedro, como la plata y el oro, sino con Su propia sangre (1ra de Pedro 1:18-19).
Nunca, y encuentro esto en mi alma, nunca quiero ser insensible al poder de este evangelio. Pablo dijo que el evangelio es el poder de Dios (Romanos 1:16). El evangelio – nada más dice sobre el tema. El evangelio es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree (Romanos 1:16). Y recuerdo lo que dijo Spurgeon. Dijo: “Otros pueden predicar el evangelio mejor que yo, pero nadie puede predicar un evangelio mejor”. No hay mejor noticia en todo el mundo que el derramamiento de la sangre de Jesús por nuestros pecados. Él no trae una ley que nos lleve a la muerte, nos acerca un evangelio que nos trae a la vida. Y Él continúa trayéndolo a las jóvenes muchachas y muchachos, a los ancianos, a las ancianas, a los pecadores endurecidos, y a los hipócritas religiosos. Es un evangelio poderoso, poderoso.
Vemos a un Dios Poderoso
Y no solo vemos un evangelio poderoso, también vemos a un Dios poderoso. Lucas está decidido a mostrarnos, aunque sutilmente, que ellos malinterpretaron a Jesús. Vea el versículo 22, si puede, de Lucas 4. Dice: “Y todos hablaban bien de El y se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?”. (Lucas 4:22). Y parece una pregunta razonable. Quiero decir, usted puede imaginar, que está en esa situación, está en la sinagoga, y ha visto crecer a Jesús, y le conocía hace 20, 25 años atrás, y ahora Él aparece delante de él. Y usted ha escuchado todas estas obras que Él está haciendo, y Jesús entonces lee Isaías 61:1-2, y dice: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oído”.
Usted puede imaginar la reacción. ¿No es este el que vivía por allá? ¿No es el que era de esta forma y de esta otra? Quiero decir, ¿no es este el hijo de José? Pero Lucas está decidido a mostrarnos que muchos de los contemporáneos de Jesús no lograron percibir Su verdadera identidad como Dios. Si usted mira el evangelio de Lucas – le animo a leerlo, quizás durante esta navidad. Si usted mira al comienzo, en el capítulo 1, desde su nacimiento milagroso hasta Su declaración: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido” en Su bautismo, pasando por Su triunfo sobre el diablo en la tentación, por Su unción por el Espíritu Santo para predicar con autoridad y hasta Sus milagros; todo esto está diseñado para mostrarnos el hecho de que Él no es un hombre ordinario. Este no es el hijo de José. Más bien es el Hijo de Dios en carne, y ellos no lo vieron. Dios estaba leyéndoles Su Palabra, y ellos no lo vieron.
Pero usted sabe, antes de apresurarnos para criticar o maravillarnos diciendo: “¿Cómo pudieron no verlo? ¿Cómo pudieron no entender que este era Dios delante de ellos?” Solo piense en Juan el Bautista. Si usted avanza un par de capítulos, hasta Lucas 7:18, y siguientes.
Si mira en Lucas 7:18 y siguientes, verá que Juan estaba en prisión. Y Juan siendo el precursor de Jesús, se encuentra a sí mismo en prisión. Él ha proclamado la venida del Mesías, y ahora está en prisión, y comienza a preguntarse: “¿Estuve en lo correcto? ¿Me confundí? ¿Me equivoqué al poner mi fe en este hombre llamado Jesús?” Y mire lo que dice allí: Lucas dice que: “Entonces los discípulos de Juan le informaron de todas estas cosas. Y llamando Juan a dos de sus discípulos, los envió al Señor, diciendo:” (Lucas 7:18-19). Note esta pregunta: “¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?” Juan, el mayor nacido de mujer.
¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?
Hace la pregunta: “¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?” (Lucas 7:18-19). Y ellos regresan. Dice en el versículo 20 que los hombres habían venido a Él. Dicen: “Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: “¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?” En esa misma hora [Jesús] curó a muchos de enfermedades y aflicciones, y malos espíritus, y a muchos ciegos les dio la vista. Y respondiendo El, les dijo:…” (Lucas 7:20-22), y me gusta la respuesta de Jesús. “Y respondiendo El, les dijo: Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio. Y bienaventurado es el que no se escandaliza de mí” (Lucas 7:2-23).
En otras palabras, las palabras que Jesús habló en esa sinagoga, aquel día, no fueron solo palabras. Él hace esas cosas. Él restaura la vista de los ciegos, el oído a los que están sordos. Limpia a los leprosos. Hace caminar a los cojos, y resucita a los muertos devolviéndolos a la vida. ¿Y qué demuestra eso?
En las Palabras de Juan el Bautista: no hay necesidad de buscar a otro. Este es el que había de venir. Este es el Señor. Este es el Mesías. Este es Emanuel, Dios con nosotros. Lo que responde a la pregunta: ¿por qué este evangelio, que Jesús proclama en Lucas 4, por qué es esta una noticia tan buena para los pobres? ¿Por qué es que puede liberar a los cautivos? ¿Por qué es que Él puede restaurar la vista a los ciegos? ¿Por qué es que este evangelio puede establecer un año del favor de Dios? ¿Por qué es que, en nuestro contexto contemporáneo, el evangelio puede resucitar matrimonios, y por qué es que este evangelio puede cambiar vidas? ¿Por qué es que podemos confiar en este evangelio, por qué podemos edificar nuestra vidas sobre Él, y poner nuestra eternidad sobre él?
El Dios del Evangelio, Jesucristo
Es porque detrás de este evangelio está el Dios del Evangelio, Jesucristo. Ese Jesús es la substancia del evangelio. Él es el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el Rey de reyes y Señor de señores, el primogénito de toda la creación, la esperanza de gloria, la imagen del Dios invisible, el ungido de Dios. Como dice Isaías, Él es el Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Esto añade ahora, y siempre, más incentivos para nuestra adoración.
Esto es lo que nos mueve. Esto es lo que -como mencioné antes- esto es lo que nos sostiene, el hecho de que este es el Dios del evangelio. Esto es lo que celebramos en Navidad. Esto es lo que hace que nuestros corazones se hinchen y nuestros espíritus se eleven y nuestras manos se levanten en el aire, este Dios en la carne. Que no es un simple hombre, no es un simple rey, no un simple político, nadie, sino Dios Mismo pudo hacer lo que Él hizo.
Porque Él ha mirado nuestra condición pecaminosa. Porque Él, en lugar de consignarnos a un tormento eterno, que merecemos por derecho, que yo merezco por derecho, que me he ganado, en lugar de hacer eso, Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Y tomó mi pecado, y tomó el pecado de usted. Tomó mi vergüenza, y tomó la vergüenza de usted. Tomó sobre Sí mi culpa, y tomó sobre Sí la culpa de usted. Tomó la misma ira de Dios que nos correspondía a mí y a usted, y la absorbió toda. En esta navidad, Jesús es digno de ser celebrado por estas obras. Hay maravillas por contemplar. Hay un poderoso evangelio, y hay un Dios poderoso que está detrás de este evangelio.
Pero mientras leo el texto, hay algo que simplemente me intriga. Me intriga que Jesús no se detuvo allí. Quiero decir, mire en el versículo 22. Parece como un buen lugar para enrollar nuevamente el rollo y regresar a casa, ¿no es cierto? Un lugar donde terminar la enseñanza. Parece como un buen lugar para simplemente poner un punto final. Para decir: “He disfrutado el momento que hemos pasado aquí. Es bueno verles a todos de nuevo, y voy a seguir mi camino”. “Buen sermón predicador”. Porque usted puede notar que ellos están llenos de maravilla y asombro por lo que dijo, y dicen: “¿No es éste el hijo de José? Nuestro muchacho del barrio ha hecho bien. ¡Esto es grandioso!” Pero si usted llega al final del texto, verá que allí ellos están llenos de ira.
¿Por qué no se detuvo en el versículo 22? Pienso que no se detiene porque Jesús desea exponer el pecado en sus corazones. En particular, Él no solo desea exponer el pecado en sus corazones, sino que realmente quiere exponer el pecado en el corazón de todo Israel. Y también exponer el pecado en nuestros corazones. El rechazo que vemos en Nazaret, es en su pueblo natal. Pero esto es solo un microcosmos. Es un ejemplo de lo que ocurrirá en todo Su ministerio, donde al final, incluso Su propia gente le colgará de una cruz.
Peligros a Evitar
Y Jesús quiere exponer eso. No quiere dejarlos donde están. Quiere exponer el pecado en sus corazones, y sospecho que también quiere exponer nuestro pecado en nuestros corazones. Por eso, voy a explorar unos pocos malos entendidos que queremos evitar.
Podemos Malinterpretar La Extensión De La Misión De Jesús
Número uno, no queremos malinterpretar la extensión de la misión de Jesús. Ellos malinterpretaron la extensión de la misión de Jesús. Muchos judíos en los días de Jesús esperaban solo la bendición de Israel. Ellos tenían razón al decir que Jesús vino para bendecir a Israel. Ellos tenían razón al pensar que Él era un Mesías judío. Él había venido a los perdidos de la casa perdida de Israel. Pero Jesús se expande mucho más allá de las fronteras de Israel, y lo hace al contarnos dos historias.
Vea el versículo 24. En el versículo 24 dice: “En verdad os digo, que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Pero en verdad os digo: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses y cuando hubo gran hambre sobre toda la tierra; y sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías” (Lucas 4:24-26). Note eso. “a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta, en la tierra de Sidón” (Lucas 4:26).
Él les recuerda a Elías, y al tiempo en que Dios había cerrado los cielos por tres años y medio, y hubo hambre en toda la tierra. Y Elías, el hombre de Dios, fue enviado no a una viuda judía -había muchas viudas judías. Había viudas judías que estaban esperando tener algo que comer. Pero Dios, en este caso, no les envió a Elías; sino que envió a Elías a una viuda más allá de las fronteras de Israel.
Y luego recuerda a Eliseo. Él va de Elías a Eliseo en el versículo 27. Dice: “Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo” (Lucas 4:27). Hubo un brote de lepra, y crecieron las colonias de leprosos. “Pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio” (Lucas 4:27). Dios no envió a Elías en este caso a los judíos, sino a Naamán el sirio. A un pagano fuera de las fronteras de Israel, fuera de la gracia y misericordia de Dios. Probablemente, en la carrera de predicador de Jesús, esta no sea la mejor ilustración para concluir un sermón, ¿no es cierto?
Pero esto da a entender el propósito del mensaje, y es que Jesús, en realidad, no está interesado solo en el afecto local, Él desea adoración global. Pablo dice en Romanos 15:8-9: “Pues os digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres”.
(Romanos 15:8). ¿Qué dice Pablo?, dice que Jesús vino. Vino como judío, y vino como judío por una razón, porque Dios lo había prometido mediante Abraham, Isaac, y Jacob. Había hecho una promesa de liberar al pueblo de Israel. Y Él cumple esa promesa en Jesús, pero eso no es todo. Vino, sí, para cumplir la promesa, pero continúa. Dice en el versículo 9: “y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia” (Romanos 15:9).
Estoy agradecido. Realmente estoy agradecido, y sé que usted también lo está por ser parte de una iglesia que entiende esta verdad. Que entiende que Dios tiene un corazón para las naciones. Estoy tan agradecido por que queremos y anhelamos y oramos y cantamos por la gloria de Dios en todas las naciones. Pero eso todavía no significa que nuestra visión sea tan extensa como la de Jesús. En otras palabras, quizás amemos y anhelemos y oremos para ver cómo se extiende la gracia de Dios entre los sudaneses. Pero, ¿anhelamos y oramos para que la gracia y misericordia de Dios se extiendan sobre un presidente con el cual estamos en desacuerdo, o sobre un congreso con el que estamos en desacuerdo, o sobre una situación familiar determinada? ¿Anhelamos que la gracia y la misericordia de Dios sean extendidas sobre quienes no nos agradan? ¿Anhelamos que la gracia de Dios se extienda sobre una ex-esposa o un ex-esposo? ¿O sobre un padrastro o madrastra con quienes no nos llevamos bien? ¿Anhelamos la gracia de Dios? Sí, la anhelamos allí, pero, ¿la anhelamos aquí? ¿La anhelamos para los hipócritas religiosos alrededor nuestro, o quizás entre nosotros?
Ellos estaban satisfechos con dibujar un círculo tan estrecho como podían, y así estaban felices mientras la misericordia y la gracia de Dios se extendieran hasta ciertos lugares. Pero, no más allá de esas fronteras. Amaban ver la gracia de Dios entre ellos, y amaban ver la misericordia de Dios cuando terminaba en ellos.
Pero Jesús les recuerda, les muestra que han subestimado seriamente, han devaluado seriamente la dignidad y gloria de Dios. Que Él no solo quiere ser un Dios local. Que Él quiere ser mostrado, quiere ser visto y adorado como el Dios de todas las naciones. Cada lengua, cada tribu, cada pueblo, cada nación adorando a Jesús. No solo el afecto local, sino la admiración global. Necesitamos tener cuidado para no limitar la extensión del ministerio de Jesús.
Podemos Malinterpretar La Misericordia Radical Detrás De La Misión De Jesús
Pero, número dos, también necesitamos asegurarnos de no malinterpretar la misericordia radical detrás del ministerio de Jesús. Quiero mostrarles algo realmente muy profundo. Es algo que realmente aprieta mi corazón cuando lo veo en el texto. Si puede, mire Lucas 4:18-19 de nuevo. Mantenga su mano allí, y quiero que regrese a lo que Jesús está citando en Isaías 61:1-2. Entonces, mantenga su mano en Lucas 4:16, 17, 18,19. Mantenga su mano allí. Y entonces quiero que también mire en Isaías 61:1-2.
Así que Jesús cita a Isaías en Lucas 4, diciendo: “Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor” (Lucas 4:18-19). Note dónde termina: “para proclamar el año favorable del Señor” (Lucas 4:19). Allí es donde Jesús deja de citar.
Ahora, quiero que vaya conmigo a Isaías 61, y quiero que note algo. Este es el texto original. “El Espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas a los afligidos; me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros; para proclamar el año favorable del Señor” (Isaías 61:1-2). Ahí está. Allí es donde Jesús se detiene. Pero note la línea que viene después. No solo para proclamar el año favorable del Señor, dice Isaías, sino también “el día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran” (Isaías 61:2). Y Jesús no cita esa parte del versículo.
Los judíos de los días de Jesús anhelaban la venganza militar. Ellos anhelaban la realización de este versículo: el día de la venganza de nuestro Dios. Ellos anhelaban la derrota de los romanos, la aniquilación de sus opresores. Pero Jesús se los recuerda, al detenerse (no es que Jesús no estuviera de acuerdo con ese versículo). Jesús se detiene, y les recuerda que hoy es el día de la salvación, no de la condenación.
Y esto es consistente con el ministerio de Jesús. ¿Recuerda usted, justo después de Juan 3:16, el versículo que amamos citar? En Juan 3:17: “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El” (Juan 3:17). Pablo dice esencialmente lo mismo en 2da a los Corintios 6:2: “He aquí, ahora es el tiempo propicio” Escuche lo que dice Pablo. Ahora es el tiempo propicio. He aquí, ahora es el día de salvación
Hermanos y hermanas, se acerca el día del juicio. Se acerca un día donde habrá un juicio terrible, donde las personas se esconderán del juicio de la ira del Cordero de Dios. Pero ese día no es hoy. ¿No están contentos de que ese día no sea hoy? Quizás anhelemos, de hecho, creo que debiéramos anhelar el día en que Jesús sea visto como victorioso sobre todos Sus enemigos. Adoraremos a Dios por Su juicio sobre ellos en ese día, pero eso no será hoy.
Hoy es un día de misericordia radical, de misericordia radical hacia los musulmanes, y hacia los judíos, y hacia los ateos, y hacia aquellos con quienes estamos en desacuerdo. Hacia aquellos que no nos gustan. Hoy es un día de misericordia radical.
Así que podemos malinterpretarlo si no tenemos cuidado. Ellos anhelaban el día en que Dios mostrara Su venganza, y lo deseaban ese día, en su propio tiempo. Pero Jesús les recuerda que no es hoy. Ahora es día de salvación, no de condenación.
Podemos Malinterpretar La Importancia Personal De La Misión De Jesús
Podemos malinterpretar la extensión del ministerio de Jesús, la misión de Jesús. Podemos Malinterpretar La Misericordia Radical Detrás De La Misión De Jesús Y, por último, podemos malinterpretar la importancia personal de la misión de Jesús. ¿Por qué es que estaban llenos de ira?
Quiero que piense en eso. Ellos sabían que Dios extendería su misericordia a los gentiles. Esa era la promesa a Abraham, que en Abraham serían benditas todas las naciones de la tierra. Si usted mira al Salmo 67, verá que ese es un Salmo global, que anuncia que todas las naciones reconocerían a Dios como Salvador. Eso está en el Antiguo Testamento. Está allí. Pero, ¿por qué es que se llenaron de tanta ira cuando Jesús habló de Elías yendo a la viuda y de Eliseo yendo a Naamán? ¿Por qué es que esa historia les enojó tanto?
Pienso, al menos en parte, que fue por lo que ellos pensaron que Jesús decía sobre los extranjeros. Por lo que Jesús decía sobre los gentiles. Pero pienso que también estaban enojados por lo que Jesús decía sobre ellos. Que sí, los romanos necesitaban la misericordia de Dios. Sí, los romanos necesitaban la gracia de Dios. Sí, los romanos necesitaban el perdón de Dios, pero, ¿sabe qué? Ellos también. Ellos también necesitaban el evangelio. Ellos fallaron. Muchos, en los días de Jesús, muchos judíos no lograron ver su unidad con los gentiles. Ellos compartían una cautividad común. Ellos compartían una ceguera común. Ellos compartían una pobreza común. Ellos compartían una opresión común. Que aunque tenían la Ley y los Profetas, y tenían a los sacerdotes y al templo, y tenían la Palabra de Dios, ellos necesitaban el evangelio tanto como los Romanos.
¿No ocurre igual con nosotros? El evangelio no tiene que ver con ser salvos. El evangelio es el poder de Dios para salvación, día a día, de fe en fe. Él vino, dice Jesús, para proclamarnos la buena noticia a todos nosotros. A los salvos y a los perdidos. A los oprimidos y a los que están saliendo de la opresión. A los paganos y a los religiosos. A los extranjeros y a los de adentro. Esto es, hermanos y hermanas, la buena noticia de la navidad. Esto es lo que celebramos, que somos un grupo de personas destruidas. Quienes tenemos pecados que se han abierto paso hasta los lugares más recónditos de nuestros corazones.
Quienes tenemos asuntos pendientes con el orgullo y la arrogancia. Quienes sí, estamos dando quizás más de nuestro dinero, pero todavía tenemos ese deseo que tira de nuestro corazón para que dependamos del dinero, para ser codiciosos y para batallar con el materialismo. Todavía batallamos con el odio y la amargura contra quienes no estamos de acuerdo. Modelamos ídolos tan rápidamente como respiramos aire. Pero el evangelio continúa siendo la respuesta a cada uno de nuestros pecados. Eso es lo que celebramos. El evangelio es la esencia, y el evangelio es el valor de la Navidad.
Una Esperanza a Abrazar…
Hace un par de años leí un breve bosquejo de unas instrucciones de cómo lograr algo. Eran instrucciones sobre cómo alcanzar el espíritu navideño en eHow.com. Cómo alcanzar el espíritu navideño. Dice:
Se supone que la navidad es un tiempo de paz, amor, y buena voluntad para todos. Pero con todo el estrés y conmoción de la temporada, muchos terminamos sintiéndonos más como el señor Scrooge, que como Santa Claus. Y entonces, ¿cómo lo alcanzamos? Bien, paso uno: compre temprano. Nada quita más el espíritu navideño que las peleas por el aparcamiento y las batallas para atravesar multitudes. Número dos: desee feliz navidad a las personas que encuentra en las tiendas y otros entornos casuales. Número tres: suelte las monedas que le sobren en las bolsas de colectas del Ejército de Salvación. Número cuatro: haga algo agradable por alguien. Número cinco: ofrézcase voluntariamente para alguna causa digna de la navidad. Número seis: organice una salida para comer en el trabajo. Siete: reproduzca música navideña. Ocho: vea películas navideñas, como It’s a Wonderful Life y How the Grinch Stole Christmas. Nueve: lea A Christmas Carol. Diez: decore su casa para la navidad. Y once: no gaste más dinero del que tiene. La ansiedad por los gastos navideños puede arruinar su festividad.
Esto es como un experimento radical de reversión. “La esencia del verdadero espíritu navideño”, dicen “tiene que ver con el amor y la bondad, no con el materialismo y las compras. Haga lo mejor para no ser atrapado por ellas. Así es como usted alcanza el espíritu navideño”. No hay mención de Jesús. No hay referencia a la salvación. No se habla del evangelio.
Quiero decir y sugerir que nada mal hay con el momento familiar de entrega de regalos unos a otros, disfrutando música navideña, ofreciéndose a obras de caridad, decorando, echando algún dinero en la bolsa del Ejército de Salvación. Pero esa no es la esencia. Ése no es el espíritu de la Navidad. El espíritu de la Navidad no son los regalos y luces y fiestas y árboles. Tiene que ver con el evangelio del Señor Jesucristo. Tiene que ver con la adoración y exaltación y glorificación de Jesucristo, quien ha venido y ha liberado a los cautivos.
Hermanos y hermanas, quiero esto para mi familia. Esta es mi oración. Esta es la esencia. Lo quiero para mi familia -lo quiero para mí- lo quiero para mi cuerpo de creyentes- lo quiero para esta navidad, lo quiero más que nada más. Quiero que nosotros, quiero que usted, quiero que nos deleitemos en el evangelio del Señor Jesucristo. Quiero que exaltemos a Dios, que exaltemos la buena noticia que Él vino a proclamar a los pobres. Para dar libertad a los cautivos presos por el pecado. Para dar vista a quienes están ciegos por el pecado. Para liberarnos de la opresión del maligno, y para pagar totalmente nuestra deuda. ¿Por qué no exaltar ese evangelio?
Esa es mi oración, y oro para esa sea su oración en esta Navidad, que Dios haga que esta Navidad sea una celebración del evangelio, de mayor libertad, mejor visión, menos opresión, y más libertad, para la gloria de Dios y el bienestar de Su pueblo.