A lo largo de la historia, Dios levanta líderes siervos para Sus propósitos. En este mensaje sobre Nehemías 1, el pastor David Platt nos señala a Cristo como el máximo líder siervo a través del cual somos salvos. Destaca tres características de los líderes siervos del Antiguo Testamento.
- Preocupación desinteresada
- Devoción inquebrantable
- Deseo inflexible
Quiero invitarlos a que abran conmigo el libro de Nehemías. Pudieran necesitar índice para encontrarlo, pero permítanme animarlos a abrirlo en el Antiguo Testamento. Vamos a ver Nehemías 1.
¿Alguien está agradecido de que Él haya pagado nuestra deuda, y que haya salvado nuestras vidas de la muerte? Él es generoso. Estamos llegando a la tercera parte de una serie de tres de los textos del Antiguo Testamento que nos ayudan a entender a Cristo, quién es El, y que ha hecho. Todas las Escrituras apuntan a Cristo. Él es el centro. El pasaje que vamos a ver ahora no nos apunta directamente a Cristo, lo hace como lo han hecho Génesis 3 o Rut el último par de semanas, pero quiero que veamos como todo en las Escrituras culmina y se colma en la persona de Cristo.
Estamos llegando a una mañana muy importante en nuestra familia de fe, porque vamos a declarar a ocho hombres que servirán como ancianos a mi lado en los próximos dos años, algunos de ellos por los próximos cuatro. Este es un gran día en nuestra familia de fe, y este pasaje fue el que emergió mientras oraba sobre qué estudiar esta mañana, mientras pensaba en Cristo y en quién es Él, mientras pensaba en lo que haremos hoy para levantar nuevos líderes de la iglesia, y cómo eso culmina en la persona de Cristo.
Quiero que veamos Nehemías 1. Ahora, antes de comenzar a estudiarlo, tenemos que entender el trasfondo de este libro. Vamos a introducirnos en las clases del Antiguo Testamento, por un momento, si no les importa. Y quiero ilustrarles los sucesos que llevaron al libro de Nehemías.
En la historia del pueblo de Israel, ellos fueron divididos en dos grupos: El Reino del Norte y el Reino del Sur. El Reino del Norte fue llamado Israel. El Reino del Sur fue llamado Judá. La capital de Judá fue Jerusalén.
En el medio de la ciudad de Jerusalén, el pueblo de Dios construyó, bajo Sus órdenes, un templo. Ahora, el templo no era solo una iglesia; no era solo un lugar para ir y rendir culto. Este era el lugar donde la gloria de Dios habitaba en Su pueblo. Su nombre moraba allí. Es donde ustedes vendrían a rendir culto. Era el lugar de culto y estaba en el medio de la ciudad. Alrededor de ella, tenían una muralla.
Lo que pasó entre 597 y 586 a.C. es que los babilonios decidieron que no estaban muy contentos con el pueblo de Dios y Judá, y entonces en 586 a.C., se unieron y vinieron y, básicamente, destruyeron el templo. Así que viajaron desde Babilonia. Llegaron allá, y una vez allí, destruyeron completamente el templo y los muros.
Y en este momento, comenzó en el Antiguo Testamento lo que fue conocido como el exilio. Y el pueblo de Dios fue sacado de Jerusalén, y fueron diseminados por el Imperio Babilonio. Fueron sacados y puestos en diferentes lugares. Si ustedes pudieran imaginar el dolor de ser separados unos de otros, de su familia, sus amigos, su iglesia, y ser llevados a una tierra que no conocen, una tierra extranjera, y ser divididos y diseminados. Fue un momento muy difícil para el pueblo de Dios.
Después, cerca de 539 a.C., los babilonios tuvieron su merecido, y los persas atacaron el Imperio Babilonio. Ahora, cuando los persas se encargaron del Imperio Babilonio, lo que pasó fue que el rey persa dijo, “Cualquiera del pueblo de Israel que quiera regresar puede hacerlo y viajar a Jerusalén si así lo quiere”. Y así, los persas los dejaron ir, y muchos de los israelitas regresaron a Jerusalén. Cuando llegaron, ¿qué creen ustedes que fue lo primero que hicieron? Reconstruyeron el templo. En 516 a.C., el libro de Esdras nos cuenta cómo lo hicieron.
Ahora, ¿cuál es el problema? Recuperaron el templo, pero no tenían ningún muro alrededor de la ciudad. Como resultado, la ciudad esta expuesta a ataques desde todas direcciones. Es en este punto que llegamos a 440 a.C., y encontramos a este hombre llamado Nehemías en un lugar llamado Susa. Hoy, básicamente, es el suroeste de Irán. Y Nehemías escucha lo que está pasando en Jerusalén, y ahí es donde estamos en Nehemías 1. Sigan conmigo.
Palabras de Nehemías, hijo de Hacalías.
Aconteció que en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en la fortaleza de Susa, vino Hananí, uno de mis hermanos, con algunos hombres de Judá, y les pregunté por los judíos, los que habían escapado y habían sobrevivido a la cautividad, y por Jerusalén.
Y me dijeron: El remanente, los que sobrevivieron a la cautividad allí en la provincia, están en gran aflicción y oprobio, y la muralla de Jerusalén está derribada y sus puertas quemadas a fuego.
Y cuando oí estas palabras, me senté y lloré, e hice duelo algunos días, y estuve ayunando y orando delante del Dios del cielo. Y dije:
Te ruego, oh Señor, Dios del cielo, el grande y temible Dios, que guarda el pacto y la misericordia para con aquellos que le aman y guardan sus mandamientos, que estén atentos tus oídos y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que yo hago ahora delante de ti día y noche por los hijos de Israel tus siervos, confesando los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. Hemos procedido perversamente contra ti y no hemos guardado los mandamientos, ni los estatutos, ni las ordenanzas que mandaste a tu siervo Moisés.
Acuérdate ahora de la palabra que ordenaste a tu siervo Moisés, diciendo: “Si sois infieles, yo os dispersaré entre los pueblos; pero si volvéis a mí y guardáis mis mandamientos y los cumplís, aunque vuestros desterrados estén en los confines de los cielos, de allí los recogeré y los traeré al lugar que he escogido para hacer morar allí mi nombre.”
Y ellos son tus siervos y tu pueblo, los que tú redimiste con tu gran poder y con tu mano poderosa. Te ruego, oh Señor, que tu oído esté atento ahora a la oración de tu siervo y a la oración de tus siervos que se deleitan en reverenciar tu nombre; haz prosperar hoy a tu siervo, y concédele favor delante de este hombre.
Era yo entonces copero del rey. (Nehemías 1:1-11)
Esta es la situación: Nehemías se encuentra en un lugar llamado Susa. Está viviendo en el Palacio Persa como copero del rey, lo que suena como una especie de mayordomo del rey, pero ese es un rol muy distinguido el que está desempeñando. El copero era el confidente del rey. Tenía el privilegio de comer todo lo que el rey comía y beber todo lo que el rey bebía. Por supuesto, él lo hacía primero, de forma que si había algo mal con la comida o la bebida, el rey pensaría, “Sabes, ahora no me apetece esta comida en particular”. Y así era el trabajo de Nehemías. Y era un gran trabajo. Al vivir en el Palacio Persa, él está viviendo el sueño persa. Está comiendo la comida del rey y bebiendo la bebida del rey. Todo estaba yendo bien para Nehemías.
Lo que quiero que veamos es como su vida se transformó aquí en Nehemías 1. Vamos a ver hoy la prosperidad de los siervos. Lo he titulado así basado en el fin de la oración, “haz prosperar hoy a tu siervo”. Quiero que sepan desde el principio, que Nehemías fue un hombre ordinario al que Dios usó de una manera extraordinaria.
En el Antiguo Testamento…
Mi oración de toda la semana viendo este texto, y de hoy, mientras me preparaba para predicar, es que Dios alzara a los siervos, hombres y mujeres, que tuvieran el mismo corazón que Nehemías. Quiero que vean tres características de un siervo que Dios levantó en esta oportunidad, aquí en el Antiguo Testamento, así como en otras ocasiones.
Preocupación desinteresada
Primero que todo, una característica que lo marcó fue la preocupación desinteresada. La primera vez que vemos a Nehemías, él pregunta por el pueblo de Jerusalén. El oye que están en gran aflicción y oprobio, a donde llegaremos en un momento, pero se sienta inmediatamente y, ¿qué hace? Empieza a llorar. Así que, la primera vez que vemos a Nehemías el hombre está llorando.
Ahora ¿significa esto que él llora por cualquier motivo? ¿Es este el retrato de Nehemías? Realmente no. Para cuando llegamos al final de este libro, Nehemías 13, vemos a Nehemías enojándose tanto con algunos de los líderes, que va hacia ellos, les grita, y entonces, literalmente, les arranca el pelo de sus cabezas. Este hombre es intenso. Ustedes no querrían meterse con Nehemías. Y por esa razón deben estar contentos de que Nehemías no sea un anciano en esta iglesia. Este hombre es muy intenso. Pero la primera vez que lo vemos, él se sienta, y llora y hace duelo y ayuna y ora. Este es un hombre de profunda preocupación.
Quiero que reflexionen sobre por qué estaba preocupado. Pienso que hay dos niveles: número uno: él tenía una preocupación desinteresada por el bien del pueblo de Dios. El oyó que estaban en grandes problemas. La palabra usada para describir esto en el Antiguo Testamento es “miseria”. Estaban pasado un momento muy difícil.
Ahora, no pierdan el contexto. Tenemos a Nehemías viviendo el sueño persa en el palacio Persa. Todo está yendo bien para él. Pero Nehemías, desde la primera vez que lo vemos, está tan preocupado por las necesidades de las personas que están lejos, que está difícilmente preocupado por las suyas propias. Está aferrado a las necesidades del pueblo de Dios en Jerusalén. No hay espacio para individualismos en el libro de Nehemías. Él está preocupado por la comunidad, tan preocupado por la necesidad de la comunidad de fe que casi se olvida de las suyas propias ¿Revertimos este orden alguna vez? ¿Estamos tan preocupados por nuestras propias necesidades que a veces olvidamos las de los demás? Esta es una preocupación profunda por la comunidad de la fe, por el bien del pueblo de Dios.
Jeremías 15:5 habla acerca lo que Jeremías profetizó, y básicamente pregunta, “¿quién se compadecerá de ti, oh Jerusalén?” ¿Quién se pondrá de pie y preguntará por ti? Y Nehemías nos muestra la imagen de alguien que tiene profunda piedad por el pueblo de Dios.
Pero no se detiene ahí. Ahora quiero que me sigan porque si nos perdemos esto, nos perderemos el propósito del libro de Nehemías. Tan pronto como Nehemías oye que la muralla estaba derribada, se sienta y llora. ¿Por qué es tan malo el hecho de que aquellos muros alrededor de Jerusalén estén derribados? Piensen en ello conmigo. ¿Por qué es esto tan malo? ¿Porque están expuestos a ataques desde cualquier dirección? Bueno, ciertamente eso no era bueno. ¿Porque estaban desprotegidos? Si, eso es parte de ello. ¿Fue porque quedaron expuestos a mezclarse con los pueblos vecinos, las naciones paganas politeístas, y así perderían su pureza y moralidad? Eso era parte de ello también. Pero pienso que todas esas razones combinadas no suman la razón principal por la que Nehemías llora en Nehemías 1. No creo que la razón principal por la que Nehemías lloraba era porque no estaban protegidos o porque estaban expuestos a mezclarse con las naciones paganas.
Quiero que piensen en esto. Imaginen que ustedes son alguna de esas naciones alrededor de Jerusalén, y miran dentro de esa ciudad y ven un templo construido para adorar, a los que ellos llaman “el único y verdadero Dios”, El Señor. Este templo está entre todas estas naciones politeístas que adoran todo tipo de dioses diferentes. Israel es el único que adora a un único Dios, y el templo es el símbolo de su adoración. Cuando ustedes son estas naciones, y miran dentro y ven ese templo, y entonces ven los muros de la ciudad derribados. ¿Qué piensan ustedes del Dios de ese pueblo? Piensan que ese Dios es débil. “El no se ocupa de Su pueblo. Miren como lo abandona”.
Yo creo que lo que se aferraba en lo profundo del corazón de Nehemías era el hecho de que cuando él se dio cuenta de que la muralla estaba derribada, supo que las naciones vecinas de Jerusalén no le darían honor y gloria a Dios, y se levantó y dijo, “Voy a hacer algo al respecto”.
El tenía una preocupación desinteresada por el bien del pueblo de Dios, pero a un nivel más profundo, tenía una preocupación por la gloria del nombre de Dios. Él estaba profundamente preocupado. Tenía celo por el honor y la gloria a su Dios. Así que habían dos áreas de preocupación: Por el bien del pueblo de Dios, y segunda, por la gloria del nombre de Dios. Anoten esto: Dios confiará grandes tareas a los líderes en quienes puede confiar Su gloria. Dios, ayúdame a ser un líder al que le puedas confiar Tu gloria. Dios, levanta líderes en esta iglesia en quienes puedas confiar Tu gloria.
Devoción Inclaudicable
La preocupación desinteresada es la primera imagen que tuvimos de Nehemías. La segunda: es de un hombre de devoción inclaudicable. Quiero que veamos cómo pasó esto. Él se sentó y lloró. Y entonces, dice en el versículo 4: “hice duelo algunos días, y estuve ayunando y orando delante del Dios del cielo”. Ese término “por algunos días”, no nos dice mucho realmente; solo nos da una vaga imagen. Pero hay otras pistas en las Escrituras que nos dicen exactamente cuanto tiempo estuvo haciendo esto.
Vean el principio en Nehemías 1:1. Todo esto empezó en el mes de Quisleu. Básicamente, esto es alrededor de Noviembre o Diciembre. Quizás quieran poner una pequeña nota al lado de Quisleu. Circúlenlo y pongan “Noviembre o Diciembre” en algún lugar. Entonces, todo empezó en Quisleu.
Ahora lo que pasa es que él comienza a orar. Por unos días, el hace duelo, y ayuna y ora ante el Dios en los cielos. Entonces llegan a Nehemías 2, y empiezan a ocurrir cosas. Lo leeremos en un momento, vean el primer versículo. “Aconteció que en el mes de Nisán…” Ahora pueden poner una pequeña nota al margen que diga “Marzo o Abril”. Así, Nehemías comienza a hacer duelo y ayunar y orar alrededor de Noviembre o Diciembre.
Y entonces, cuando llegan a Marzo o Abril, empiezan a ocurrir cosas. En todo ese tiempo, todo lo que tenemos es “E hice duelo algunos días, y estuve ayunando y orando delante del Dios del cielo” Lo que han visto es la imagen de un hombre que, cuando oyó sobre las necesidades, no comenzó inmediatamente a planear y pensar estratégicamente. No unió a todo el mundo ni decidió cuál era el plan para poder ayudar al pueblo de Dios. Lo que hizo fue inclinarse y orar. Por cuatro meses, todo lo que hizo fue orar y hacer duelo y ayunar. Quizás no por los cuatro meses completos, pero ayunó e hizo duelo y oró incesantemente, una y otra vez, para que Dios actuara antes que él en Nehemías 2, que tuvo lugar cuatro meses después.
Ahora, quiero que vean a qué está dedicado él. Primero que nada, Nehemías se dedicaba a buscar el rostro de Dios. Dice, “Y dije…” y entonces sigue esa oración. Esta es la primera de doce ocasiones diferentes en que lo vemos orando en el libro de Nehemías. Ojalá tuviéramos tiempo de ver todas esas ocasiones, pero una y otra vez, en un libro de trece capítulos, vemos a Nehemías orando. Hay una oración en casi todos los capítulos. Él se dedica a buscar el rostro de Dios.
Ahora, he aquí la cuestión. Este tipo de oración es muy atípico en la iglesia de hoy. No sé cuantos de ustedes, personas normales como Nehemías, ayunan para que Dios actúe de una forma poderosa en Su iglesia y oran incesantemente día tras día, mes tras mes. ¿Por qué la vida de oración de Nehemías fue tan fuerte? He aquí la respuesta: Creo que esto es lo que separa a Nehemías de la mayoría de nosotros hoy. Su vida de orador fue tan fuerte porque su visión de Dios también lo fue. Quiero explicarles mejor. Cuando nuestra visión de Dios es fuerte, nuestra ambición de Dios en la oración será fuerte. Sin embargo, cuando nuestra visión de Dios es débil, entonces nuestra ambición por El en la oración también lo será.
Quiero que vean como eso se desarrolla una vez que él empieza a orar. Hay cuatro características de Dios que emergen: Primero que nada, él ora porque sabe que Dios es soberano. El comienza su oración, “oh Señor, Dios del cielo…” (Nehemías 1:5) Ahora, lo que necesitan hacer es marcar esto, y quiero que vuelvan conmigo a 2do de Crónicas 36. Y quiero que vean como la soberanía de Dios es resumida en ese título: “Dios del cielo”. Básicamente, este es un título que en otras ocasiones en el Antiguo Testamento es usado para describir como Dios controla todas las cosas, y hace que las cosas ocurran de acuerdo a Su propósito y Su plan. Vean 2do de Crónicas 36. Quiero que escuchen el resumen de como Jerusalén había caído, y quiero que vean la soberanía de Dios sobre todas las cosas.
Vean 2do de Crónicas 36:15. Este es el recuento.
Y el Señor, Dios de sus padres, les envió palabra repetidas veces por sus mensajeros, porque El tenía compasión de su pueblo y de su morada; pero ellos continuamente se burlaban de los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y se mofaban de sus profetas, hasta que subió el furor del Señor contra su pueblo, y ya no hubo remedio. Entonces El hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en la casa de su santuario, y no tuvo compasión del joven ni de la virgen, del viejo ni del débil; a todos ellos los entregó en su mano. Y todos los objetos de la casa de Dios, grandes y pequeños, los tesoros de la casa del Señor y los tesoros del rey y de sus oficiales, todo lo llevó a Babilonia. Y quemaron la casa de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos valiosos. (2do de Crónicas 36:15-19)
Así fue como pasó. Ahora escuchen esto:
Y a los que habían escapado de la espada los llevó a Babilonia; y fueron siervos de él y de sus hijos hasta el dominio del reino de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubiera gozado de sus días de reposo. Todos los días de su desolación reposó hasta que se cumplieron los setenta años. (2do de Crónicas 36:20-21)
No olviden eso. Ese último versículo nos está diciendo que todo pasó en su momento porque ¿quién estaba al mando? El Señor. El Señor había hablado por boca de Jeremías después de 70 años, entonces ellos podrían regresar del exilio. Eso fue lo que ocurrió.
“Y en el primer año de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor por boca de Jeremías, el Señor movió el espíritu de Ciro, rey de Persia, y éste envió a proclamar de palabra y también por escrito…” (2do de Crónicas 36:22) El Rey Ciro está a punto de hacer una proclamación. ¿Quién le hizo hacer eso? El Señor. El Señor movió su corazón.
“Así dice Ciro, rey de Persia: “El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha designado para que yo le edifique una casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien de entre vosotros sea de su pueblo, el Señor su Dios sea con él, y suba.” (2do de Crónicas 36:23).
¿Por qué el pueblo de Dios regresó desde Babilonia a Jerusalén? ¿Porque el Rey Ciro lo dijo? Si, pero esa no es la respuesta suprema. ¿Por qué eran capaces de hacerlo? Porque Dios lo dijo. No pierda esto de vista: Este es Dios al final de 2do de Crónicas 36, moviendo el corazón del Rey Nabucodonosor para ir y disciplinar a Su pueblo. Y después está Dios, dirigiendo el corazón del Rey Ciro a levantarse y decir que Jerusalén y el templo pueden ser reconstruidos. Dios es soberano sobre los reyes de las naciones del Antiguo Testamento. Estas son buenas noticias para nosotros hoy.
Proverbios 21:1 dice, “Es el corazón del rey en la mano del Señor” ¿No es bueno saber que la vida de todos los presidentes y líderes están en las manos de un Dios soberano ahora y para siempre? Esas son buenas noticias. Dios es soberano.
Y así, cuando Nehemías ora en Nehemías 1, dice, “Oh Señor, Dios del cielo, eres el Dios que ha dirigido todo esto. Eres el Dios que está a cargo. Eres el Dios que tiene el control, y yo me subordino a ti.” Esa es una gran imagen de quién es Dios. Y cuando descubramos esa imagen, queremos orarle porque nos damos cuenta de que Él tiene un propósito y Él lo va a cumplir. Necesitamos inclinarnos ante El.
No solo El es soberano, sino que además, es temible. Nehemías dice, “Oh Señor, Dios del cielo, el grande y temible Dios…” (Nehemías 1:5) Esta es una de tres veces en el libro de Nehemías donde él habla acerca lo grande y temible que es Dios. Su poder no tiene límites y eso cambia la forma en la que ustedes oran. Piensen en ello de esta manera: A veces oramos, y decimos, “Bueno, la oración es solo hablarle a Dios”. Y hay cierta verdad en esto. Indudablemente, tenemos acceso al trono de Dios mediante Cristo Jesús.
Orar es hablar con Dios, pero no tenemos que detenernos aquí. Necesitamos entender que una conversación de una niña de dos años con sus padres, es muy diferente a la conversación de tendría un veinteañera, porque hay una mayor comprensión de esa relación y de lo que representan los padres en su vida, eso cambia la forma en la que habla. Si una veinteañera hablara a sus padres como una niña de dos años, ello sería definitivamente una señal de alguna forma de retraso mental. Incluso así, muchos de nosotros que hemos caminado con Cristo por quince, veinte, veinticinco años, aún le hablamos a Dios como lo hacíamos cuando teníamos dos.
Por favor, no me malinterpreten. No tenemos que impresionar a Dios con nuestras oraciones. No existe una forma de orar bien o mal. Pero si nuestro entendimiento de Dios ve su soberanía y cuan temible El es, eso cambia la forma en la que oramos. Cambia la forma en la que nos referimos a Él y nos postramos ante El. Y no acudimos orando a su presencia por casualidad, porque entendemos lo grande y temible que es. ¡Y eso es formidable! Esto llenó las oraciones de Nehemías. Él sabía que no había nada que pudiera pedir a este Dios que superara Sus habilidades. No había nada que él pudiera pedir que Dios, en toda su fuerza y poder y soberanía, no fuera capaz de hacer.
Y la buena noticia para nosotros es que le oramos al mismo Dios que Nehemías. Y no hay nada que podamos pedirle que supere Sus habilidades. No hay nada que podamos pedirle que El no tenga el poder de hacerlo en Su temeridad y soberanía. Y eso da alas y alienta nuestras oraciones, y empezamos a pedirle a Dios cosas grandiosas cuando descubrimos lo grande que es. Dios, constrúyenos una iglesia que te pida grandes cosas. Constrúyenos una iglesia que te pida hacer cosas que solo Tú puedas tener la gloria para hacerlas. Dios, danos las naciones, y hazlo de tal manera que solo Tú obtengas la gloria. Él es capaz. El es soberano. Él es temible.
Tercero, El es fiel. “Oh Señor, Dios del cielo, el grande y temible Dios, que guarda el pacto y la misericordia para con aquellos que le aman” (Nehemías 1:5) Esta no es una buena traducción. Lo que realmente significa es que “El mantiene Su amor pactado e inalterable” La razón por la que señalo esto es porque “amor inalterable”, es una frase que vimos la semana pasada llamada “jesed” que significa benevolencia. Es la benevolencia que Booz le mostró a Rut, y Rut le mostró a Booz. Es la benevolencia que Dios continuamente le muestra a Su pueblo. Es una palabra que en el Antiguo Testamento que se usa una y otra vez para contar como Dios es fiel a Su pueblo. Dios no se había olvidado de ellos. Él iba a ser fiel y vamos a verlo en un momento.
Él es soberano, Él es grande, Él es fiel, y, cuarto, El es santo. No se pierdan lo que pasa en la mitad del versículo 6: “Confesando los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti” Ahora, permítanme dejarles en el por qué esa frase es tan grande. Nehemías, por lo que sabemos, puede que nunca haya estado en Jerusalén. Las personas que fueron al exilio estaban pagando el precio de los pecados y desobediencias de sus antepasados. Nehemías está viviendo en el Palacio Persa, y si nadie tenía derecho a decir, “¿Sabes?, lo que está pasado en Jerusalén es culpa de ellos. Eso es lo que se merecen”, Nehemías sí lo tenía.
Pero noten lo que él empieza a orar y a confesar a través de ese par de versículos. Una y otra vez, el dice, “confesando los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado”. No pierda esto de vista. Los siervos en el plan de Dios no se levantan y señalan los pecados de los demás. Los siervos en el plan de Dios se levantan, y ven sus pecados, y se inclinan de dolor y arrepentimiento, y dicen, “Hemos pecado”.
Esta es una de las áreas en que fallamos por nuestro individualismo. Nos es fácil venir a la iglesia y hablar de los pecados de esta y de aquella persona, y sobre contra lo que están luchando, y nos levantamos, y comenzamos a señalarnos unos a otros. Y todo el tiempo Dios dice, “Si ustedes, como comunidad de fe, vinieran ante mí y se arrepintieran juntos…” No lo olviden, podemos pasar todo el día hablando sobre lo que está mal en la iglesia. Pueden pasar todas sus vidas hablando de lo que está mal en la iglesia, y ello no hará la más mínima diferencia. Sin embargo, cuando ustedes se levanten, y digan, “Soy parte de esto; soy parte de la iglesia, y necesito arrepentirme. Necesitamos arrepentirnos, y necesitamos dirigirnos a Dios”, entonces comenzarán a ver a Dios obrar de formas poderosas entre Su pueblo. Y nos daremos cuenta de que El es santo. Y estaremos todos juntos en esto, y no vendremos aquí a señalarnos los unos a los otros, si no que todos juntos con nuestras batallas y heridas, vendremos ante El honradamente.
Nehemías oró buscando el rostro de Dios, porque sabía que todo lo que podría suceder en el libro de Nehemías dependería de un único principio, y este único principio era buscar el rostro de Dios. Él sabía que la oración no era negociable. La oración era una prioridad para Nehemías. Por favor, no olviden esto. No era la primera de una lista de cinco. Fue: “Si no oro, y no busco a Dios, y no busco Su rostro, entonces absolutamente nada va a pasar”. No era negociable para él.
Permítanme mostrarles como se desarrolla esto. Vean Nehemías 2. Quiero animarlos a subrayar un par de versículos en el libro de Nehemías. Quiero mostrarles cómo Nehemías, cada vez que sucede algo bueno, habla de que Dios, en Su benevolencia permitió que pasara. Escuchen esto. En el versículo 8, dice, “una carta para Asaf, guarda del bosque del rey, a fin de que me dé madera para hacer las vigas de las puertas de la fortaleza que está junto al templo, para la muralla de la ciudad y para la casa a la cual iré.” (Nehemías 2:8) Ahora escuchen esto. “Y el rey me lo concedió, porque la mano bondadosa de mi Dios estaba sobre mí”. ¿Por qué el rey le concedió su petición? Porque la mano de Dios estaba sobre él.
Vean Nehemías 2:12. Vean lo que dice ahí: “Y me levanté de noche, yo y unos pocos hombres conmigo, pero no informé a nadie lo que mi Dios había puesto en mi corazón que hiciera por Jerusalén”. Dios le había dicho qué hacer. Vean, en el mismo capítulo, Nehemías 2:18. “Y les conté cómo la mano de mi Dios había sido bondadosa conmigo, y también las palabras que el rey me había dicho.” Dice lo mismo en el versículo 20. “Y yo les respondí, y les dije: El Dios del cielo nos dará éxito.” (Nehemías 2:20) ¿Quién nos dará éxito? El Dios del cielo nos dará éxito. El Dios soberano al que le vimos orando.
Vean Nehemías 4:15, comenzaron a enfrentar la oposición. Comenzaron a enfrentar las pruebas. Vea lo que pasa en Nehemías 4:15: “Sucedió que nuestros enemigos se enteraron que lo sabíamos y que Dios había desbaratado sus planes; entonces todos nosotros volvimos a la muralla, cada uno a su trabajo” ¿Quién frustró el complot enemigo? Dios lo hizo. Vean que pasa lo mismo en el versículo 20: El está desafiándolos a levantarse en contra de la oposición, y dice, “En el lugar que oigáis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; ¡nuestro Dios peleará por nosotros!” (Nehemías 4:20)
Vean Nehemías 6:16. Ya terminaron de construir el muro. Fue un día muy victorioso. Y escuchen lo que dice el versículo 16: “Y aconteció que cuando se enteraron todos nuestros enemigos y lo vieron todas las naciones que estaban alrededor nuestro, desfalleció su ánimo; porque reconocieron que esta obra había sido hecha con la ayuda de nuestro Dios.” Veamos uno más en el versículo 5, dice: “Entonces mi Dios puso en mi corazón reunir a los nobles, a los oficiales y al pueblo para que fueran inscritos por genealogías”.
Lo que quiero que vean es que, una y otra vez en la vida de Nehemías, cada éxito, cada movimiento que hace, viene como resultado de buscar el rostro de Dios. Y él constantemente deja ver cómo Dios lo ha hecho todo. Dios está revelando cosas al corazón de Nehemías; Dios está guiando a Nehemías a hacer cosas grandiosas. Hermanos, Dios no revela las cosas íntimas de Su corazón a aquellos que van y vienen eventualmente. Él revela las cosas íntimas de Su corazón a aquellos que buscan Su rostro. Y empezamos a ver lo que Dios pone en nuestros corazones, y empezamos a ver lo que Dios hace en la iglesia, y todo eso es por Su mano sobre nosotros. Él buscó el rostro de Dios. Él estaba dedicado a ello.
Segundo, él estaba dedicado a conocer la Palabra de Dios. En Nehemías 1:8-9, comienza diciendo, “Acuérdate ahora de la palabra que ordenaste a tu siervo Moisés…” Esa palabra “acuérdate”, la usa muchas veces, diciéndole a Dios que se acuerde de cosas; no es que Dios no las supiera, lo que Nehemías hace es citar del Antiguo Testamento, diciendo: “Si sois infieles, yo os dispersaré entre los pueblos; pero si volvéis a mí y guardáis mis mandamientos y los cumplís, aunque vuestros desterrados estén en los confines de los cielos, de allí los recogeré y los traeré al lugar que he escogido para hacer morar allí mi nombre.” (Nehemías 1:8-9) Pueden poner una nota al margen: Deuteronomio 30:1-10. Realmente se puede ver el eco de Deuteronomio en toda esta oración, pero especialmente en este pasaje. Es casi literal. Nehemías está citando ante Dios Deuteronomio 30, versículos del 1 al 10.
Ahora, ¿por qué Nehemías actúa así? ¿Por qué siente necesidad, en su oración, de citar las Escrituras a Dios? No es que Dios no supiera lo que dice Deuteronomio 30. Dios lo escribió. El sabía exactamente lo que Deuteronomio 30 dice. Pero no olviden esto: Dios se deleita cuando Su pueblo viene ante El con Su Palabra y demanda Sus promesas. Dios se deleita cuando venimos ante Él con las manos vacías y decimos, “No tengo nada que ofrecer excepto Tu Palabra, y voy a aferrarme ella. Voy a tomarte en Tu Palabra, y si no lo hago, tropezaré y caeré de cara al suelo, pero tendré Tu Palabra.” Y eso es exactamente lo que Nehemías está haciendo. Eso es exactamente lo que convocamos a hacer en la oración.
Noten esto, hasta este punto, Nehemías aun no ha pedido nada. El honró a Dios por quien es, él confesó sus necesidades, sus pecados. Está ahora trayendo ante Dios su Palabra, diciendo, “No tengo nada aparte de la Palabra de Dios.” Esto es una fe audaz yendo en presencia de Dios.
Creo que eso es lo que vemos aquí. Si ustedes quieren tener una fe audaz, debe tener dos metas. Número uno: un profundo entendimiento de quién es Dios, y segundo, un pleno conocimiento de lo que ha dicho. Vean las Escrituras, y verán que aquellos que conocían la Palabra de Dios fueron poderosamente usados por Él. Esteban se levanta y, en poco tiempo lo vemos en Hechos 6 y 7 citando prácticamente toda la historia del Antiguo Testamento, así de fácil. La Palabra de Dios fluyó de él. Si queremos ser líderes de la iglesia, si queremos levantarnos y ver algunas de las cosas que Dios ha hecho a través de Su pueblo a lo largo de la historia, entonces necesitamos tener un profundo entendimiento sobre quién es Él y tener un pleno conocimiento de lo que ha dicho.
Nehemías está buscando el rostro Dios. Él está dedicado a conocer la Palabra de Dios y por lo tanto, tercero, él está dedicado a pedir provisión a Dios. No es hasta la última frase que vemos a Nehemías hacer una petición. Dice al final del versículo 11, “Haz prosperar hoy a tu siervo, y concédele favor delante de este hombre.”
Y quiero que sepan que el resto del libro nos va a mostrar una imagen de la grandeza de Nehemías, una grandeza que está completamente ligada a su audacia al pedir grandes cosas a Dios. Si nos alejamos del estudio del libro de Nehemías, y decimos, “qué gran hombre fue Nehemías”, entonces hemos perdido todo su propósito. Lo que Nehemías hizo fue pedir grandes cosas a un gran Dios, y vemos al Dios de Nehemías dirigir todo esto para Su gloria.
¿No es esta una imagen de lo que queremos tener? No que las personas se marchen diciendo: “Qué gran grupo de personas”, si no que vengan la iglesia y digan: “Ellos son personas normales que ha pedido grandes cosas a un gran Dios, y El ha mostrado Su gloria a través de ellos”. Dios, que así sea.
Deseo inquebrantable
Una dedicación inclaudicable, a buscar el rostro de Dios, a conocer la Palabra de Dios y a pedir provisión a Dios. Hemos visto la preocupación y la devoción de Nehemías, y quiero mostrarles la última parte de este retrato suyo: un deseo inquebrantable. Vean como esta oración termina en el versículo 10: “Ellos son tus siervos y tu pueblo, los que tú redimiste con tu gran poder y con tu mano poderosa Te ruego, oh Señor, que tu oído esté atento ahora a la oración de tu siervo y a la oración de tus siervos que se deleitan en reverenciar tu nombre” (Nehemías 1:10-11) Entonces dice que era copero del rey.
Ahora, no pierdan de vista el contraste. He aquí un hombre que tiene todo lo que el mundo tiene para ofrecerle. Vive en el Palacio Persa. Él come y bebe todo lo que el mundo tiene para darle. Y dice, “Mi más profundo deleite es reverenciar Tu nombre. Nuestro mayor deleite, nuestro mayor deseo es reverenciar Tu nombre.”
Así que, primero que nada, nuestro deseo es reverenciar Su persona. Esta es la característica por la que estoy orando para que Dios la alce por toda esta iglesia. Yo oro para que Dios levante a los ancianos, a los maestros de estudio bíblico para niños y a los siervos en esta iglesia quienes su más profundo deleite es ver el nombre de Dios honrado y glorificado. Yo oro para que eso sea más deleitable para nosotros que un gran cheque o un ascenso en el trabajo. Oro para que el ver Su nombre honrado y glorificado en nosotros, sea más deleitable que todo éxito que este mundo nos ofrezca jamás, y que nuestras vidas latan deleitándose en reverenciarlo.
Dios, levanta líderes así, quienes desdeñen las cosas del mundo y quienes digan que nada se comparan con andar por un camino que honre y glorifique a Dios. ¿Cómo se ve esto es sus hogares? ¿Cómo se ve esto en sus lugares de trabajo? Miren como cambia la perspectiva.
Y termina diciendo, “haz prosperar hoy a tu siervo, y concédele favor delante de este hombre.” (Nehemías 1:11) Ahora, esto es algo gracioso porque “este hombre” del que él habla, se refiere al Rey Artajerjes. Este es el rey para el que trabaja, el rey que tiene el poder de decir en cualquier momento, “Nehemías, cuidado con tu cabeza”. Pero Nehemías ha visto la soberanía, lo que causa temor, la devoción, y la santidad de su Dios, y una vez que ve esto dice, “me deleito en reverenciar Tu nombre”, incluso el más grande rey del mundo conocido, en este punto luce como un mero hombre. Palidece en comparación. Eso cambia su perspectiva.
De hecho, cuando ustedes miran Esdras 4:7-23, lo que ocurrió básicamente fue que, el rey de Persia, este mismo rey, había visto lo que estaba pasando cuando ellos reconstruyeron el templo en Jerusalén, y dijo, “Voy a parar el trabajo. No pueden tener demasiado poder.” Así, este rey había impedido que esto sucediera. Ahora Nehemías está a punto de ir ante él y pedirle permiso para ir y reconstruir la muralla cuando, años antes de esto, este rey de Persia había dicho, “No puede ser”. Nehemías tenía ahora una santa fuerza y esto le hace levantarse.
Y miren lo que pasa en Nehemías 2:1. “Aconteció que en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, estando ya el vino delante de él, tomé el vino y se lo di al rey. Yo nunca había estado triste en su presencia” Permítanme parar justo aquí para hacerles saber que hay registros de los tiempos del Antiguo Testamento de los coperos siendo solemnes o sombríos en presencia del rey y mandarles a cortar la cabeza por ello. Cuando estabas en presencia del rey, todo debía ser grandioso. Usted no se quejaba de nada ante el rey. Usted estaba todo el tiempo alrededor de él con el propósito de hacerle feliz.
“Yo nunca había estado triste en su presencia, y el rey me dijo: ¿Por qué está triste tu rostro? Tú no estás enfermo; eso no es más que tristeza de corazón. Entonces tuve mucho temor…” (Nehemías 2:1-2) No pierdan la intensidad aquí. Nehemías está a punto de dar un paso importante. “Entonces tuve mucho temor, y dije al rey: Viva para siempre el rey” (Nehemías 2:2-3) ¿No es esto genial? Es una especie de lisonjeo que le hacemos al rey antes de pedirle algo.
Todos hemos hecho esto alguna vez. Ustedes saben, todos hemos dicho, “Mamá, realmente me gustaría salir este fin de semana, sin embargo antes de pedirte dinero, quiero que sepas cuan increíble madre eres y cuanto significas para mi y sé cuantos sacrificios haz hecho por mi.” Esto es como, “Viva para siempre el rey”.
“¿Cómo no ha de estar triste mi rostro cuando la ciudad, lugar de los sepulcros de mis padres, está desolada y sus puertas han sido consumidas por el fuego? El rey me dijo: ¿Qué es lo que pides? Entonces oré al Dios del cielo…” (Nehemías 2:3-4) ¿No es esto grandioso? “¡Bien, Señor, aquí va!” Esta es una especie de oración relámpago. Sin embargo, no lo olviden: La oración relámpago está basada en cuatro meses de oración. No fue solo una oración relámpago para Nehemías. Él está caminando en constante comunión con Dios.
Entonces oré al Dios del cielo, y respondí al rey: Si le place al rey, y si tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, para que yo la reedifique. (Nehemías 2:4-5) Así, él sacó el tema y “Entonces el rey me dijo, estando la reina sentada junto a él: ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás? Y le agradó al rey enviarme, y yo le di un plazo fijo” (Nehemías 2:6).
Nehemías va a la presencia del rey, hace una petición atrevida, y el rey no solo dice, “estaré feliz de enviarte”, sino que incluso le da todos los suministros que él necesita. Y Nehemías va a Jerusalén y en cincuenta y dos días reconstruye lo que el pueblo de Dios había esperado por más cien años. El Dios del universo hace cosas asombrosas e inexplicables a través de un pueblo que reverencia su nombre cuando viven por Su gloria.
Nehemías no solo tiene el deseo de reverenciar la persona de Dios, sino que, preste atención: Él tenía el deseo de arriesgar todo por Su propósito. Martin Lutero dijo: “La fe es una confianza viviente y osada en la gracia de Dios.” ¿Somos un pueblo viviente y osado que le tiene confianza a la gracia de Dios?
Así, Nehemías va, y reconstruye el muro en cincuenta y dos días. En ese tiempo, recibió todo tipo de oposición desde dentro y fuera. Desde Nehemías 4 hasta Nehemías 6 todo está lleno oposiciones. No pierda esto de vista.
Hablando de arriesgar todo por Su propósito, Nehemías fue a la presencia del rey arriesgando su vida, pero no solo eso. Incluso si salía con vida, aún estaría dejando atrás el Palacio Persa para vivir en una ciudad destruida con montones de personas, algunos de ellos lo querían allí, pero otros no.
Cuando usted se levante como un líder de la iglesia de Dios, le garantizo que habrá dificultades, oposición y difamación. Aquellos líderes que han servido a nuestra iglesia como pastores, desde su comienzo han hecho sacrificios y han enfrentado diferentes tipos de oposiciones. Pero son en esos tiempos de debilidad y prueba y lucha en los que Dios nos muestra Su gloria más claramente. El muestra Su fuerza en formas increíbles, y fue exactamente eso lo que hizo con Nehemías.
Las personas en Nehemías 4 hasta Nehemías 6 decían: “Una vez que construyas esos muros, un animal pequeño no será capaz de caminar por encima de ellos sin que colapsen”.
He aquí lo que hicieron después de que reconstruyeron los muros. Llegan a Nehemías 12, y tienen los muros reconstruidos. Todas las naciones habían dicho, “Ni siquiera un animal pequeño podría caminar alrededor de estos muros una vez que estén terminados”. Así que, lo que todos hicieron fue escalar hasta la cima, y marcharon alrededor de la ciudad y cantaron canciones de alabanza. ¿No es esto grandioso? Y la Biblia dice que todas las naciones miraron llenas de pavor y dijeron: “Solo Dios pudo haber hecho esto”.
En el Nuevo Testamento…
Dios resguarda a Su pueblo, de modo que pueda levantarse y mostrar a las naciones cuán grande Él es. Este es el mensaje del libro de Nehemías. Sin embargo, el problema es que ese no es el fin de la historia. Sí, el templo y la muralla fueron reconstruidos, pero esto viene cronológicamente al final del Antiguo Testamento. Yo sé que está en el medio en nuestras Biblias, pero está cronológicamente al final. Lo que ocurre es que tuvimos cerca de 400 años de silencio en los que no sabemos mucho sobre lo sucedió en el pueblo de Dios. Pero 400 años después, pasa algo en el Nuevo Testamento, y no es Dios llevando a cabo Su plan levantando a siervos normales.
En el Nuevo Testamento, Dios cumple Su plan mediante el levantamiento del siervo supremo, aquel cuya preocupación le llevó a la cruz. ¿Recuerdan lo que dice en Lucas 19:41, cuando Jesús aparece sobre la colina, y ve la ciudad con su muralla y el templo en el medio? Y Lucas 19:41 dice que Jesús llora, tal y como lo hizo Nehemías. Jesús tiene una preocupación desinteresada por el bien del pueblo de Dios y la gloria del nombre de Dios. Esas eran las personas a punto de crucificar a aquel cuya preocupación le llevaba a la cruz, y aquel cuya devoción le lleva a la muerte. ¿Lo recuerdan orando en las afueras de Jerusalén? El está buscando el rostro de Dios, conociendo la Palabra de Dios y pidiéndole provisión. Él dice, “No mi voluntad, si no la tuya debe ser hecha.” Y entra a la ciudad, y ahí es crucificado, justo afuera de las puertas de la ciudad. Él tiene el deseo de reverenciar a Su Padre y arriesgarlo todo para Su propósito. Su deseo lleva a nuestra salvación.
Hoy…
El plan de Dios siempre ha sido exaltar al Siervo supremo que tiene estas características. Y es por eso que, cuando miramos hoy las Escrituras, nuestra oración suprema no dice, “Dios, haznos como a Nehemías”. Nuestra oración dice, “Dios haznos como a Cristo.” Y eso nos lleva a hoy, porque la buena noticia es que Dios continúa Su plan al levantar siervos que demuestran preocupación desinteresada, devoción inclaudicable, e inquebrantable deseo por la gloria de Cristo en la iglesia. Por favor, no olviden esto. Nehemías señala a la gloria de Cristo, y Dios está levantando líderes en la iglesia hoy que reflejarán esa gloria en el siglo XXI.