Después de graduarme de la Universidad Tecnológica de Panamá, viajé a Francia para trabajar con Cru. Como hispanohablante y estudiante de inglés y francés, no sabía qué esperar. “No todos a los que se acerquen sabrán hablar inglés”, nos dijeron en la primera sesión de entrenamiento. Casi todos en Francia hablan francés, y tal vez algunos sepan un poco de inglés. “Pero algunos tampoco hablarán en francés”. Esto iba a ser un problema.
Un tercio de los miembros del equipo, incluyéndome, sabía algo de francés. El idioma sí fue un obstáculo para el resto, pero no por mucho tiempo. Gracias a Dios, nos presentaron GodTools, una aplicación que se puede utilizar para compartir el evangelio en diferentes idiomas. Esta aplicación sin duda es una herramienta asombrosa, pero a menos que domines el idioma que la otra persona habla, no podrás tener una conversación espiritual significativa.
No podemos asumir que todos sabrán algo de inglés o que podremos encontrar intérpretes. Debemos aprender el idioma.
A veces, puede haber una presión en el ministerio para que nos enfoquemos en los números. No me malinterpreten, sí es importante compartir el evangelio a cuantas personas podamos (entre más grande la cifra, mejor), pero la evangelización no debería enfocarse solamente en los números. Somos embajadores de Cristo; deberíamos reflejar a Jesús en nuestras vidas. Jesús se sentó con sus discípulos y con otros cientos de personas; Él se tomó el tiempo de enseñarles. Su acercamiento no fue apresurado ni simplificado. ¿No deberíamos hacer lo mismo? Si vamos a sentarnos con las personas en su pecado y sufrimiento, debemos tener conversaciones auténticas con ellos. No podemos asumir que todos sabrán algo de inglés o que podremos encontrar intérpretes. Debemos aprender el idioma.
Comunicación clara
Cuando tratamos de comunicarnos claramente, debemos aspirar a ser hablantes competentes o a tener al menos un nivel intermedio. El proceso de aprender un nuevo idioma puede ser una molestia, lo sé muy bien. El alemán no es nada fácil. En ocasiones pensamos que aprender un nuevo idioma nos va a distraer del ministerio verdadero, y nada podría estar más lejos de la verdad. Aprender un nuevo idioma nos facilita el tener conversaciones acerca del evangelio con nuevas personas. A mí me encantaría poder compartir el evangelio con alguien que hable alemán sin tener que utilizar el traductor de Google. Podría cometer errores en la plática, aunque trataría de comunicarlo de una forma sencilla, no solo por mi bien, sino también para que la otra persona me pueda entender.
Conversación fluida
Cuando sabemos un segundo idioma, podemos tener conversaciones fluidas con las personas que conozcamos. Estoy agradecida por los intérpretes, y he servido como una en numerosas ocasiones. Los traductores deben escuchar, traducir y transmitir el mensaje de la manera más precisa y sencilla posible. Deben intervenir eventualmente para simplificar los monólogos con la finalidad de que las personas puedan entender. Debido a las pausas que se hacen para traducir, la conversación no es tan fluida como si estuviéramos hablando con un amigo. Es por esto que deberíamos considerar aprender un nuevo idioma.
Sería erróneo suponer que necesitamos dominar un idioma para hablar con la gente. Coloquialmente, no utilizamos muchas palabras ni un lenguaje técnico. Por lo tanto, no tengas miedo de hablar con los lugareños con tu nivel principiante o intermedio. Ellos estarán encantados; incluso te ayudarán si cometes errores. En Panamá, ni siquiera hablamos español correctamente, cometemos errores todo el tiempo, y lo cierto es que no nos importa entre tanto el receptor reciba el mensaje y nos pueda retroalimentar.
Alcanzar a las naciones
Al aprender una nueva lengua, puedes servir a las personas que hablan un idioma diferente. Asimismo, puedes ayudar a la Iglesia a alcanzar más personas para el Reino de Dios. No obstante, nuestro llamado como cristianos no termina en la evangelización. Al aprender un nuevo idioma, podemos discipular a nuevos cristianos y ayudarles en sus primeros pasos caminando con Jesús.
Al aprender una nueva lengua, puedes servir a las personas que hablan un idioma diferente.
Si solo nos vamos a quedar un par de días en alguna región, deberíamos asociarnos con las iglesias locales para que discipulen a los nuevos creyentes, pero, cuando sea apropiado, podemos seguir en contacto con ellos una vez regresemos a casa. En cambio, si estamos viviendo en la región a largo plazo, tenemos entonces una oportunidad para caminar con el nuevo creyente y enseñarle cómo es la vida cristiana realmente. Finalmente, como cristianos que servimos transculturalmente, debemos animar a estos nuevos cristianos a hacer lo mismo: aprender un nuevo idioma y compartir el evangelio.