Dios no nos salvó y nos llevó directamente al cielo. Nos dejó en un mundo de urgentes necesidades espirituales y físicas por un determinado periodo de tiempo, por eso debemos entregar nuestras vidas sacrificialmente para la difusión del evangelio. No existimos simplemente para navegar a través de un cristianismo casual semana tras semana; fuimos creados para mucho más que eso. Como cristianos, nos reunimos en iglesias locales que existen para el cumplimiento de la misión global.
Dios está salvando un pueblo de entre todos los pueblos de la tierra para la alabanza de Su Nombre. Dios no es completamente alabado cuando solo un tipo de personas lo adora, ya sean judíos, angloamericanos, afroamericanos, latinoamericanos, etíopes… o cualquier otro pueblo. Dios es más completamente alabado cuando cada tipo de persona en el mundo está alabando a Dios por Su salvación. Dios ama a todas las personas, y quiere que Su amor sea conocido entre todos los pueblos. Por lo tanto, este es el propósito por el cual vivimos, y es el propósito por el cual existe la iglesia.
Dios es más completamente alabado cuando cada tipo de persona en el mundo está alabando a Dios por Su salvación.
Hemos tomado el propósito mundial de Dios y lo hemos convertido en un programa compartimentado en la iglesia. Decimos que la preocupación por las personas que aún no han escuchado el evangelio en todo el mundo es solo para las “personas misioneras”, las personas que se preocupan por la gloria de Dios en el mundo. Pero la pregunta que deberíamos estar haciendo es: ¿Quién en la iglesia no se preocupa por la gloria de Dios en el mundo? Todos deberíamos querer ver a todos los pueblos del mundo disfrutando de la gracia del evangelio y alabando a nuestro gran Dios. Ninguno de nosotros ha sido salvado por la gracia de Dios y lleno del Espíritu de Dios para ignorar el propósito de Dios en el mundo. Existimos, como cristianos individuales y como iglesia, para la difusión de la alabanza de Dios a través del evangelio entre todos los pueblos del mundo.
Después de escuchar sobre los propósitos globales de Dios, algunos cristianos se preguntan si se supone que cada seguidor de Cristo debe mudarse a otro país para servir como misionero. Supongo que el Espíritu podría guiarnos a todos en esa dirección, pero Dios no nos ha mandado a hacer esto en Su Palabra, y dudo que nos llame a todos a mudarnos a otro país. Entonces, ¿Qué significa el propósito global de Dios para nosotros?
Dios quiere que personas de cada grupo étnico sean rescatadas y redimidas por Cristo. Por lo tanto, el compromiso con la Gran Comisión en nuestras vidas y en nuestras iglesias implica necesariamente el sacrificio de nuestras vidas y nuestros recursos para llevar el evangelio a grupos étnicos que aún no han sido alcanzados. Consideremos tres formas en que esto debería manifestarse en la vida de todos los creyentes.
1. Todos oramos por la difusión de la alabanza de Dios entre todos los pueblos del mundo.
Cada día tenemos la oportunidad de ser parte de lo que Dios está haciendo en todo el mundo al ponernos de rodillas. ¿Es evidente en tu vida de oración una pasión por la alabanza de Dios entre todos los pueblos del mundo? La oración por la misión global no es solo para unos pocos selectos, sino para todos nosotros. Debe haber un componente global en todas nuestras oraciones de manera continua. Cada cristiano necesita orar por la difusión del evangelio a las naciones, por la iglesia a nivel global y por los perdidos en todo el mundo. Esto es innegociable para todos nosotros.
2. Todos damos para la difusión de la alabanza de Dios entre todos los pueblos del mundo.
En Romanos 15, Pablo habla sobre recolectar una ofrenda para ayudarlo a llevar el evangelio a España, donde las personas nunca han escuchado las Buenas Nuevas. Él espera que la iglesia en Roma lo ayude en su viaje (Romanos 15:24). El libro de Romanos es una larga carta de apoyo misionero que dice, en esencia: “Aquí está la gloria de Dios en el evangelio, ahora por favor ayúdenme a llevar este evangelio a personas que nunca lo han escuchado antes”.
El compromiso con la Gran Comisión en nuestras vidas y en nuestras iglesias implica necesariamente el sacrificio de nuestras vidas y nuestros recursos para llevar el evangelio a grupos étnicos que aún no han sido alcanzados.
Al mismo tiempo, tan importante como era llevar el evangelio a España donde la gente no lo había escuchado, y tanto como quería que la iglesia en Roma contribuyera para ese fin, Pablo les cuenta su plan de ir primero a Jerusalén para entregar asistencia financiera a la iglesia allí (Romanos 15:25). La iglesia en Jerusalén había experimentado una hambruna y estaba atravesando dificultades materiales, así que Pablo había convocado a iglesias en toda Asia, incluyendo iglesias pobres, a contribuir. Había recolectado una ofrenda para llevar a una iglesia que sufría, empobrecida y luchando en Jerusalén. Él presta atención tanto a las necesidades espirituales urgentes (el evangelio) como a las necesidades físicas urgentes (la hambruna). La preocupación por ambos tipos de necesidades debería ser evidente en nuestra contribución como iglesia.
Como estadounidense, vivo en uno de los lugares más ricos del planeta Tierra. Dios ha dado a muchas de nuestras iglesias una abundancia de recursos, pero no es Su voluntad que los gastemos todos en nosotros mismos. Nos ha bendecido por el bien de Su nombre entre las naciones (Salmo 67). Nos ha dado riqueza material para Su adoración mundial. Y mientras contribuimos hacia ese fin, también deberíamos preguntarnos cómo podemos dar para servir a los pobres, especialmente a nuestros hermanos y hermanas en Cristo que están luchando y, en algunos casos, pasando hambre.
3. Todos servimos para la difusión de la alabanza de Dios entre todos los pueblos del mundo.
Cada seguidor de Cristo debería ir y hacer discípulos justo donde vive y donde Dios lo lleve. Esto implica hacer discípulos donde trabajamos, donde jugamos y donde adoramos. Cada domingo, nos enviamos mutuamente fuera de nuestras reuniones de adoración en esta misión. Salir no es solo para algunos de nosotros; salir es para todos nosotros. Todos estamos involucrados en hacer discípulos que hagan discípulos que hagan discípulos, porque sabemos que la Gran Comisión no es solo para cristianos especiales. Es la misión de cada cristiano y cada iglesia. Y no debemos detenernos hasta que todas las naciones, todos los pueblos y lugares del mundo, sean alcanzados con las buenas nuevas del amor de Dios por ellos.
Este fragmento apareció originalmente en el libro “12 Rasgos de una Iglesia Bíblica” (inglés) de David Platt y ha sido editado ligeramente.