Hace treinta años, asistí a una conferencia de misiones que cambió la trayectoria de mi vida. Durante tres días, Dios confirmó mi deseo de ir a las naciones. En ese momento, estaba en una relación seria de noviazgo, así que supe de inmediato que necesitaba hablar con mi novio. Si Dios estaba inclinando mi corazón hacia las naciones y el joven con el que estaba saliendo no estaba comprometido con llevar el evangelio a otros pueblos, entonces necesitábamos reconsiderar nuestra relación.
Recuerdo vívidamente la llamada telefónica. Le dije a mi novio que creía que Dios me estaba llamando a las misiones y que estaba dispuesta a ir donde Dios me llevara. Necesitaba que mi novio entendiera exactamente lo que significaba que mi prioridad número uno en la vida era hacer discípulos de todas las naciones. Mientras compartía estas palabras, estaba consciente del profundo dolor que podía causar si mi novio no sentía lo mismo.
Teniendo en cuenta la alta probabilidad de dolor y deterioro en relaciones románticas inapropiadas, aconsejaría a las parejas que consideren tres verdades esenciales para ayudar a encaminar la relación desde el primer encuentro.
El noviazgo es el preámbulo del matrimonio
Cada relación amorosa tiene el potencial de un compromiso mayor. Si ya sabes que no te casarás con alguien que no cumple ciertos estándares, es hora de cortar la relación con esa persona. Por ejemplo, un cristiano no debe casarse con un no creyente (2 Corintios 6:14). Por lo tanto, simplemente no es sabio salir con un no creyente. Del mismo modo, si Dios está inclinando tu corazón hacia las naciones y estás saliendo con alguien que no está dispuesto ni siquiera a considerar ir al extranjero, probablemente deberías interrumpir temporalmente esa relación.
En las relaciones, la claridad es amabilidad.
En las relaciones, la claridad es amabilidad. No queremos accidental e injustamente romper el corazón de alguien después de que se ha involucrado emocionalmente. Si sientes que Dios te está dirigiendo en una dirección específica, comparte esa información anticipadamente con la persona con la que estás saliendo. No esperes hasta un año después de la relación, cuando ya sus corazones estén profundamente entrelazados para revelar que aspiras a ser misionero. Inicia la conversación desde el comienzo de la relación y honra a tu pareja con una transparencia honesta.
La Escritura es tu autoridad y guía
Muchas parejas atraviesan el proceso de discernimiento del llamado misionero a diferentes ritmos, y eso está bien. Tal vez estás saliendo con alguien que nunca ha considerado ir al extranjero, pero que está dispuesto a sopesarlo. Busca consejo en la Palabra de Dios y considera lo que la Biblia dice que todos los creyentes están llamados a hacer (Mateo 9:13, 28:19–20; Hechos 1:8, Romanos 1:6, Romanos 8:30, Gálatas 1:6, 1 Pedro 1:15–16). Consideren juntos el papel que la sabiduría, las circunstancias, los dones y el consejo de otros juegan en las formas específicas en que Dios guía a Su pueblo.
Más que ponerse de acuerdo en la naturaleza exacta de un “llamado misionero”, asegúrate de que ambos primero tomen una decisión concreta sobre lo que está absolutamente claro en la Escritura: que todos los seguidores de Jesús están llamados a hacer discípulos de todas las naciones, por lo tanto, todos tenemos algún papel que desempeñar en esta tarea (Mateo 28:18-20).
La obediencia mutua proporciona libertad
Considera algunas preguntas. ¿La persona con la que estás saliendo está completamente entregada a Jesús? ¿Ambos están de acuerdo en obedecer las Escrituras como su autoridad máxima, incluyendo las palabras de Jesús en la Gran Comisión? ¿Ambos se someten al liderazgo de su iglesia local y están comprometidos a buscar orientación sabia y piadosa en la toma de decisiones? Si es así, disfruten el tiempo juntos y sigan el camino que Dios les muestre.
En todas las temporadas, nos esforzamos por rodearnos de personas que nos lleven a Cristo y nos ayuden a correr bien nuestra carrera.
Hace treinta años, cuando le dije a mi novio que Dios estaba inclinando mi corazón a las naciones, él respondió con alivio y estímulo porque Dios también había estado tratando con su corazón. No sabíamos lo que nos deparaba el futuro, pero mientras continuábamos nuestro noviazgo, buscamos consejo de nuestra iglesia y nos comprometimos a obedecer los mandamientos de las Escrituras.
Para nuestra familia, la obediencia a la Gran Comisión ha tomado distintas formas en diferentes temporadas de la vida. Hemos estado activamente involucrados en iglesias que envían a otros. En otras ocasiones, hemos estado más involucrados a través de aportes financieros y la oración urgente. Y, en algunas temporadas, hemos sido nosotros los que hemos ido a servir entre los no alcanzados. En todas las temporadas, nos esforzamos por rodearnos de personas que nos lleven a Cristo y nos ayuden a correr bien nuestra carrera (2 Timoteo 4:7). De eso es que realmente se trata el noviazgo.