Determinar cuál es su vocación es importante para toda persona, entre ellas el misionero. En un sentido, nuestro llamado es claro. Existimos para exaltar a Dios en toda su gloria y disfrutar de su presencia (1 Corintios 10:31; Filipenses 4:4). Se nos manda a llenar la tierra y a someterla (Génesis 1:28; Colosenses 1:5–6). Y somos llamados a crecer en nuestra santificación al seguir a Cristo (1 Tesalonicenses 4:3; Marcos 8:34).
La Biblia es bastante explícita sobre lo que debemos hacer en este mundo. Sin embargo, la mayoría de los detalles sobre nuestros llamados específicos pueden requerir algún tiempo de paciente espera y búsqueda del Señor para discernir si Él quiere que hagamos esto o aquello (Santiago 4:15). El llamado a las misiones no es la excepción.
Para algunos que son llamados a las misiones, casi nunca existe la duda sobre el lugar donde quieren servir. Ellos poseen una conexión única e inequívoca a un lugar que los lleva a servir allí. Para muchos otros, sin embargo, el llamado a las misiones es más general al principio, y determinar «adonde ir» requiere un mayor discernimiento. ¿Cómo sabemos «adonde ir»? Hay tres factores principales que debemos considerar cuando buscamos seguir el llamado de Dios: necesidad, oportunidad e idoneidad.
Identificar la necesidad
Primero, ¿dónde se necesitan más los misioneros? Entre los pueblos no alcanzados, donde hay un menos testimonio establecido del evangelio, y donde claramente hay una mayor necesidad de misioneros. Deberíamos comenzar allí. En raras ocasiones los pueblos no alcanzados viven en lugares donde es fácil servir, y quizás son inaccesibles para nosotros. Sin embargo, toda persona que siente el llamado a las misiones debería al menos considerar llevar el evangelio donde nunca ha sido proclamado, es decir, donde la necesidad de misioneros es mayor (Romanos 10:14).
Toda persona que siente el llamado a las misiones debería al menos considerar llevar el evangelio donde nunca ha sido proclamado.
Evalúa cómo cambian las necesidades en lugares donde una iglesia ya ha sido establecida, aunque sea pequeña. ¿Qué ha estado haciendo Dios? ¿Cómo pueden servir los misioneros de una manera que valga la pena? Cuando Pablo fue a lugares donde no había iglesia, trabajaría con diligencia para formar una (Hechos 14:21), pero cuando fue a un lugar donde ya existía una iglesia, procuró fortalecer las iglesias (Hechos 15:41). Las necesidades específicas moldearon su estrategia misionera. Determinar la necesidad de esta manera no puede ser hecha solo por el misionero, sino que requiere que las personas locales ayuden a guiar e informar.
Reconocer la oportunidad
Aunque haya una gran necesidad espiritual en un lugar, esto no significa que el Señor proveerá una oportunidad para que sirvas allí como misionero. El Espíritu Santo le impidió a Pablo predicar el evangelio en Asia (Hechos 16:6). Él sufrió persecución en cada pueblo, pero solo en algunos hubo una puerta para proclamar el evangelio (Hechos 20:23; Colosenses 4:3). La oportunidad puede determinarse por factores prácticos como la visa de entrada, la salud personal, la composición de la familia, la red de relaciones, el empleo disponible, pero nunca debemos olvidar oír al Espíritu Santo. Discernir la oportunidad surge después de determinar la necesidad. Así, la respuesta a la pregunta: ¿cuáles son las necesidades aquí? determina las siguientes preguntas: ¿Me necesitan aquí? ¿Existe la oportunidad de que sirva como misionero de manera provechosa?
Ser idóneo para la tarea
Por último, buscamos integrarnos perfectamente. Esto no está determinado fundamentalmente por aquello en lo que nos sentiríamos más cómodos haciendo. En teoría, Pablo debería haber sido un gran apóstol para los judíos, pero en la misteriosa providencia de Dios, Pablo era idóneo para el ministerio a los gentiles (Gálatas 2:7–8). El Señor revela dónde encajamos cuando procuramos usar nuestros dones para servir y vemos fruto en el ministerio.
El Señor revela dónde encajamos cuando procuramos usar nuestros dones para servir y vemos fruto en el ministerio.
Descubrimos que aunque algo es muy difícil, nos sentimos bien haciéndolo, y vemos que el Señor lo bendice de maneras grandes o pequeñas. Aunque somos débiles en ciertos aspectos, somos curiosamente competentes en otros. La idoneidad también está determinada por las positivas relaciones de trabajo que disfrutamos con otras personas. Un misionero nunca puede tener fruto en el evangelio sin la participación de otros. Encontrar el equipo correcto, la organización, los compañeros y los amigos es crucial para el éxito en la tarea misionera a largo plazo.
Elegir el lugar correcto para ir
Los misioneros deberían buscar encontrar el lugar donde existe la mejor oportunidad para servir de manera más provechosa y llenar las mayores necesidades. Nosotros resolvemos en parte esta ecuación a través de la oración, el consejo pastoral y la investigación, pero en particular a través de la evaluación. Esta puede y debe hacerse en tu propio país, pero la forma más impactante de lograr esto es visitando estos lugares.
Si sientes el llamado a las misiones, deberías considerar un viaje misionero de corta duración a un lugar donde hay necesidad y oportunidad importantes. En mi experiencia, la vivencia en el campo misionero constituye la forma más útil de evaluar un llamado. Uno o dos años es lo mejor, pero incluso un tiempo más corto puede ser útil. En raras ocasiones es una buena idea comprometer de entrada toda tu vida a un lugar. Más bien, la inversión temprana de tiempo y energía te ayudará a evaluar tu llamado y poner el fundamento para toda una vida de servicio en las misiones.