Jesús está presente entre nosotros, nos posee, nos protege y tiene un propósito para nosotros. Como cristianos, debemos postrarnos en adoración y levantarnos como testigos. Que su gloria continúe cautivando nuestra imaginación. Que su gracia nos capacite sobrenaturalmente en nuestra devoción. Que su evangelio nos impulse radicalmente en la misión. En este mensaje sobre Apocalipsis 1:9–20, el Pastor David Platt nos llama a perseverar en el poder de Cristo y a llevar a otros a la salvación.
- Jesús está presente entre nosotros.
- Jesús nos posee.
- Jesús nos protege.
- Jesús tiene un propósito para nosotros.
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, me encontraba en la isla llamada Patmos, a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús. Estaba yo en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz, como sonido de trompeta,
que decía: Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
Y me volví para ver de quién era la voz que hablaba conmigo. Y al volverme, vi siete candeleros de oro; y en medio de los candeleros, vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos eran como llama de fuego; sus pies semejantes al bronce bruñido cuando se le ha hecho refulgir en el horno, y su voz como el ruido de muchas aguas. En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una aguda espada de dos filos; su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza.
Romans 1:9–20 Sermon
Cuando lo vi, caí como muerto a sus pies. Y El puso su mano derecha sobre mí, diciendo: No temas, yo soy el primero y el último, y el que vive, y estuve muerto; y he aquí, estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades. Escribe, pues, las cosas que has visto, y las que son, y las que han de suceder después de éstas. En cuanto al misterio de las siete estrellas que viste en mi mano derecha y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros son las siete iglesias. (Apocalipsis 1:9-20)
Apocalipsis 1
Si tiene una Biblia, y espero que tenga una, vaya conmigo a Apocalipsis 1. Hoy comenzamos nuestra segunda semana en el libro de Apocalipsis. Vamos a mirar la segunda mitad de Apocalipsis 1, esta semana, y luego, continuaré y, le advierto, vamos a movernos bastante rápido por este libro en las próximas semanas. No porque estemos apurados. No estamos apurados, pero la semana pasada compartí cómo es que este libro fue escrito para ser leído a las iglesias en el primer siglo durante un solo encuentro. Ellos no sobreanalizaban cada imagen y cada detalle, como hacen muchos estudios de Apocalipsis hoy, y quiero que tengamos cuidado de comprender la imagen general de lo que Dios está diciendo a Su pueblo en este importante libro. No solo sobre el futuro y el fin del mundo, sino sobre el presente, sobre nuestras vidas hoy en este mundo. Y, si no somos cuidadosos, entonces trataríamos de satisfacer nuestra curiosidad sobre este detalle o aquel, y perderíamos la idea y propósito general de este libro. Por tanto, el paso se va a acelerar en los días venideros. Vamos a dedicar 13 semanas a Apocalipsis, y en ese tiempo, obviamente, cubriremos los 22 capítulos.
Hoy, sin embargo, estamos en Apocalipsis 1:9-20, que ya hemos escuchado. Este es un pasaje que provee el que posiblemente sea el retrato más majestuoso de Jesús que se haya escrito en papel alguna vez. Quiero mostrarles a Cristo al Cristo indescriptible. Quiero invitarles a verlo, a contemplarlo, y mientras lo hace, oro para que vea Su gloria como un fundamento inconmovible para su vida y para nuestra iglesia. Mi oración hoy es que si usted es débil, encuentre fuerzas, que si está sufriendo, encuentre consuelo, que si está confundido, encuentre claridad, que si está cargado, encuentre esperanza; que todos los que están batallando contra el pecado reciban poder, y que todos los que son tímidos en su testimonio, sientan valor por una visión de Jesús en toda Su gloria.
Somos una familia de hermanos y hermanas.
Ahora, note cómo comienza Juan al identificarse a sí mismo con nosotros: “Yo, Juan, vuestro hermano…” (Apocalipsis 1:9). Por tanto, desde el mismo comienzo, recibimos una imagen de la iglesia. Juan, un discípulo de Jesús, está escribiendo a iglesias que están llenas de seguidores de Jesús, y él dice: “Somos una familia de hermanos y hermanas”. Y eso somos.
Vemos esto en 1ra a Timoteo. Somos un “grupo familiar” de fe. Es por eso que a menudo nos referimos a la iglesia como familia de fe. Y la belleza es, miembros de esta iglesia, y seguidores de Cristo que nos visitan de otras iglesias hoy, que nosotros somos hermanos y hermanas en una familia, una familia que abarca generaciones y siglos. Juan, quien escribe este libro, es nuestro hermano.
Esta semana hablaba con un par de personas quienes, al venir a la fe en Cristo, fueron abandonados por su familia física. Un hombre cuya mamá dijo: “Si te vuelves cristiano hijo, me mataré”. ¿Qué haces cuando tu mamá te dice algo así? Su papá le había dicho: “Destruirás nuestra familia”. Este hombre siguió de todas formas a Cristo. Gracias a Dios, su mamá no se suicidó, pero las ramificaciones de seguir a Cristo en la familia de este hombre eran reales. El costo de seguir a Cristo es grande. Es por eso que Jesús dijo en Marcos 10:29-30: “No hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos o tierras por causa de mí y por causa del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y madres[…]”. En otras palabras, cuando usted viene a Cristo, está viniendo a una familia de hermanos y hermanas y madres, unidos todos bajo un Padre que le ama y cuida.
Somos un ejército en batalla.
Por tanto, iglesia, Juan dice: “Somos una familia de hermanos y hermanos y hermanas, y somos un ejército en batalla”. Juan dice: “y compañero”, y él enumera tres áreas en las que comparte con ellos: “…en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús…” (Apocalipsis 1:9). Por tanto, recuerde, ya hablamos sobre esto la semana pasada, Juan está escribiendo esta carta a siete iglesias que están por todo Asia, en una época de intensa e inevitable persecución y sufrimiento para los cristianos. Así que Juan dice: “Estamos juntos en medio de la tribulación, la aflicción, y el sufrimiento en Jesús”. Por tanto, no yerre. Juan dice: “Juntos, participamos en los sufrimientos de Cristo”. Literalmente: “Soy compañero de ustedes sufriendo en Jesús”.
Ahora, hay un par de detalles que son importantes cuando hablamos del sufrimiento aquí. Primero, cuando Juan habla del sufrimiento y la tribulación en este libro, está hablando del sufrimiento que experimentan los cristianos al obedecer a Jesús, no del sufrimiento que experimentamos cuando desobedecemos a Jesús. Por tanto, cuando pequemos, cuando caminemos en desobediencia a Dios, sufriremos. Experimentaremos las consecuencias del pecado, y esas consecuencias pueden ser destructivas y desastrosas, y están originadas en Dios, en Su disciplina de gracia, para despertarnos al horror de nuestro pecado, para que huyamos de él.
Pero ese no es el tipo de sufrimiento y tribulación de que habla Juan aquí. Él no habla del sufrimiento que proviene de la desobediencia a Dios; Juan habla sobre el sufrimiento que proviene de caminar en obediencia a Dios, del sufrimiento que proviene de vivir fielmente en y para Cristo.
Lo que nos lleva al segundo detalle que es evidente en todo el libro de Apocalipsis y en toda la Biblia. Cuando usted se vuelve cristiano, el sufrimiento no cesa. En todo caso, el sufrimiento crece. Por tanto, la teología que está viva y coleando en toda esta ciudad y en todo el mundo que dice: “Confía en Jesús y tendrás salud y riquezas y todo irá bien para ti”, es falsa, blasfema, y antibíblica. No la crea. No seguimos a un Salvador de riquezas y salud. Seguimos a un Salvador sin hogar y herido quien dijo: “Cuando me sigas, te enviaré como oveja en medio de lobos. Las personas te odiaran a causa mí. Te flagelarán y perseguirán. Seguirme”, dice Jesús, “implica tomar una cruz, un instrumento de tortura y muerte”.
Pablo dice, en Filipenses 1, que nos ha sido concedido, no solo ser salvados por Cristo, sino sufrir con Cristo. Filipenses 3:10: “y conocerle a El, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos…” Colosenses 1:24: “completando lo que falta de las aflicciones de Cristo”. 2da a los Corintios 1:5: “Porque así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia”. 1ra de Pedro 4:13: “en la medida en que compartís los padecimientos de Cristo, regocijaos”.
El reino de Dios
Ahora, muchas personas se preguntan: “¿Por qué sufren los cristianos?” Y es probable que muchos de estos cristianos del primer siglo se preguntaran: “¿Por qué estamos sufriendo así? Los miembros de nuestras familias y nuestros amigos están siendo apresados, golpeados, decapitados, y crucificados. “¿Qué está sucediendo?”. Y Juan está diciendo lo que vemos en todo el Nuevo Testamento. Cristianos, nosotros compañeros en los sufrimientos de Cristo, como retratos de Él. Piense en esto. ¡Esto es grande! ¿Cómo es que viene al mundo el reino de Dios? El reino de Dios viene en la forma de un Salvador sufriente. Jesús, el Salvador sufriente, conquista la muerte al sufrir por los pecadores sobre una cruz. Ese es Jesús. Él es un Salvador sufriente, y vamos a verlo en Apocalipsis 5: Jesús es un Cordero que luce como inmolado. El reino viene en la forma de un Salvador sufriente.
Por tanto, entonces, ¿cómo avanzará el reino? El reino avanza mediante las vidas de los santos sufrientes. Por tanto, siga esta idea: Jesús ha mostrado el infinito y glorioso amor del Padre al sufrir y morir por los pecadores. Y ahora, el Padre nos ha enviado, a la iglesia de Jesucristo, para dar a conocer a Cristo entre todos los pueblos del mundo.
Por tanto, ¿cómo mostraremos un Salvador sufriente al mundo si todo va siempre bien para nosotros? Dios no ha ordenado que Su reino avance y que Su reino sea visible mediante las personas más saludables, más ricas quienes disfrutan todos los placeres y posesiones y comodidades y lujos que este mundo tiene para ofrecer. Dios ha ordenado que Su reino avance y Su Rey sea mostrado mediante hombres y mujeres quienes entreguen sus riquezas y sus posesiones porque Cristo es mejor que las posesiones. Y cuando ellos pierden su salud, dicen: “Cristo es mejor que la salud”. Y cuando pierden a sus seres queridos, aunque el dolor es real, dicen: “Cristo ha conquistado la muerte”.
Esta última semana estuve con una mujer que pasó los últimos treinta años con su esposo en uno de los países más peligrosos en el mundo para los cristianos. Durante treinta años, día a día, en medio de toda clase de dificultades físicas y pruebas espirituales, sirvieron a las personas de ese país, proveyendo ayuda médica en los descansos de las montañas y en poblados remotos. Hace dos años, el esposo de esta mujer estaba con un grupo de otras nueve personas en un viaje médico en las montañas, cuando fueron bombardeados por hombres armados, y los diez murieron. Esta semana, con lágrimas en sus ojos y una sonrisa en su rostro, esta mujer me dice: “He descubierto la satisfacción de participar en los sufrimientos de Cristo, y Él es bueno. Él fue bueno con mi esposo y conmigo cada día durante 30 años, y Él es tan bueno ahora conmigo”.
Dios, ¡levanta mujeres y hombres como ella en toda esta familia de fe! Hermanos y hermanas quienes, para usar el lenguaje de Apocalipsis 12: “no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte” (Apocalipsis 12:11). Hombres y mujeres, hermanos y hermanas quienes no busquen el sufrimiento, sino a Cristo, aceptando el sufrimiento cuando llega, conociendo y mostrando y proclamando que Jesús es mejor que los tesoros de este mundo, puestos todos juntos.
Le proclamamo
Nosotros participamos en los sufrimientos de Cristo, al mostrarlo a Él en este mundo, y mientras Le proclamamos en este mundo. ¿Por qué está Juan en una isla llamada Patmos? Apocalipsis 1:9: “a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús”. Juan predicó la Palabra de Dios y proclamó el testimonio de Jesús, y por ello, fue desterrado a vivir en una isla, en el exilio. Hay un precio a pagar por proclamar la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús.
Vaya a Apocalipsis 6 bien rápido conmigo. Esta frase: “la palabra de Dios y del testimonio de Jesús” (Apocalipsis 1:9) es usada otras tres veces en Apocalipsis, y cada vez que se usa se refiere a cristianos que sufren por hablar sobre Jesús. Subráyelas conmigo. La primera está en Apocalipsis 6:9. “Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos a causa de la palabra de Dios y del testimonio que habían mantenido”.
Ahora, vaya a Apocalipsis 12:17. Justo después de aprender sobre los cristianos que conquistaron a Satanás mediante la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio, Juan habla acerca del dragón, quien es Satanás, y dice: “Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y salió para hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. El dragón se paró sobre la arena del mar”. Satanás está haciendo guerra contra quienes proclaman la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús.
Y luego, una vez más, vaya a Apocalipsis 20:4, cuando Juan habla sobre el Milenio, este es un pasaje en que las personas pasan incontables horas en debate. Juan describe, no lo pase por alto, cómo vio “tronos, y se sentaron sobre ellos, y se les concedió autoridad para juzgar. Y vi las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y de la palabra de Dios, y a los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni habían recibido la marca sobre su frente ni sobre su mano; y volvieron a la vida y reinaron con Cristo por mil años”.
¿Lo ve? Desde el comienzo al fin en este libro, Juan está dejando en claro que hay un precio a pagar por proclamar la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús en el mundo actual. Usted será atacado por Satanás, asesinado, decapitado, posiblemente exiliado. Y Juan está escribiendo este libro para decir a los santos: “No será fácil, pero no dejen de proclamar la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús”. ¡Iglesia, proclama a Cristo, incluso cuando te cueste la vida!
Oh, qué gran palabra para nosotros hoy, tanto aquí como alrededor del mundo. Aquí, donde no cuesta proclamar a Jesús, usted y yo tenemos el privilegio de proclamar libremente a Cristo cada día de esta semana. Es cierto, quizás enfrentemos el temor al rechazo o al aislamiento, pero no será temor a la prisión o a ser decapitado. No hagamos silencio. Hermanos y hermanas, proclamemos la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús. Y luego percatémonos que, sí, hay lugares alrededor del mundo donde es costoso proclamar la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús. No nos ocultemos aquí en las comodidades de nuestra ciudad, mientras billones de personas necesitan escuchar este evangelio por todo el mundo. Vayamos; arriesguemos nuestras vidas dando a conocer el evangelio en los lugares más difíciles del mundo. Sigámonos esparciendo hacia Asia Central y Asia Oriental y hacia el norte de África y hacia el sudeste de Asia mediante misiones a corto, mediano, y largo plazo. No nos detengamos; vayamos incluso más lejos. Y donde quiera que vayamos, proclamemos la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús, sabiendo, en un sentido muy real, que algunos podríamos ser asesinados.
Participamos en el reino de Cristo
Participamos en los sufrimientos de Cristo, pero ese no es el fin de la historia. Juan dice que participamos en el reino de Cristo. “Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino…” (Apocalipsis 1:9). La semana pasada ya habíamos hablado sobre este tema, de cómo no solo éramos un pueblo bajo el gobierno de Cristo, sino que somos participantes en el reino de Cristo. Jesús reinó mediante Su sufrimiento, y también nosotros. Jesús conquistó mediante el sufrimiento, y nosotros también. La Biblia nos dice que, como cristianos, estamos sentados en los lugares celestiales con Cristo Jesús, y que participamos en el reino de Cristo.
Usted dice: “¿Qué significa eso de que incluso ahora participamos en el reino de Cristo?”. Bien, piénselo. Hoy, incluso ahora, tenemos confianza en medio del sufrimiento. Conocemos Romanos 8, hermanos y hermanas. Sabemos que “todas las cosas cooperan para bien…” (Romanos 8:28). Conocemos Romanos 8. Conocemos Filipenses 1:21. Sabemos que “el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. Conocemos 2da a los Corintios 4, que “esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven”. (2da a los Corintios 4:17)
La victoria sobre el pecado
Tenemos confianza en medio del sufrimiento, y experimentamos la victoria sobre el pecado. En Cristo, somos libres del pecado. Romanos 6: Ya no somos esclavos del pecado, porque somos hijos de Dios. Reinamos en Cristo sobre el pecado, y guiamos a otros hacia la salvación. ¿Quiere ver el reino de Cristo en acción? Escuche a un miembro de nuestra familia de fe quien, no hace mucho, fue invitado a dar una conferencia en el encuentro anual de su corporación. Él estaba nervioso, pero sabía que Dios le había dado esta oportunidad para hablar sobre Cristo, así que compartió el evangelio en el medio de su conferencia. Luego se sentó en su mesa, y uno de los otros administradores en la mesa dijo: “¿Puedes decirme más sobre Jesús?” Por tanto, este hermano de nuestra familia de fe, justo allí en la mesa, explicó más plenamente el evangelio a este hombre y luego le dijo: “¿Quieres darle la espalda a tus pecados y confiar en Jesús como tu Salvador y Señor?” Y este hombre le miró y dijo: “Sí, quiero”, y justo allí en la mesa, con todos esos otros administradores mirándoles, este hombre se volvió seguidor de Cristo. Eso es participar del reino de Cristo. ¡Es una victoria sobre el reino de las tinieblas con el evangelio que trae luz!
¡Nosotros participamos en el reino de Cristo! Y resistimos en el poder de Cristo. Así que esta es la situación: Vivimos en una época extraña. Por un lado, estamos en un mundo lleno de sufrimiento y persecución. Por otro lado, pertenecemos a otro mundo donde reinamos en Cristo, un mundo a donde un día regresará Cristo para establecerse de una vez y para siempre. Por tanto, Juan está escribiendo este libro para animarnos a resistir pacientemente, desde este día hasta ese día.
Ese es propósito de Apocalipsis. Juan no está escribiendo este libro para inspirar una serie televisiva como “Dejados atrás” [Left Behind]. Juan no está escribiendo este libro para darnos un grupo de planillas en blanco que debamos llenar. Él está escribiendo este libro para decir a la iglesia de entonces y de hoy: “Hermanos y hermanas, cada uno de nosotros, y todos colectivamente, estamos en batalla contra el pecado y el sufrimiento en este mundo. Y cada una de nuestras batallas es solo parte de una batalla más grande, cósmica, entre el reino de Dios y el reino de Satanás”. Esta batalla no será fácil, dice Juan en este libro, pero no renuncien a la esperanza. Peleen contra el pecado, perseveren en medio del sufrimiento, y hagan avanzar al reino hasta que regrese el Rey.
El Cristo Indescriptible
Por tanto, ¿cómo resistimos? Dice Juan: “Resistimos en el poder del Cristo indescriptible”. Aquí Juan, nuestro hermano y compañero en las tribulaciones, nos da una gloriosa visión de Jesús. Ahora, he encontrado 16 características de Cristo en esta visión. Obviamente, no vamos a poder profundizar en todas ellas. De hecho, vamos a verlas muy rápidamente, pero es como mencioné antes: Si no somos cuidadosos, podemos examinar cada parte de esta visión, y perder la idea general de lo que ella muestra. William Hendriksen escribe este gran comentario sobre Apocalipsis:
Toda la descripción debe tomarse como un todo y debe interpretarse como tal. Tratemos de verla así. Note que el Hijo del hombre es mostrado aquí como vestido con poder y majestad y con maravilla y terror. Esa larga túnica real, ese cinto de oro ceñido por el pecho, ese pelo blanco tan resplandeciente que como la nieve sobre quien le da el sol hiere la vista; esos ojos que destellan fuego, ojos que leen cada corazón y penetran todo lo oculto; esos pies encendidos a fin de pisotear a los malvados; esa altísima y resonante voz, como las poderosas aguas contra la costa rocosa de Patmos; esa espada afilada, larga, grande y pesada con doble filo; toda esa apariencia que como el sol resplandece en su poder, demasiado intensa para que el ojo humano la contemple -la imagen completa, como un todo, es [simbólica] de Cristo, el Santo, viniendo a purgar a Sus iglesias y a castigar a quienes persiguen a sus elegidos.
Vea al Cristo indescriptible. Uso esa palabra “indescriptible” porque aquí fue dada la tarea de Juan. En el versículo 11, esta voz como trompeta resuena y dice: “Escribe en un libro lo que ves…”. Ahora, eso es algo difícil. Una cosa es escribir palabras que se escuchan. Pero algo totalmente diferente es escribir en palabras la maravilla que usted ve con sus ojos.
Imagine que tiene un bolígrafo y un pedazo de papel, y alguien dice: “Escribe lo que ves en el gran Cañón”. Usted mira su bolígrafo y papel y piensa: “No hay manera de escribir aquí la grandeza de lo que veo allí”. Por tanto, sienta la magnitud de la tarea de Juan cuando él se gira y ve la voz; lo que parece extraño es que Él ve la voz de quien le habla, y trata de describirlo con palabras.
Jesús es un Hombre
Él es “semejante al Hijo del Hombre…” (Apocalipsis 1:13) Jesús es un hombre. ¿Puedes imaginar la perspectiva de Juan aquí? Él había pasado tres años con Jesús sobre la tierra. Durante tres años, cada día, habían caminado juntos y hablado juntos, y comido juntos. Y luego, después de tres años, ve cómo Jesús es brutalmente asesinado sobre una cruz. Y tres días después, le ve resucitado de la tumba, y después Jesús ascendió al cielo. Y ese es el último vistazo que Juan tuvo de su Amigo, y Salvador y Rey. Y entonces, ahora se da la vuelta, ¡y le ve de nuevo! Jesús, ya no está revestido de humillación terrenal; ¡ahora está vestido con la exaltación celestial!
Jesús es Dios.
Jesús es un hombre, y es Dios. Jesús es Dios. A todo lo largo de esta visión, vemos vínculos entre Jesús y Dios el Padre. Justo antes de esta escena, Dios habla y dice: “Yo soy el Alfa y la Omega…” (Apocalipsis 1:8). Ahora, Jesús habla y dice: “yo soy el primero y el último…” (Apocalipsis 1:17) ¡Este es Dios! Isaías 41:4 dice: “Yo, el Señor, soy el primero, y con los postreros soy”. Isaías 44:6 también dice: “Así dice el Señor, el Rey de Israel […] Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios”. Jesús es Dios. En Daniel 7, Dios es descrito como el Anciano de Días, cuya vestidura era blanca como la nieve, y cuyo pelo era como la lana pura, sin embargo aquí, esa es la descripción de Jesús. Juan está describiendo a Jesús en términos que solo son usados para Dios.
Jesús es el cumplimiento de la profecía
Jesús es un hombre, Jesús es Dios, y Jesús es el cumplimiento de la profecía. Oh, escriba esto: Daniel 7 y Daniel 10. En estos dos pasajes proféticos en el Antiguo Testamento, vemos una visión de un Hijo de Hombre vestido de lino con un cinto de oro fino alrededor de su cintura, con ojos como antorchas flameantes, con brazos y piernas como con el resplandor del bronce bruñido, cuya voz hace eco como el sonido de una multitud. Esta es la imagen de un Hijo de Hombre liderado en el reino de Dios. Jesús es el cumplimiento de la profecía
Dese cuenta de que estas imágenes no tienen el propósito de ser literales. Esta no es la respuesta de Juan a la pregunta: “Bien, ¿qué ropa usa Jesús en los cielos?” No, estas son imágenes que debieran haber sido familiares para los lectores de Juan, imágenes que habrían disparado sus mentes hacia las palabras de los profetas, imágenes que debieron evocar maravilla y visiones en sus corazones, recordándoles de Aquel de quien las Escrituras hablaron siglos antes.
Jesús es el supremo Sumo Sacerdote.
Jesús es el cumplimiento de la profecía Jesús es el supremo Sumo Sacerdote. “…vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro” (Apocalipsis 1:13) Seis de las siete veces en que se menciona una túnica larga en el Antiguo Testamento, se refiere a la vestidura del sumo sacerdote que entraría en el lugar Santísimo para ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo de Dios.
Por tanto, Jesús es representado aquí como el supremo Sumo Sacerdote, quien ha entrado en la presencia de Dios el Padre, y ha ofrecido un sacrificio completo y supremo, de una vez y por todas, por los pecados del pueblo de Dios. Con un cinto de oro alrededor de Su pecho, significando Su dignidad y realeza.
Jesús es infinitamente viejo.
Él es infinitamente viejo. Versículo 14: “Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve”. Esta es una imagen que representa deliberadamente la edad. Como mencioné hace un momento, esta es la descripción que Daniel hace de Dios: el Anciano de Días en Daniel 7, y ahora es aplicada a Cristo. Jesús ha existido siempre. Él no comenzó a existir.
Jesús es infinitamente sabio
Él es infinitamente viejo, y Él es infinitamente sabio. En la cultura antigua, el pelo blanco era claramente un símbolo de la sabiduría acumulada durante años de experiencia. La experiencia y sabiduría de Cristo no conocen fin.
Jesús tiene conocimiento de todo.
Él tiene conocimiento de todo. Sus ojos son como una llama de fuego. Nada escapa a Su mirada. Él lo ve todo, y Él ve a través de todo. La mayoría de estas imágenes las veremos nuevamente en las cartas a las iglesias en Apocalipsis 2-3 en la próxima semana, y esta imagen de los ojos de Jesús como fuego reaparecerá en Su carta a Tiatira, a quien Jesús dirá: “Conozco todo sobre ti”.
Él conoce todo sobre nosotros. Con ojos como fuego, Él examina cada área de nuestros corazones. Jesús ve a través de toda pretensión. Él ve la pureza de nuestros corazones, y ve las manchas de nuestros corazones. Él busca cada área de nuestros corazones, y ve todo lo que nos gustaría ocultar. Nada escapa a la pura mirada de Jesús que todo lo busca, que todo lo conoce.
Jesús es santo por encima de todo.
Lo que nos lleva a la próxima característica: Jesús es santo por encima de todo. Sus pies son como el bronce bruñido. Esta es una imagen de pureza y poder resplandecientes. Su pureza no tiene error. El metal de bronce debió haberse purificado en un horno para que pudiera brillar en pureza. Por tanto, Jesús es absolutamente puro. Su pureza no tiene error, y Su poder no conoce igual. El bronce bruñido es una imagen de gloria y fuerza.
La voz de Jesús resuena con autoridad.
Primero, su voz era como una trompeta, y ahora, es como el rugido de muchas aguas. ¡Qué imagen! Y note esta imagen: De Su boca sale una espada de dos filos. Vea su doble filo. Por un lado, Él declara salvación eterna. Con su Palabra eterna que nunca falla, Jesús declara salvación para Su pueblo. Al mismo tiempo, Él declara el juicio final. Después, en Apocalipsis 19, veremos a Jesús en el juicio final; y la Biblia dice: “De su boca sale una espada afilada para herir con ella a las naciones, y las regirá con vara de hierro; y El pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 19:15). Jesús es el Juez que habla y cuya declaración, cuyo decreto es supremo y eterno.
El rostro de Jesús irradia luz.
La voz de Jesús resuena con autoridad, y Su rostro irradia luz. Versículo 16: “como el sol cuando brilla con toda su fuerza”, Jesús viene en juicio y gloria, y Juan cae sobre su rostro ante Sus pies como si estuviera muerto. Luego, imagine esto: Jesús pone su mano derecha sobre Juan y dice: “No temas, yo soy el primero y el último…” (Apocalipsis 1:17)
Jesús tuvo la primera palabra en la creación.
Jesús tuvo la primera palabra en la creación. Colosenses 1: “Porque en El fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de El y para El. Y El es antes de todas las cosas, y en El todas las cosas permanecen” (Colosenses 1:17-18).
Jesús dirá la última palabra en la creación.
Jesús tuvo la primera palabra en la creación, y Jesús tendrá la última palabra en la creación. Él liderará completa y finalmente en la nueva creación. Jesús es la fuerza detrás de toda la historia humana, y solo Él puede hacer que ocurran los propósitos divinos, porque Él ha conquistado.
Jesús estuvo muerto… durante un tiempo.
Vea, Jesús estuvo muerto… durante un tiempo. Oh, amo esto. Jesús dice en el versículo 18: “estuve muerto; y he aquí, estoy vivo por los siglos de los siglos…” Jesús estuvo muerto… durante un tiempo.
Jesús está vivo… para siempre.
Pero ahora, Jesús está vivo… para siempre. Él es el quien vive, quien nunca, nunca morirá de nuevo. Esos libros que hay sobre personas quienes supuestamente murieron y fueron al cielo y regresaron y luego comparten lo que vieron. No los crea. Esta semana alguien me dijo: “Si estás predicando en Apocalipsis, realmente necesitas ver este libro sobre este niño, o este libro sobre esta mujer quienes fueron al cielo y regresaron”. ¡No! Estos libros están escritos por niños, hombres, y mujeres pecadores quienes morirán, quienes sucumbirán un día a la muerte. ¿Por qué escucharles cuando podemos escuchar al Rey que ha conquistado a la muerte para siempre? Su Palabra es digna de confianza, y Su testimonio es verdadero.
La muerte es controlada por Jesús.
Jesús está vivo para siempre, y la muerte misma es controlada por Él. Jesús tiene “las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:18). Las llaves son un símbolo de autoridad en el pensamiento judío. Jesús dice: “Tengo autoridad sobre la muerte. Yo hablo, y la muerte escucha. Yo hablo, y la muerte obedece”. Satanás no determina cuándo moriremos usted o yo; Satanás no tiene esa autoridad. Jesús sí, y como Jesús tiene autoridad sobre la muerte, Él tiene la habilidad para convertirla en ganancia para usted y para mí y para todos los que confían en Él.
La semana pasada, mi familia recordó el día en que, hace ocho años, mi papá murió inesperadamente de un ataque al corazón. La semana que viene, la familia de mi esposa recordará el día en que, hace un año, la madre de todos ellos repentinamente falleció. Pero, hermanos y hermanas, por la gracia de Dios, nuestros dos padres conocían al Rey que controla a la muerte. Por tanto, cuando sus corazones dejaron de latir, y sus pulmones dejaron de respirar, Jesucristo, el Rey, afirmó Su autoridad sobre la muerte, y les dio la bienvenida a Su presencia. ¡Alaben a Dios! La muerte es controlada por Jesús.
Nadie o nada se compara a Jesús.
Y nadie o nada se compara a Jesús. Mire al Cristo indescriptible. Y luego vea lo que está alrededor Suyo y en Sus manos. No hemos hablado de estas siete lámparas y de estas siete estrellas. ¿Qué significan? Bien, Juan nos dice qué significan. Nos dice que Jesús está en medio de siete candeleros de oro, y estos siete candeleros simbolizan a las siete iglesias a que Juan escribe. Iglesias que están batallando con el pecado, iglesias que están batallando en medio del sufrimiento, y el Cristo indescriptible está justo en medio de ellas.
Escriba: Zacarías 4. Allí, Dios da a Zacarías una visión de siete lámparas en un templo, para simbolizar cómo Dios reconstruirá Su templo y restaurará Su presencia en medio de Su pueblo, y Dios dice a Su pueblo que ellos resistirán, no por poder ni con fuerza, sino por Su Espíritu. Bien, aquí en Apocalipsis 1, Jesús no está reconstruyendo un templo físico. Al contrario, Él está morando en medio de un templo espiritual, Su iglesia, y Su pueblo resiste no por fuerza ni por poder, sino por Su Espíritu que vive en medio de ellos.
Él sostiene siete estrellas en Su mano derecha, que son los ángeles de las siete iglesias. La próxima semana hablaremos sobre esto, pero la imagen es de ángeles que, de alguna forma, están identificados con cada una de estas iglesias, representando a cada una de estas iglesias. Y la imagen muestra a Jesús sosteniéndolos en Su mano derecha, Su mano de autoridad, poseyendo a estas iglesias y protegiéndolas en medio de todo lo que están pasando, y usando a estas iglesias para un propósito. La idea de un candelero es proveer luz.
Por tanto, vemos iglesias, candeleros, y estrellas. La imagen es la misma que vemos en Isaías 43 y 44. “Vosotros sois mis testigos—declara el Señor— […] Yo, yo soy el Señor, y fuera de mí no hay salvador” (Isaías 43:10-11) Véalo: Aquí está Jesús en medio de estas iglesias; iglesias que están sufriendo y están heridas y están batallando, iglesias llenas de cristianos quienes se sienten débiles y vulnerables y asustadas, y Juan les da una visión de Jesús en medio de ellos, sosteniéndolas, protegiéndolas, y permitiéndoles resplandecer en medio de las tinieblas.
La Iglesia Indestructible…
Esta es una visión de un Cristo indescriptible en medio de una iglesia indestructible. Mientras este Cristo esté en medio de Su iglesia, entonces nada, no importa cuán fiero sea, nada puede destruir a Su pueblo. Y por tanto, es aquí donde quiero aplicar este texto a esta iglesia. Fui impactado al leer este texto esta semana al comprender que nosotros somos Su iglesia. Esta iglesia es uno de sus candeleros. Y estamos atravesando toda clase de situaciones. En esta iglesia están representados toda clase de sufrimientos, toda clase de batallas con el pecado. Y somos una iglesia en misión, que va a diferentes lugares en medio de personas difíciles alrededor del mundo.
Por tanto, hermanos y hermanas, compañeros en la tribulación y en el reino y en la perseverancia que es en Jesús: vemos al Cristo indescriptible. ¡Vea a Jesús! Completamente hombre, completamente Dios, el cumplimiento de la profecía, el supremo Sumo Sacerdote, infinitamente anciano e infinitamente sabio, con conocimiento de todas las cosas, con santidad sobre todas las cosas. Escuche Su voz resonando con autoridad y vea Su rostro radiando con luz. Aquel que tuvo la primera palabra en la creación y quien tendrá la última palabra en la creación, Aquel que estuvo muerto y ahora vive para siempre, Aquel que controla la muerte y con quien nada ni nadie puede compararse, este Cristo indescriptible está presente entre nosotros. ¡Este Jesús está en medio nuestro! ¡Siéntalo! ¡Nótelo! ¡Maravíllese! Jesús está entre nosotros. Jesús no está distante de nosotros. Jesús no solo está por encima de nosotros. Jesús está en medio de nosotros cuando nos reunimos. Él está aquí. ¡Este Cristo está aquí en este día del Señor!
Y Él nos posee. Él está sosteniéndonos en Sus manos. Nosotros le pertenecemos. Iglesia, estamos sostenidos por su gobierno de gracia. Él es nuestro Señor. Jesús nos protege. Él nos guarda y guía. Vea y sienta Su poder protector hoy en un mundo de pecado y sufrimiento. Además, iglesia, Jesús tiene un propósito para nosotros, y es resplandecer en esta ciudad en medio de las comunidades y oficinas y escuelas y barrios de esta ciudad. Y resplandecer en Norteamérica y Noráfrica y Asia Central y en el Sur de Asia, y en el Medio Oriente.
La Comisión Inevitable…
Póstrese en adoración.
Hermanos y hermanas, la comisión inevitable es clara: Póstrese en adoración ante el Cristo indescriptible. Vea el abismo de grandeza y gloria que nos separa a usted y a mí de Él, y póstrese sobre su rostro a Sus pies. Por tanto, si usted no es un cristiano hoy: Tenga mucho temor. Esto es lo que quiero decir. Si usted no es cristiano, si no ha clamado a Dios para perdón de sus pecados mediante el sacrificio de Cristo sobre una cruz, si no se ha alejado de su pecado y de su rebelión contra Dios y no ha confesado a Jesús como Salvador y Señor y Rey, entonces tiene mucha razón para temer hoy. Porque un día, pudiera ser hoy, usted morirá o Él regresará, y en lugar de enfrentar a Jesús como Salvador, le encontrará como Juez. Y usted tiene muchas razones para temer estar en pecado delante de un Dios santo, en juicio.
Por tanto, dé la espalda a su pecado hoy. Confíe en Jesús como Salvador quien murió sobre la cruz por nuestros pecados y resucitó de la muerte en victoria sobre el pecado. Hágalo en su corazón, ahora, le animo. Y cuando lo haga, y dé la espalda al pecado y confíe en Cristo como Rey, no tema. No tema el día en que verá el rostro de Jesús; anticipe ese día. Y sepa hoy que nada puede ocurrirle, que le separe de Él en este mundo.
Levántese como testigo.
Él está presente con nosotros, Él nos posee, Él nos protege, y Él tiene un propósito para nosotros. Por tanto, póstrese en adoración y luego resucite como testigo. Jesús dice: “Juan, levántate y escribe lo que has visto”. Y obviamente, no estamos escribiendo un libro hoy, pero tenemos mucho que decir. Ante el Cristo indescriptible en medio de Su iglesia indestructible, esta es mi oración para esta familia de fe. Esta es mi oración para esta iglesia, basada en Apocalipsis 1:9-20: Que Su gloria cautive continuamente nuestra imaginación. Que nunca dejemos de sorprendernos por Su magnificiencia. Que nunca menospreciemos Su presencia. Que Su gloria continuamente cautive nuestra imaginación.
Que Su gracia dé poder sobrenatural a nuestra devoción. En un mundo donde somos bombardeados por el pecado y el sufrimiento diariamente, en un mundo donde es un reto mostrar a Cristo y es peligroso proclamarle, no se equivoque: Nuestra mejor vida no es ahora. Nuestra mejor vida llegará cuando, un día, nuestro Rey divida al cielo y retorne con Su pueblo. Pero mientras tanto, aquí, participamos de Sus sufrimientos, y resistimos con paciencia, sabiendo que tenemos un propósito, que es dar a conocer Su gloria de gracia hasta los confines de la tierra, no importa cuánto nos cueste.
Que Su gloria cautive continuamente nuestra imaginación, que Su gracia dé poder sobrenatural a nuestra devoción, y que Su evangelio nos impulse radicalmente a la misión, hasta que Él regrese y veamos cara a cara al Cristo indescriptible de Apocalipsis 1.