Por muchos años, crecí en un país que se asocia con la violencia y el derramamiento de sangre en las mentes de muchas personas. No hay nada como la realidad de una zona de guerra para distinguir una realidad de mayor gravedad: las personas están muriendo separadas de Cristo y se están yendo al infierno.
Esta realidad ha animado a un sinnúmero de jóvenes cristianos a entregar sus vidas para proclamar el evangelio a los que no lo han oído. Ha impulsado a santos que correctamente pueden llamarse héroes de la fe a ir a lugares difíciles y hablarle a la gente sobre Jesús.
La urgencia de esa realidad que conmueve nuestros corazones es buena. Pero, cuando es la única o primaria motivación, hace que con frecuencia enviemos misioneros que se dedican a compartir el evangelio, pero que han pensado poco o nada en lo que sigue después de que las personas profesan fe en Cristo. La necesidad apremiante de que la gente se convierta es la causa de que no se prepare a los convertidos para los días, meses, años y décadas entre la conversión y el cielo.
La necesidad de misioneros que equipen la iglesia
Necesitamos misioneros que no solo consideren compartir el evangelio, sino también que ayuden a los cristianos a crecer en su fidelidad y madurez a lo largo de sus vidas. Una manera simple, aunque a menudo ignorada, para lograr esto es que más iglesias consideren comisionar a sus propios ancianos como misioneros.
Necesitamos misioneros que no solo consideren compartir el evangelio, sino también que ayuden a los cristianos a crecer en su fidelidad y madurez a lo largo de sus vidas.
Al igual que la iglesia en Antioquía envió a Pablo y Bernabé, hombres que habían servido como líderes de esa iglesia por al menos catorce años, nosotros deberíamos también estar dispuestos a enviar a nuestros maestros y pastores más experimentados en aras del evangelio.
Al considerar quiénes son los misioneros, diría que esta propuesta es bastante inusual. Así que, quisiera abordar una potencial objeción y tres razones concretas por las cuales pienso que enviar al campo misionero a hombres que han servido como ancianos en la iglesia no solo es una buena idea, sino que es una estrategia excepcional.
Estando en una temporada más estable en la vida es más difícil que se trasladen al extranjero.
Esta objeción es absolutamente relevante. He advertido a menudo a los estudiantes universitarios que las realidades que conllevan las responsabilidades de adulto harán que sientan irrealizables e inalcanzables sus aspiraciones misioneras. Sin embargo, es mucho más fácil animar a gente joven, sin mayores compromisos que a gente que ha echado raíces por años o décadas en un solo lugar. Pero, ¿desde cuándo la comodidad determina lo que deberías considerar hacer al servicio de nuestro Rey?
La iglesia en Antioquía no envió a todos sus ancianos, pero envió a Pablo y
Bernabé. Ellos eran líderes establecidos. Habían tenido ministerios fructíferos. Me aventuraría a afirmar que eran de los más valorados en esa iglesia: Pablo como el teólogo y Bernabé como el constante consolador. Aun así fueron enviados.
3 razones para enviar ancianos al campo misionero
Esto no significa que cada anciano debería trasladarse al extranjero para servir en las misiones. Pero ¿por qué no algunos? ¿Por qué no al menos uno? Si el costo parece demasiado alto para que lo pague un anciano de tu iglesia, ¿por qué le pediríamos a un joven universitario que lo pague? ¿qué sería diferente? Ahora bien, ¿cuáles serían los beneficios de enviar ancianos al campo misionero?
Los ancianos piadosos son sabios en la Palabra.
El ministerio cristiano depende de la Palabra de Dios. Es su Palabra la que él ha prometido que logrará el propósito para el cual la envió (Isaías 55:10-11). La Palabra de Dios es poderosa y suficiente. Sin embargo, aplicar la Palabra de Dios exige más que solo tener una copia de la Biblia o un excelente programa para encontrar la información en línea. También exige sabiduría. El mensaje de salvación es claro; pero cómo interpretar y aplicar todo el consejo de Dios no es siempre claro, al menos no de inmediato.
La tarea de los ancianos en la vida de la iglesia consiste en dirigir la iglesia entregándose ellos mismos a la oración y al ministerio de la Palabra (Hechos 6:2, 4; 1 Timoteo 3:2). En otras palabras, el liderazgo de una iglesia local es un grupo de hombres que ya tienen experiencia y práctica en interpretar y aplicar la Palabra de Dios a las vidas de una congregación e individuos.
Las nuevas iglesias, en particular aquellas situadas en un lugar donde no hay historial cristiano, con frecuencia enfrentan desafíos que requieren mayor sabiduría pastoral, no menos, que una iglesia establecida. ¿Por qué no enviar hombres que están saturados con la Escritura y que han demostrado la habilidad de aplicarla en diferentes circunstancias y desafíos en un grupo de personas?
Los ancianos piadosos tienen experiencia en tratar eficazmente con asuntos de la conciencia.
Quizás estás pensando: “el problema es que a medida que envejecemos, solemos volvernos más inflexibles con nuestros hábitos y opiniones”, y no queremos ancianos que proyecten supuestos culturales, aquello que es común o familiar en una cultura determinada, en nuevos creyentes en un país diferente. Esa es una preocupación razonable, pero diría que un anciano capaz ya ha invertido un tiempo considerable con algo parecido a esto al pastorear una iglesia local. Las diferencias culturales son básicamente asuntos de conciencia a mayor escala.
Un anciano piadoso habrá tenido experiencia en guiar a las personas a través de convicciones diferentes a las suyas sin caer en el legalismo o el relativismo moral.
La unidad de la iglesia depende de personas con conciencias diferentes que están aprendiendo a vivir unos con otros y esta unidad depende de maestros que no buscan atar las conciencias de las personas, a algo más que no sea la enseñanza de la Palabra de Dios. Un anciano piadoso habrá tenido experiencia en guiar a las personas a través de convicciones diferentes a las suyas, sin caer en el legalismo o el relativismo moral.
Un pastor fiel ya habrá tenido considerable experiencia en tratar con eficacia asuntos similares: ¿Cómo le hablo a este fervoroso joven cristiano que está persuadido de que es pecaminoso para cualquier cristiano ver una película? ¿Cómo aconsejo a estos dos hermanos, uno piensa que puede comer carne y el otro que no puede, para que convivan en paz? ¿Cómo le hablo a las personas que están buscando mi consejo? Un buen pastor sabe que no todo cristiano tiene que hacer la misma cosa, sino que hay libertad en muchas decisiones. La práctica de discernir si una forma de vida determinada es pecaminosa, imprudente o solo diferente es mucho en lo que un buen pastor tiene que pensar, de manera que pueda impartir el consejo adecuado sobre una situación. Esta autoridad es crucial para un ministerio fructífero transcultural.
Los ancianos piadosos son un ejemplo para otros.
Los ancianos deben ser modelos de madurez. Así que, en el ‘campo misionero’, ya sea que llegue a ser un anciano de una congregación local o no, tu anciano es alguien que sabes que será un modelo de santidad cristiana. Uno de los grandes vacíos en mi ciudad es la ausencia de modelos de cristianos maduros. Gran parte de la madurez y el liderazgo piadoso se aprenden mejor con el ejemplo que con la enseñanza. Quizás la razón por la cual muchos campos misioneros todavía luchan con la escasez de líderes locales es que las iglesias no han considerado enviar hombres que enseñen con sus vidas lo que significa ser un anciano.
Pienso en mi amigo Andy que se trasladó a una ciudad cercana, después de servir como pastor de una iglesia en Estados Unidos por más de 20 años. El número de líderes de iglesias que lo buscan ha sido sorprendente para mí. Él y yo podemos dar el mismo consejo sobre pastorear, pero él tiene un nivel de credibilidad del cual yo estoy a unos 15 años de distancia. Él puede ser un ejemplo para otros líderes en una forma especial debido a su extensa experiencia.
Por último, considera lo que implica para tus ancianos ser modelos de madurez en tu iglesia. Si quieres ver que los miembros de tu iglesia inviertan en las misiones globales; si quieres que los jóvenes den sus vidas enteras por el evangelio; quizás debes hacerte la pregunta: ¿Tienen ellos el ejemplo de ancianos piadosos que harían lo mismo con sus propias vidas?