¿Cómo luce para ti la iglesia? ¿Es aquel salón lleno de personas, donde sabes dónde se sienta cada hermano? ¿Tal vez es el lugar donde has crecido en tu conocimiento y relación con Dios?
Para muchos de nosotros, la iglesia local conceptualiza la vida en comunidad, a tal punto que asumimos que es la experiencia regular de todos los creyentes. Naces en Cristo, te unes a una iglesia, te reproduces evangelizando (o llevando a un amigo a la iglesia), y vives para siempre.
Esta realidad es totalmente distinta para millones de los miembros de la Iglesia Global. La reunión de los santos puede significar rechazo, abandono social, aislamiento cultural, tortura y hasta la muerte para muchos de nuestros hermanos. Por eso te pregunto, ¿qué tanto te importa tu familia en la fe? La cotidianidad de muchos de los miembros de la Iglesia Global ciertamente no pasa por nuestra mente con frecuencia.
La realidad social y económica que experimentan muchos países en la sección de internacionales de las noticias debe abrir nuestros ojos a la realidad de que allí se levanta y se mueve una iglesia que está más viva de lo que pensamos.
Jesús ha comprado pueblo de toda tribu, lengua, pueblo y nación, a precio de su hermosa sangre (Apocalipsis 5:9). Esa sangre nos ha alcanzado dondequiera que estemos, en cada continente y en cada nación. Eso quiere decir que, aunque nuestras reuniones luzcan diferente, tenemos un mismo Dios. Aunque adoramos en condiciones distintas, viene el día en el que postrados delante de Él no habrá distinción de razas o lenguas, sino que la nacionalidad que importará será la celestial (Apocalipsis 7:9).
Quiero ser intencional en traer esta verdad a tu mente, porque olvidamos lo glorioso que será —¡que es!— ser uno en Cristo; pero también para que tu corazón asimile que sí tiene que importarte.
La globalización y el conocimiento te comprometen
Haber crecido en la generación digital a la que pertenecemos, donde la información está a la distancia de un clic, elimina el alegato de ignorancia. Los no alcanzados ya no están en enciclopedias o diccionarios. Una simple búsqueda te traslada virtualmente a países que probablemente no puedes ubicar en el mapa.
El contexto cultural escapó de los libros y ahora los tenemos en las redes sociales. La persecución de la iglesia es conocida. Las consecuencias de confesar a Jesús como Señor y Salvador de tu vida escala desde insultos a golpizas, como hemos podido ver a través de transmisiones en vivo.
El mandato de ayudarnos a sobrellevar nuestras cargas sobrepasa las coordenadas geográficas en la que estás leyendo este artículo.
Nuestros hermanos y hermanas han entendido que todo esto vale la pena. Jesús lo vale todo. Aferrados a promesas grabadas en sus corazones, esperan que las palabras del Salvador tengan su cumplimiento en sus vidas y en las de quienes más aman a su alrededor.
Tú y yo tenemos un papel preponderante en la vida de nuestros hermanos perseguidos. Como nos dice Hebreos 13:1–3 “Permanezca el amor fraternal. No se olviden de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles. Acuérdense de los presos, como si estuvieran presos con ellos, y de los maltratados, puesto que también ustedes están en el cuerpo.”
El mandato de servirnos, llevar las cargas, orar, soportarnos, animarnos, equiparnos y aun de recordarnos unos a otros sobrepasa las coordenadas geográficas en la que estás leyendo este artículo.
Hazlo práctico
Si sientes el deseo y la realidad de ser uno con tus hermanos perseguidos, busca recursos, estadísticas y materiales que puedan generar el sentido de pertenencia que Dios nos ha llamado a tener con nuestra familia en la fe.
Puedes por ejemplo revisar Stratus para tener una idea de cómo orar, o visitar la página web de Joshua Project para enfocarte en una nación específica o visitar Puertas Abiertas para orar por las naciones donde los cristianos se enfrentan a los niveles más altos de persecución. Cuando ores, pídele al Señor que traiga a tu memoria a aquellos hermanos que están siendo perseguidos, no dejándote olvidarlos, acomodarme o dar todo por sentado.
Además, aprende los nombres de aquellos que sirven como misioneros en estos lugares. Pídele al Señor que te vaya mostrando quiénes sirven en áreas que han captado tu interés, y empieza a orar por ellos activamente.
Pero no lo hagas solo. Muévete y motiva a otros intencionalmente. La iglesia local, el grupo pequeño, ese chat de amigos en la fe pueden ser plataformas de movilización a la oración, a dar y animar a otros a prepararse para ir.
Establece horarios para orar con amigos y familia. Aprende el nombre de una tribu. Busca información para compartir con quienes tienes cerca. Investiga sobre iniciativas de traducción y cómo puedes aportar.
Busca obras de misiones y misericordias que estén sirviendo de manera local y ve intencionalmente que puedes hacer junto a los líderes de tu iglesia.
Aquí hay algo especial: se acerca el Día Internacional de Oración por la Iglesia Perseguida ¡No dejes que pase por alto! Tal vez en tu iglesia pudiera haber un tiempo de oración especial en la reunión dominical, una noche de documentales o de lectura de testimonios de los obreros en la mies. Aunque parezca simple, estos pasos pueden reventar la burbuja de comodidad en la que caminamos todos los días.
Procura que esto no solo te lleve a un agradecimiento superficial por como la soberanía de Dios te ha colocado en una circunstancia congregacional distinta. Sus vidas deben desafiarnos a meditar: ¿Si las condiciones fueran diferentes para mí, mi fe sería la misma? ¿Depositaría mi confianza con certeza en Dios?
Mientras nuestros hermanos son quebrantados física y emocionalmente por la causa del evangelio, nosotros podemos ser megáfonos para que sus voces no parezcan susurros para la Iglesia Occidental. La causa de Cristo es digna, y la victoria está asegurada.