“Queremos generar un impacto.” Esta es una declaración que se convirtió en uno de los distintivos de mi generación, cuando ingresamos a la universidad y más tarde nos unimos al mercado laboral a principios de la década de 2010.
Pero “generar un impacto” no es solo algo de los millennials.
Vemos en las Escrituras que el apóstol Pablo tenía lo que ahora llamamos una santa ambición (Romanos 15:20). La Biblia nos dice que el rey David “sirvió al propósito de Dios en su propia generación” (Hechos 13:36). El predicador del siglo XVII, Jonathan Edwards, estaba decidido a ser el “cristiano más apropiado y completo” de su tiempo.
Algunos de nosotros estamos llamados a ser misioneros, pero todos estamos llamados a obedecer la Gran Comisión.
Este impulso por generar un impacto puede ser muy fructífero para el Reino de Dios. Pero cuando miramos hacia atrás a las vidas de ciertos hombres y mujeres en la historia, podríamos desarrollar una perspectiva limitada de lo que esto significa, adoptando un enfoque de todo o nada en nuestras vidas, incluyendo vivir de manera misional.
Verás, generar un impacto mediante una vida misional no es solo para el misionero que se muda al extranjero; es un llamado a la fidelidad en cualquier contexto en el que nos encontremos. Entonces, si Dios espera que todos seamos fieles, podemos estar seguros de que podemos serlo desde ya, en donde sea que nos encontremos.
1. Desarrolla un hábito de hospitalidad
La hospitalidad es una de esas prácticas que nos reta a vivir de acuerdo con nuestras creencias. De hecho, la hospitalidad es una metáfora de la salvación cristiana. El Señor dedicó varios días a la preparación de un mundo para recibirnos como Sus huéspedes, y cuando le fallamos, quebró el cuerpo de Cristo por nuestra salvación, invitándonos a habitar con Él. Ahora, nosotros podemos imitar a nuestro Señor al partir el pan, invitando a otros pecadores a nuestro hogar, sirviéndoles y orando por ellos con la esperanza que el Señor los salve.
Al hacer esto, debemos recordar que la hospitalidad no es una exhibición artística. Como cristianos, debemos acoger a los demás tal cual somos, dentro de nuestras limitaciones, capacidades y habilidades. Aquellos más cercanos a nosotros pueden beneficiarse de ver que nuestras vidas son un tanto desordenadas, ya que la gracia de Dios se hace más evidente en nuestra debilidad.
La hospitalidad no es solo invitar y recibir personas a tu casa. También se trata de invitar a otros a ser parte de tu vida. Es posible que no puedas acoger a otros en una sala de estar, pero puedes compartir una mesa en algún café. Al compartir con nuestros prójimos, estamos preparando el escenario para que nuestra acogida resulte en una presentación del evangelio.
2. Prepárate para esa oportunidad
Una vez que abras las puertas de tu hogar, o cuando comiences a compartir tu vida más de cerca con quienes te rodean, inevitablemente surgirán conversaciones sobre la esperanza que hay en ti. Las conversaciones sobre Dios siempre comienzan con una conexión relacional. Cuando llegue el momento, debes estar preparado (1 Pedro 3:15).
El primer paso hacia esto es aprender a articular todo el evangelio de acuerdo con las Escrituras y enfrentar tu temor de evangelizar. Luego, según 1 Pedro 3:15, debes considerar la gentileza y el respeto. El objetivo no es recitar un mensaje enlatado de un evangelio impersonal para marcar una casilla y calmar tu conciencia, sino presentar un Salvador real a una persona real mostrándole cómo Jesús satisface una necesidad real de salvación.
Esto significa que tendrás que pacientemente y con gentileza mostrar la realidad de la ira de Dios sobre el pecado, y luego la salvación que se ofrece en Jesús. Esto también significa dar seguimiento para responder a sus preguntas o para mostrarles la necesidad del evangelio en diferentes áreas de sus vidas una y otra vez. Cuando vives de acuerdo con tus creencias, la gente tendrá preguntas, y debes estar preparado para responderlas.
3. Sujeta la cuerda
Antes de partir hacia la India como misionero, William Carey tuvo una conversación interesante con miembros de la Sociedad Misionera Bautista. Para ellos, servir en ese país era como descender en una mina profunda y desconocida. “Bueno, yo bajaré, si ustedes sujetan la cuerda”, dijo Carey.
Cuando Carey se fue, Andrew Fuller se convirtió en el principal “Sujetador de la Cuerda”, trabajando incansablemente para recaudar fondos para sostener la obra misionera de William Carey y otros. La mayoría de nosotros no estamos llamados a ser misioneros como Careys modernos, pero todos podemos involucrarnos en la Gran Comisión dando generosamente para apoyar la obra en el campo misionero.
La generosidad es clave para alcanzar a los no alcanzados y abordar el Gran Desequilibrio. Y su propósito es doble: acumulamos tesoros en el cielo (Mateo 6:19–21) y damos de nuestros recursos para ser fructíferos para el Reino de Dios.
Fidelidad en el día a día
Algunos de nosotros estamos llamados a ser misioneros, pero todos estamos llamados a obedecer la Gran Comisión. Algunos de nosotros iremos al campo misionero, pero todos estamos llamados a vivir en misión. Algunos de nosotros pasaremos nuestras vidas aprendiendo a ser trabajadores transculturales efectivos, pero todos estamos llamados a dar a conocer el evangelio a través de una fidelidad en el día a día.