Ser salvo implica ser rescatado de tus pecados y recibir el perdón de tus pecados. Esto significa que Dios ya no te condena por tus pecados ni te considera culpable debido al sacrificio de Cristo en la cruz.
¿Cómo es posible esto? Solo a través de la fe en Jesucristo. Has sido liberado del dominio de las tinieblas y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tienes la salvación, el perdón de los pecados (Colosenses 1:13–14; Efesios 1:7). Eres declarado justo por medio de la fe.
¿Cómo es posible esto? Solo a través de la fe en Jesucristo.
Es fácil centrarse en pasos prácticos para discernir y prepararse para el servicio misionero, pero es importante recordar cómo Dios te ha salvado. Algunos pueden recordar que Dios los salvó de la justicia propia. Otros reconocen que Dios los salvó de la autoindulgencia. Puede ser difícil señalar el momento exacto en que experimentaste la salvación, pero ten recuerda: Dios es quien te salvó.
Has sido perdonado “como está de lejos el oriente del occidente”. El perdón de Dios es efectivo y eterno. Dios ya no recuerda tus pecados, sino que te perdona y pasa por alto tus acciones rebeldes (Miqueas 7:18–19). Él muestra compasión hacia ti y es generoso contigo.
En la salvación, experimentas la regeneración y la conversión.
Pero la salvación no es solo la buena noticia de escapar del mal o recibir el perdón de los pecados. El evangelio es tanto rescate como regeneración. El evangelio nos da nueva vida en Jesucristo. La regeneración es el acto instantáneo en el que Dios imparte secreta y soberanamente vida espiritual a aquellos que están espiritualmente muertos.
El fruto de la regeneración es la conversión. Esta es nuestra respuesta al trabajo de Dios. La conversión puede entenderse como la respuesta personal de los individuos al evangelio habilitada por el Espíritu Santo, en la cual se arrepienten y creen en Jesús como Salvador y Señor.
Así que la conversión no se trata de esforzarse por cambiar tu vida y ser mejor. En cambio, la conversión es un momento en el que cada uno de nosotros responde a la nueva vida que se nos ha dado. Es la respuesta al trabajo instantáneo de regeneración de Dios. Así que, en la salvación, eres rescatado de tus pecados y se te da nueva vida por la gracia de Dios.
En la salvación, eres declarado justo ante Dios.
Los cristianos no son justificados por sus buenas obras, sino en cambio por la vida perfecta, la muerte sustitutoria y la resurrección triunfante del Hijo de Dios. En la justificación, los pecadores no son hechos justos, sino que son declarados justos (Lucas 23:43; Romanos 8).
Considera el ejemplo del ladrón en la cruz junto a Jesús en Lucas 23. El hombre aún era pecador, pero fue declarado justo debido a su fe en Cristo. Por esta razón, el pecador podía regocijarse, sabiendo que no recibiría condena (Romanos 8:1). Este pecador fue justificado por la gracia de Dios y su fe en Cristo (Romanos 4:25).
En la salvación, eres adoptado por Dios.
En la salvación, eres adoptado por Dios. No es como si Dios te salvara y luego tuvieras que vivir lo suficientemente bien como para permanecer en el favor divino. En cambio, en la salvación, eres reconciliado, unido y adoptado por Dios. Juan 1:12 dice: “Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre”.
El hecho es que no solo eres salvado de tus pecados. Eres salvado para el reino de Dios, no solo como siervo, sino como parte de la familia de Dios para la gloria de Dios. A lo largo de la Biblia, a los cristianos se les llama herederos de Dios. La adopción espiritual significa que tenemos un lugar al que pertenecemos.
El hecho es que no solo eres salvado de tus pecados. Eres salvado para el reino de Dios.
Con demasiada frecuencia, nos enfocamos en cómo la salvación nos libra del infierno, sin darnos cuenta de la realidad de que nos brinda acceso directo a Dios, como un hijo debería tener con su padre.
Recuerda lo que Cristo ha hecho por ti.
Aspirante a misionero, tómate un momento para mirar hacia atrás en tu vida y recordar la manera en que Dios te ha salvado de tus pecados. Reconoce tu necesidad continua del Señor y reflexionar sobre la bondad de Dios contigo.
No olvides la forma en que el Señor te ha salvado, redimido y te está santificando. Responde al Señor con agradecimiento, porque en Él puedes experimentar un amor verdadero. Dios te conoce y te ama. Ha dado a su Hijo por ti.
Al considerar la oportunidad de servir de manera transcultural como misionero, tómate el tiempo para recordar las verdades bíblicas de la salvación. Recuerda cada día la bondad de Dios contigo y la forma en que has sido perdonado. Permite que su obra en ti alimente tu pasión por el evangelismo entre las naciones.