Ser padre es una tarea intimidante. Viene con un alto costo, pero es una de las mayores bendiciones. Recibes elogios cuando obtienes grandes frutos, y el mundo te desprecia cuando crías a un sinvergüenza. Sin embargo, para los cristianos, surge una cuestión más relevante: ¿Qué implicaciones tiene el evangelio en la crianza de los hijos?
Es el mandato de Dios para todo padre cristiano
Cuando Dios libera a Israel de Egipto, convierte a este tosco grupo de esclavos en una nación santa y les enseña cómo deben vivir en la tierra que les va a dar. Después de las buenas noticias de su liberación, les da una explicación coherente y completa de la Ley a la cual ellos y sus hijos debían dedicarse de generación en generación (Deuteronomio 6:5–9, 20–25).
Necesitaban mantener una relación fiel con Yahweh como Su pueblo redimido para no caer en el error de sus vecinos idólatras. Lamentablemente, el Antiguo Testamento revela que estos padres perdieron el rumbo en la catequización de sus hijos (Salmos 78).
De manera similar, cada padre cristiano tiene la responsabilidad de exponer la Ley, sus propósitos y su cumplimiento final en Cristo para criar hombres y mujeres celosos por los propósitos del Reino de Dios.
Le da al niño una mentalidad centrada en Dios
La primera pregunta del catecismo menor de Westminster comienza preguntando cuál es el fin principal del hombre: glorificar a Dios y disfrutar de Él por siempre.
¿Con qué frecuencia pensamos en nuestros hijos como futuros misioneros?
Cuando un padre enseña a sus hijos el evangelio, los está entrenando para recordar permanentemente que el mundo se trata del Dios viviente actuando en Su mundo y que no gira en torno a ellos. Esta mentalidad preparará al niño para crecer y convertirse en un adulto que dependerá de Dios y resistirá la inclinación natural hacia el egocentrismo.
Un niño que depende de Dios será consciente del Creador y sabrá que no puede agradarle por pura fuerza de voluntad. Y dado que esta metanarrativa dará forma a su análisis de una experiencia vivida en pecado—la suya y la de los que lo rodean—inevitablemente estará preparado para responder a la gracia de Dios ofrecida a través de Jesús. ¿Y quién más adecuado para ayudarlos en este viaje que sus padres?
Prepara a los niños para la misión del evangelio y el bien terrenal
A menudo oramos, y con razón, como nuestro Señor Jesús nos enseñó, pidiendo al Señor de la cosecha que envíe obreros al campo (Mateo 9:37–38). Pero tristemente, ¿con qué frecuencia pensamos en nuestros hijos como futuros misioneros? En última instancia, los padres deben enseñar el evangelio porque vivimos a la sombra del inminente regreso de Cristo, y debemos armarlos con todas las herramientas necesarias para presentar el evangelio a un mundo moribundo infestado de pecado que nos rodea. Imagina cuán vibrantes serían nuestras iglesias si inculcáramos una mentalidad misionera en nuestros hijos.
La colección de oraciones puritanas dice esto en la oración por la familia:
Santifica y prospera mi devoción doméstica, instrucción, disciplina, ejemplo, para que mi casa sea un huerto para el cielo.
La naturaleza del hogar en el que se crían los niños con el evangelio se convierte en una base sólida para una mentalidad celestial, sin la cual no tendrás adultos que sean de alguna utilidad terrenal. Un proverbio inglés dice: “La caridad comienza en casa”. La caridad es una virtud cristiana, entre muchas otras, cuyo significado encuentra su plenitud en la caridad de Cristo. Estas virtudes centradas en el evangelio, cuando se cultivan en el hogar, moldean una sociedad fuerte y saludable.