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Cómo superé el miedo de evangelizar

En la escuela primaria, mi familia optó por no celebrar Halloween en octubre. Esto significaba que, junto con otros estudiantes de diferentes religiones, me ponían en un salón aparte para hacer otras actividades. Recuerdo que levanté la mano y pregunté si podía leer mi Biblia color rosa y verde. Compartí el evangelio, ignorando las risas, e invité a mis compañeros a seguir a Cristo.

Ojalá esa valentía hubiera perdurado con los años. Cristo tenía razón cuando dijo que debíamos ser como niños.

A lo largo de la adolescencia y mis primeros años de adulta, no ha sido tan fácil compartir el evangelio como en ese Halloween. Sin embargo, cada experiencia, bajo la guía del Espíritu Santo, me ha ayudado a crecer en valentía. A continuación, comparto tres factores importantes para ayudar a los jóvenes adultos cristianos a compartir el evangelio.

1. Predícate el evangelio a ti mismo primero

Mucho del miedo relacionado con el evangelismo viene del temor al hombre. Todos queremos evitar ser apartados o que nos miren extrañamente. Para compartir bien la Palabra de Dios, debemos llenarnos de ella y evangelizarnos a nosotros mismos primero. Es fácil olvidar la verdad del amor de Dios que queremos compartir.

El rechazo se vuelve más soportable cuando somos aceptados por el único juez que realmente importa.

El rechazo se vuelve más soportable cuando somos aceptados por el único juez que realmente importa. Cuando nos aferramos a esta comprensión del evangelio, el temor puede quedar en segundo plano mientras que la urgencia por el avance del reino de Dios toma el control. Debemos hablar a nuestra alma, tal como lo hizo el salmista: “Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es el que perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus enfermedades” (Salmo 103:2–3).

Medita regularmente en la Palabra mientras buscas evangelizar, porque no podemos dar de una copa vacía.

2. Apóyate en tu comunidad

La evangelización no es un esfuerzo individual. Fuimos creados para la comunidad, y esto aplica en casi todos los aspectos de la vida cristiana. Como pueblo de Dios, nuestros hermanos y hermanas en Cristo fortalecen nuestra fe, nos recuerdan la importancia de compartir el evangelio, y nos apoyan cuando el temor intenta ganar nuestra atención.

Cuando una compañera en la universidad empezó a hacerme preguntas sobre el evangelio durante el almuerzo, recurrí a la comunidad de mi iglesia para orar, recibir respuestas a preguntas complejas y ser alentada. Una de sus primeras preguntas fue por qué los primeros humanos podían casarse con sus hermanos si el incesto era incorrecto.

No estaba acostumbrada a hablar de esto, pero mi comunidad cristiana me recordó que debía ser abierta y amable, y seguir compartiendo mientras el Señor me permitiera hacerlo. Incluso pasaron tiempo con mi amiga cuando visitó nuestra iglesia, respondiendo a sus preguntas.

Cuando un familiar que había supuesto era cristiano me expresó que no lo era, recurrí a mi iglesia. Ese tipo de evangelización era diferente a cualquier otro que había experimentado y no sabía cómo manejarlo.

Era triste compartir el evangelio con alguien a quien amaba tanto y asumía que ya era salvo. No podía hacerlo sola, y encontré fortaleza en la comunidad de la iglesia que me rodeaba. Eclesiastés 4:10 dice: “Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; Pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!”

Ninguna oportunidad de evangelización es idéntica a otra, y debemos buscar sabiduría en cómo abordarlas. Frecuentemente, esa sabiduría se encuentra en otros que han caminado más tiempo junto a Cristo. Apóyate en ellos y aprovecha su comprensión mientras avanzas.

3. Aprovecha cada oportunidad

Es fácil encasillarnos en una idea de cómo debería verse el evangelismo. Aunque es hermoso, no siempre es ir de puerta en puerta en tu vecindario. El evangelismo puede ser un café con un familiar no creyente, hablar en una clase universitaria, hacer un viaje misionero, o incluso publicar en redes sociales y responder preguntas.

Habla de tu fe aunque no esté directamente relacionado con una oportunidad “evangelística”. Nunca sabes cuándo una semilla se está plantando en el corazón de alguien que tal vez ni siquiera sabías que estaba escuchando.

El miedo es una parte inevitable de la vida en un mundo roto. Aunque deseamos ser valientes en cada situación, llegará un momento en que nuestra valentía se verá reducida y el rechazo o la vergüenza se apoderarán de nosotros. En ese momento, oremos al Señor para que nos ayude a aferrarnos a Su evangelio, a priorizarlo sobre todo, y a seguir adelante en la movilización del Reino de Dios.

Daniela Angulo

Daniela Angulo es editora y profesora en la escuela Florida Christian School, donde enseña escritura e inglés. Es miembro de la iglesia Providence Road en Miami, Florida.

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