Cualquier padre amoroso sabe cuánto doloroso sería renunciar a su hijo. Vemos este conflicto desarrollarse en la historia de Abraham al poner a su hijo Isaac en el altar. En esta historia, no solo vemos la fe extraordinaria de Abraham en Dios, sino que también descubrimos que esta es una historia del evangelio. En este mensaje, David Platt nos recuerda que Génesis 22 apunta a Dios mostrando su amor incondicional por nosotros al poner a su Hijo en la cruz. Al dar a su Hijo como nuestro sustituto, ahora podemos experimentar la alegría de la salvación en Él.
- Una historia sobre un Hijo
- Una historia sobre un Sustituto
- Una historia sobre la salvación
Si tiene una Biblia, y espero que así sea, quiero invitarle a abrir conmigo Génesis 22. Este es el primer libro de la Biblia. Muchos de ustedes conocen la historia de Heather y yo que culminó el pasado marzo al ir a Kazakstán para adoptar a nuestro primer hijo, Caleb. Regresamos a finales de marzo y comenzamos a adaptarnos a vivir aquí. Fue la culminación de un viaje que duró años.
Durante años, Heather y yo habíamos querido tener hijos y orábamos por ello, y Dios en Su soberanía no nos lo había concedido. Pero ahora tenemos un hijo y se está adaptando a nosotros, así como nosotros nos adaptamos a él, a vivir con él. Y un par de semanas después de regresar de Kazakstán, regresé tarde una noche de una reunión y Heather estaba aún despierta, lo que es inusual; ella normalmente se acuesta muy temprano. Y comenzamos a hablar y ella dijo: “¿No quieres saber por qué estoy despierta?” Y dije: “Claro ¿por qué estás despierta aún?” Y ella dijo: “Creo que estoy embarazada”.
Fue uno de esos momentos en los que uno se agota instantáneamente. Quiero decir, ya estaba agotado, pero fue como recostarse y pensar, ¡Ay caramba! Hicimos ese viaje porque habíamos querido tener hijos durante mucho tiempo y no sabíamos por qué no podíamos, era muy tentador, y estábamos un poco nerviosos sobre todo el asunto. Entonces dijimos: “Bueno, vamos a esperar a ver qué pasa.” Tratamos de no emocionarnos mucho. Algunos de ustedes han estado ahí; saben cómo es.
Así comenzó este embarazo, y avanzó rápidamente nueve meses hasta la noche del miércoles pasado. Y sucedió que regresé muy tarde a casa ese miércoles de una reunión y Heather aún estaba despierta. Y estaba lavando, recogiendo ropa, esto y aquello. Si usted buscara en el diccionario la definición de anidar encontraría una foto de mi esposa en el último par de meses.
Mi preciosa esposa
Mi preciosa esposa había preparado todo. Le cuento que nuestro árbol de navidad estaba listo mucho antes de Acción de Gracias, todos los regalos estaban envueltos y bajo el árbol. Un día llegué a casa y estaba haciendo lasaña; la hace estupendamente. Dije: “¿Oh, cenaremos lasaña esta noche?” Y ella dijo: “No, la cenaremos el 21 de diciembre.” Ella estaba cocinando toda esa comida para congelarla. Y yo dije: “Genial, ¿que hay para cenar hoy?” “Hot dogs.” “Bueno, ¿podemos comer lasaña hoy y dejar los hot dogs para el 21 de diciembre?”.
Todo estaba casi listo, por lo que no era tan raro verla levantada hasta tarde, pero me dijo que no se sentía muy bien. Así que nos sentamos y conversamos. Solo pasamos el rato y vimos un poco de televisión hasta la 1:00 am. Y dije: “Heather, puede que estés muy emocionada y dispuesta a seguir, pero yo me voy a la cama.” Esa semana había estado enfermo, y por eso yo dormía en el sofá. Así que me acosté en el sofá y ella subió a la habitación.
Y dos cortas horas después, a las 3:00 am, me despierto con Heather bajando las escaleras hablando por teléfono con una enfermera del hospital y contándole lo que estaba sintiendo. Decía: “No creo que haya llegado la hora, pero no estoy segura. ¿Cómo puedo saberlo?” Y finalmente la enfermera dijo: “¿Por qué no vienes y dejas que te examinemos?”
Así que Heather me despierta. Dice: “Cariño, creo que puede ser una falsa alarma pero supongo que debo ir de cualquier forma.” Y yo digo: “Está bien”. Empezamos a caminar aturdidos alrededor de la casa mientras intentábamos reunirlo todo y ponerlo en el auto. A las 4:00 am, mi esposa estaba siendo conectada a este monitor, sentada en una esquina medio adormecida. Y en las próximas dos horas simplemente nos sentamos y esperamos y esperamos. Entonces poco después de las 6:00 am, la enfermera viene y comienza a conectar a Heather a un intravenoso. Y Heather dice: “¿Por qué me conectas a un intravenoso?” Y ella dice: “Bueno, porque usted se va a quedar aquí hoy, va a tener un bebé.”
Y en ese momento Heather inmediatamente me miró y yo la miré a ella, nuestros ojos se conectaron, y es uno de esos momentos en los que no necesitas decir absolutamente nada porque ya se está diciendo mucho; ¡Dios mío, realmente vamos a tener este niño! Y así empieza el proceso.
Estábamos en esta pequeña habitación de emergencias. El hospital estaba lleno, no tenían habitaciones vacantes. No hubo mucho espíritu navideño en la escena al llegar allá y ellos nos decían: “Lo sentimos, no hay ninguna habitación para ustedes, pero podemos darles este lugar de acá”. Y así estaba bien. Primero entró un doctor y le puso la anestesia, con lo que decidí que lo más apropiado para mí era apartarme y no mirar esa aguja en particular. Así que salí y luego regresé, y entonces, finalmente, después que la ubicaran, se liberó una habitación. Así que nos mudamos y nos asentamos allá para que todo el trabajo de parto tuviera lugar ahí.
Estábamos sentados y conversando. Primero estábamos Heather y yo, después se nos unió nuestra enfermera. Y comenzamos a hablar sobre cómo el doctor de Heather, en el pasado, ocasionalmente había dejado que los esposos, si realmente lo deseaban, asistieran el parto. Ahora, para este momento ya usted ha tenido que darse cuenta de quién soy yo.
Yo entro a un hospital y me dan nauseas. No me gusta ver sangre, no me gusta el olor del hospital. No me asienta bien. Me mareo, no es una buena imagen. Y Heather lo sabe. Y en las últimas semanas ha quedado claro que uno de los miedos más grandes de Heather ha sido que yo no pueda estar en el trabajo de parto. Y casi ha sido como un pequeño atentado contra mi orgullo, que ella esté preocupada porque yo no sea capaz de soportarlo. No por ella o por el bebé, sino por mí.
Así que he estado luchando con esto y ellas hablaban sobre cómo este doctor ha permitido que un par de esposos hicieran esto. Y de repente, fue uno de esos momentos en los que las palabras empiezan a salir y no puedes parar y no sabes siquiera lo que estás diciendo. Sólo dije: “Entonces yo voy a asistir el parto.”
¿De verdad?
Heather me miró con los ojos muy abiertos: “¿De verdad?” La enfermera me dijo: “¿De veras lo quieres?” Y de nuevo, uno de esos momentos: “Sí, me encantaría.” ¿En qué estaba pensando? Yo no le pido al doctor que haga mi trabajo los domingos, ¿por qué me estoy ofreciendo para este trabajo un jueves? Pero ya estaba metido en ello. Heather puso una sonrisa en su rostro, dijo: “Bueno, me adelantaré y conseguiré la vestimenta y todo lo demás para que puedas estar aquí.”
Heather comienza a correr y me mira con esa sonrisa en su rostro, y yo solo estoy pensando en lo que acabo de hacer. Ni siquiera puedo ver sangre, y estoy a punto de estar en un parto.
Y así, en este momento, entré en modo antesala. Tenía que prepararme mental, emocional, física y espiritualmente. Tenía que estar listo para lo que estaba a punto de venir. ¿Cómo auto prepararse para algo como esto? Decidí que iba a verlo como una misión. Cuando usted es misionero y está en otro país, hace cosas que normalmente no haría aquí; come cosas que normalmente no come, bebe cosas que normalmente no bebe, participa en ritos en los que normalmente no participaría. Así que yo simplemente voy a ver esta habitación como otro país. Ahora mismo estoy en un lugar extraño, y cuando estoy en Roma, hago lo que los romanos hacen. Por tanto, en el hospital, hago los que los doctores hacen. Soy un doctor. Mi doctorado es en predicar, pero cuando realmente lo piensan, ¿cuál es la gran diferencia? Y así me estaba preparando; esta es una misión, soy un misionero.
El trabajo de parto continúa y Heather está progresando y sobre la 1:45 comienza el proceso de pujar y poco menos de una hora después, la enfermera dice: “¡Llegó la hora!” Y llama al doctor. Empiezo a caminar, estirándome un poco. El doctor entra, se posiciona y dice: “Bien David, venga acá.” Voy hacia allá y se levanta y me pone un traje y unos guantes, observa mi rostro y dice: “Bien, esto es lo que vamos a hacer. Necesito que estés junto a mí, justo sobre mi hombro y cuando sea el momento voy a volverme hacia ti y tú vas a poner tus manos allí y vas a halar”. Y comenzó a describirme lo que íbamos a hacer usando un montón de términos que no sé lo que significan. Lo miro y al final digo: “Suena bien”.
Así que él dijo: “Perfecto, aquí vamos”. Y subió su pequeña silla; no voy a entrar en mucho detalle, no se preocupen. No voy a contar todos los detalles. Pero el empezó a hacer un par de cosas de las que decidí que no iba formar parte. Yo solo estaba sobre su hombro diciéndole a Heather: “¡Sí, lo estás haciendo muy bien, genial!” Y entonces dice: “David, aquí entras tú”.
Mira hacia acá
Así que me mira y dice: “Mira hacia acá”. Y de repente, mientras Heather pujaba, una cabeza pequeñita se asomó y el tiempo se detuvo. Allí, por primera vez, estaba viendo el rostro de mi hijo. Garantizado, fue la imagen más atractiva que he visto jamás, una especie de cara amoratada embarrada de un montón de cosas, pero fue el momento donde me di cuenta de que era real, ese era mi hijo.
Y de vuelta a la realidad, él dice: “Pon tus manos alrededor de su cabeza”. Fue como si yo fuera un quarter back. El doctor acababa de llamarme y yo estaba allí, estaba listo. Y halamos un poco hacia abajo, y después hacia arriba y este pequeño hombrecito se desliza justo hacia mis manos. Digo pequeño hombrecito; pero pesó 8.5 libras. Pensamos que serían 6 libras, el doctor dijo que serían 6 o quizás 7. Lo ponemos en el regazo de mamá y yo miro a Heather y nuestros ojos se conectan, y entonces lo miramos y ahí está nuestro bebé, nuestro hijo, acostado justo ahí con todo su cordón umbilical, que era la parte que realmente me asustaba; estaba muy nervioso porque Heather quedara decepcionada si yo no lo cortaba. Pero el cordón umbilical no parece ser la gran cosa después de haber ayudado a dar a luz un bebé.
Así que hicimos todo el ritual del cordón umbilical y después seguimos todo este proceso de cuidar de nuestro hijo y amamantarlo y esa serie de cosas. No es necesario decir que cuando llegamos ayer del hospital, y seré honesto, fue una noche larga. Ha sido una larga primera noche en casa. Pero no pude evitar pensar en dos versículos. Uno de ellos fue el versículo, Salmo 113:9, que Heather y yo habíamos leído juntos temprano en la mañana de ese jueves. Y ese versículo dice lo siguiente: “Hace habitar en casa a la mujer estéril, gozosa de ser madre de hijos. ¡Aleluya!” (Salmo 113:9).
Y el otro versículo es el versículo que es nuestro tema este mes, y sucede que esta es la semana en la que nos enfocamos en la segunda frase: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito” (Juan 3:16). Puedo decir con total confianza que esas palabras tienen ahora un significado mucho más profundo de lo que lo tenían hace cuatro días. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito”. (Juan 3:16)
Ahora, esta es la razón por la que tenemos que volver a Génesis 22. Porque la semana pasada vimos el antecedente en el Antiguo Testamento para esta imagen del amor de Dios y la relación de Dios con Su pueblo en Oseas. Cuando usted lee: “que dio a su Hijo unigénito”, un buen judío como Nicodemo, ve inmediatamente una alusión al principio de las Escrituras. ¿Recuerda la escena?
Dios los honra a los 90 y 100 años
Sara, la esposa de Abraham, era estéril. Y eso era un problema porque se le había prometido a Abraham que sus descendientes serían como el polvo de la tierra y se esparcirían hacia el este y oeste y hacia el norte y sur y todos los pueblos de la tierra serían bendecidos a través de su descendencia. Pero Sara tenía alrededor de 90 años de edad y Abraham tenía 100 años, y Dios había olvidado una pequeña parte de Su promesa, tenían que empezar con un hijo.
Y ellos habían luchado con ello durante años y años. Heather y yo somos aún jóvenes; y sufrimos el estrés y las idas y venidas y la espera y la decepción. Imagine que durante 10, 20, 30, 40, 50 años o más, ellos estaban deseosos de un niño pero incapaces de tenerlo. Y entonces Dios los honra a los 90 y 100 años y dice: “En el próximo año, ustedes van a tener un hijo.” No puede culparlos por reírse.
¿Tendrían un hijo a los 90 y 100 años? Pero Dios, en ese próximo año, provee y Sara da a luz a Isaac, cuyo nombre significa risa. No sé si Abraham tuvo el valor para asistir el parto de su bebé, pero ahora tenía un hijo, su orgullo y alegría, el hijo de la promesa.
Y ese es el escenario preparado para Génesis 22. Escuche dos de los más asombrosos versículos en el Antiguo Testamento. Vea esto: “Aconteció que después de estas cosas, Dios probó a Abraham, y le dijo: ¡Abraham! Y él respondió: Heme aquí. Y Dios dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moria, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Génesis 22:1-2).
¿De qué se trata? Del hijo de la promesa; del hijo prometido; del hijo de cuyos descendientes surgirá el pueblo de Israel, y Dios dice: “Toma a tu hijo, tu único hijo, al que tanto amas, Isaac, tómalo y sacrifícalo en un altar.” Este texto nos confronta con una pregunta sorprendente; ¿por qué el Dios amoroso del universo ordenaría la muerte de un hijo?
Esto va en contra de todo concepto de lo que está bien y es correcto, lo que es esperado; va en contra de la ley del Antiguo Testamento. ¿Por qué un Dios amoroso ordenaría la muerte de un hijo? Cualquier hijo, pero especialmente el hijo de la promesa, este único hijo de Abraham.
Y esta historia, creo que muchos de ustedes están familiarizados con ella, es una de las que creo que tendemos –esta es una peligrosa tendencia-, a olvidar. Porque muchos hemos leído sobre Abraham dispuesto a ofrecer a su hijo, Isaac. Y la mayoría de las veces que estudiamos este texto, que lo predicamos, nos alejamos de él pensando en Abraham y la prueba que pasó y cómo tenía tan grande fe. Y no hay duda que esa fe es ilustrada a través de este capítulo. Pero creo que si ponemos toda la atención en Abraham podríamos dejar pasar la idea fundamental de este capítulo de las Escrituras.
Una historia individual
Si usted estuviera en la How to Study the Bible Secret Church; nos escucharía decir que cuando leemos las historias del Antiguo Testamento, necesitamos entenderlas en tres niveles diferentes. En el nivel básico, hay una historia individual. Hay una historia personal con Abraham e Isaac, una historia individual.
Después hay un segundo nivel, y lo llamamos historia nacional, lo que significa se desarrolla en la historia del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, y necesitamos entender que cada historia que leemos en el Antiguo Testamento es una parte de la historia del pueblo de Israel, una historia nacional.
Pero hay un tercer nivel. Lo llamamos historia redentora. Y necesitamos darnos cuenta que cada historia individual no es solo una historia sobre el pueblo de Israel, es una historia sobre el plan de Dios en toda la creación para traer a Su pueblo de regreso a Él. Historia redentora, redimir al pueblo; restaurar al pueblo.
Y por eso estudiaremos esta historia en tres niveles diferentes. Y para ello, tenemos que ponernos en el lugar del pueblo que escuchó esta historia primero, los que originalmente la leyeron o la escucharon. Siempre tenemos que hacer esto cuando estudiamos la Biblia. Tenemos que ponernos en ese lugar.
Quiero que piensen en los israelitas, aquellos que escucharon esto por primera vez. La historia del pueblo de Israel les está siendo relatada a ellos, esta historia de Abraham e Isaac. Y he aquí una pregunta que tenemos que hacernos. Cuando ellos escucharon esta historia, ¿con quién cree usted que se identificaron mejor? ¿En quién se vieron reflejados? Es como que siempre que usted lee una historia, se ve reflejado en alguien. Cuando usted lee la historia de David y Goliat, no dice: “Soy como Goliat.” Nadie dice eso. Todo el mundo es David: “Soy como David, tengo que ser como David.”
Y así, cuando ve esta historia, ¿en quién se ve reflejado? Quiero que piense sobre ello desde la perspectiva de esos israelitas originales que estaban escuchando esto. Y mientras la imagen obvia es sobre la gran fe de Abraham que es demostrada a lo largo de su vida, desde Génesis 12 hasta Génesis 25, en esta historia en particular, no puedo evitar pensar que los israelitas no se identificaron primeramente con Abraham, sino con Isaac. Y he aquí la razón.
Una Historia sobre un Hijo.
Porque Isaac era el vínculo entre Abraham y ellos. Si no existe Isaac, tampoco existe Israel; si Isaac muere, entonces la historia del pueblo de Israel es anulada desde el principio. Ellos vieron que si Isaac vivía, ellos vivirían, si Isaac moría, ellos también morirían. Usted tiene que verlo desde esa perspectiva. Creo que en el primer nivel fundamental, esta es una historia sobre un hijo llamado Isaac. Y quiero mostrársela, se la leeré.
Empezaremos en el versículo 2, pero quiero que me haga un favor. Circule en su Biblia la palabra hijo cada vez que la vea. Y vea si está enfatizada una y otra vez. Esta es una historia sobre un hijo. Comencemos: “Y Dios dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moria, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Abraham se levantó muy de mañana, aparejó su asno y tomó con él a dos de sus mozos y a su hijo Isaac;” (Génesis 22:2-3). No solo dice Isaac, “su hijo Isaac.”
“y partió leña para el holocausto, y se levantó y fue al lugar que Dios le había dicho. Al tercer día alzó Abraham los ojos y vio el lugar de lejos. Entonces Abraham dijo a sus mozos: Quedaos aquí con el asno; yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a vosotros. Tomó Abraham la leña del holocausto y la puso sobre Isaac su hijo, y tomó en su mano el fuego y el cuchillo. Y los dos iban juntos.” (Génesis 22:3-6), solo imaginen la escena:
Y habló Isaac a su padre Abraham, y le dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, hijo mío. Y dijo Isaac: Aquí están el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y Abraham respondió: Dios proveerá para sí el cordero para el holocausto, hijo mío. Y los dos iban juntos. Llegaron al lugar que Dios le había dicho y Abraham edificó allí el altar, arregló la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar sobre la leña.
Entonces Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo. Mas el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y dijo: ¡Abraham, Abraham! Y él respondió: Heme aquí. Y el ángel dijo: No extiendas tu mano contra el muchacho, ni le hagas nada; porque ahora sé que temes a Dios, ya que no me has rehusado tu hijo, tu único. Entonces Abraham alzó los ojos y miró, y he aquí, vio un carnero detrás de él trabado por los cuernos en un matorral; y Abraham fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
Y llamó Abraham aquel lugar con el nombre de El Señor Proveerá, como se dice hasta hoy: En el monte del Señor se proveerá. El ángel del Señor llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mí mismo he jurado, declara el Señor, que por cuanto has hecho esto y no me has rehusado tu hijo, tu único, de cierto te bendeciré grandemente, y multiplicaré en gran manera tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena en la orilla del mar, y tu descendencia poseerá la puerta de sus enemigos. Y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque tú has obedecido mi voz. Entonces Abraham volvió a sus mozos, y se levantaron y fueron juntos a Beerseba. Y habitó Abraham en Beerseba.” (Génesis 22:7-19).
¿Lo ve? Más de 10 veces se enfatiza al hijo. Aquellas tres veces, creo que en el versículo 2 y luego el 12 y el 16, lo intensifica; el narrador lo intensifica y dice, “Tu hijo, tu único.” Como si Abraham no lo supiera. Como si Abraham no se hubiera percatado de la gravedad del asunto. Pero al leer la historia, es casi intencional, se realza cada detalle.
Cuando llega al versículo nueve, “Llegaron al lugar que Dios le había dicho y Abraham edificó allí el altar, arregló la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar sobre la leña. Entonces Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo” ¿Por qué Dios ordenaría la muerte de un hijo? Y la respuesta es: para mostrar que Él provee.
Verá, el hijo es enfatizado a lo largo de esta imagen, y esa frase, “tu hijo, tu único”, es enfatizada tres veces. Pero otra frase también es enfatizada tres veces, y concuerda. Permítanme mostrársela en el versículo ocho: “Y Abraham respondió:”, y puede subrayarlo aquí, “Dios proveerá para sí el cordero para el holocausto, hijo mío” (Salmo 22:8). He aquí la primera vez. Y dos veces en el versículo 14: “Y llamó Abraham aquel lugar”, aquí está, subráyelo, “con el nombre de El Señor Proveerá, como se dice hasta hoy: En el monte”, aquí está, “del Señor se proveerá” (Génesis 22:14).
No lo pierda de vista. Esto es fundamental en este nivel. Dios ordena la muerte de un hijo, Dios ordena la muerte de un hijo para que así Isaac y todo el pueblo de Israel que leyera esto, supiera que Dios proveerá en sus vidas. Dios ordena la muerte de un hijo para mostrar que Él provee en la vida de Su pueblo. Ese es el mensaje. Esta es una historia sobre un hijo y la gran provisión de Dios; “El Señor proveerá” es el tema dominante en Génesis 22. La atención no está ni siquiera sobre Abraham. El héroe de esta historia es Dios. Dios provee e Isaac no muere, vive. ¿Cómo? Esto nos lleva al segundo nivel.
Una Historia sobre un Sustituto
Esta es una historia sobre un hijo, y en un segundo nivel es una historia sobre un sustituto. ¿Lo vio en el versículo 13? “Entonces Abraham alzó los ojos y miró, y he aquí, vio un carnero detrás de él trabado por los cuernos en un matorral; y Abraham fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto”, he aquí la frase clave en este versículo, “en lugar de su hijo”. (Génesis 22:13). En lugar de; en vez de… Isaac estaba a punto de morir sobre ese altar y de repente, un carnero es provisto en lugar de Isaac. Así que el carnero muere e Isaac vive.
Recuerde leer esto desde el punto de vista de esos israelitas que escucharon esto por primera vez. Ellos vieron su vida o su muerte atada a Isaac y ven a Dios proveer un sustituto para que Isaac pueda vivir. Y entonces, Dios le habla a Abraham. La última parte de este capítulo, las palabras que acabamos de leer, esta es la trigésimo quinta vez que Dios le habla a Abraham, y es la última vez que tenemos registro de ello. Y Él reitera la promesa. Dice: “Proveeré para tus descendientes, proveeré para que mi propósito sea cumplido en ti; yo proveeré. Y proveeré a través de un sustituto, a través de alguien que tome tu lugar, que sea ofrecido como sacrificio en tu lugar”. Dios ordenó a Abraham que matara a su hijo, para mostrar su devoción, para salvar a su hijo.
En adelante en las Escrituras usted no verá a Dios
Ahora tenemos un tercer nivel aquí. Y de ahora en adelante en las Escrituras usted no verá a Dios pedirle a nadie que sacrifique un hijo así. En ningún momento verá a Dios ordenando así la muerte de un hijo. Pero, al avanzar por las Escrituras, llegamos al versículo que es nuestro enfoque en este mes; Juan 3:16. Y es aquí donde usted y yo somos traídos a esta imagen.
Tan pronto como Jesús dice “al mundo”, nos damos cuenta de que no solo se trata del pueblo de Israel, hablamos de ello la semana pasada, se trata de todos nosotros, todos nosotros en la historia de la humanidad. Usted y yo somos traídos a esta escena, y no lo pierda de vista, ahora no es Isaac quien está sobre el altar, somos nosotros. Cada uno de nosotros, culpables de horribles pecados ante un Dios santo. La leña está arreglada, el altar está edificado, y usted y yo estamos allí bajo la furia de un Dios santo, que en Su santidad y por la naturaleza de ser Dios, debe castigar el pecado. Es la muerte contra el pecado. Y el cuchillo ya no es levantado contra Isaac; el cuchillo es levantado contra usted y contra mí, mereciendo la pena de muerte, mereciendo morir en el altar.
Y Jesús entra en escena y dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio” lo que Abraham no tuvo que dar. “que dio a su Hijo unigénito”. Y mientras el cuchillo se levanta contra usted y contra mí, una voz desde el Cielo resuena: “No lo toques. Hay un Hijo que puede ser ofrecido en lugar de él, en lugar de ella”. Y usted y yo somos retirados del altar y Jesús, el hijo único de Dios; lo oyeron en Juan 3:16, tu Hijo, tu único; Jesús es puesto en el altar y ahora el cuchillo es levantado contra Él. Es sacrificado. El Padre vierte Su ira sobre Su Hijo.
David, ¿qué quieres decir con que el Padre vierte Su ira? No creo que el Padre haya estado recostado viendo cómo esto pasaba, llorando mientras sucedía. Hemos visto las lágrimas cayendo del cielo en “The Passion of the Christ” [La Pasión de Cristo]. ¿No es eso lo que Dios estaba haciendo? No lo pierda de vista. Si lo perdemos, perdemos todo el mensaje del evangelio.
Dios no es un observador casual a la espera en esta imagen en la cruz, esta imagen suprema de sacrificio. Es Dios en realidad quien provoca el sacrificio. Isaías 53:10: “Pero quiso el Señor quebrantarle”. Fue voluntad de Dios hacerle sufrir. Dios fue muy activo en lo que pasó en la cruz. Fue Su Hijo quien se convirtió en un sustituto para la ira y el castigo y la pena que merecemos cada uno de nosotros.
Una Historia sobre Salvación
Y como resultado, esta no es solo una historia sobre un hijo en Génesis 22; no es solo una historia sobre un sustituto. En lo más profundo, en el más alto nivel, esta es una historia sobre la salvación. Es sobre un Dios que lo quita a usted del altar, pone a Su único Hijo y vierte Su juicio mortal sobre Él en lugar de hacerlo sobre usted y sobre mí. Dios lleva a la consumación la muerte de un Hijo, para mostrar a Su pueblo que Él les provee vida.
Supongo que usted ya ha escuchado esta historia, al menos muchos de ustedes. Es una ilustración que he escuchado muchas veces. Es algo más o menos así. Hay un par de versiones diferentes.
El Padre aceptó
Es la historia de un hombre que trabajaba subiendo y bajando un puente de madera para que los botes del río pudieran pasar por debajo del puente y los trenes pudieran pasar por encima. Un día, el hijo pequeño del hombre le pide acompañarlo al trabajo. El Padre aceptó. El día transcurrió normalmente, con el padre elevando el puente para que los botes pasaran por debajo y bajándolo para que lo trenes viajaran seguros sobre él.
En un momento dado, el hombre eleva el puente, y entonces al ver un tren aproximándose, jaló la palanca para bajar el puente para que el tren de pasajeros pudiera pasar. Mientras el puente bajaba, escuchó un grito y vio para su horror que su hijo estaba atrapado en la gran rueda dentada que movía el puente. Enfrentó el dilema. Podía revertirlo y salvar a su hijo, lo que provocaría que los pasajeros en el tren encontraran su muerte en el fondo del río, o podía seguir jalando la palanca y ver aplastada la vida de su hijo.
Se toma solo un momento para tomar su decisión. El tren siguió su camino veloz y seguro, y nadie a bordo estaba al tanto de que más abajo estaba el pequeño cuerpo destrozado del hijo. Ni estaban al tanto de la lamentable figura de un hombre sollozante aun aferrándose a la palanca mucho tiempo después de que el tren hubiera pasado. No lo vieron regresando a casa más lentamente de lo que alguna vez hubiera caminado, diciéndole a su esposa como había sacrificado a su hijo.
Esta historia es usada como una ilustración para hablar sobre cómo Dios se sintió cuando sacrificó a Su Hijo. Pero quiero recordarle que esta historia, no importa cuán conmovedora e inspiradora sea, pierde el mensaje fundamental. Pierde el mensaje fundamental del evangelio. Pierde el hecho de que Dios, el Padre, no sacrificó a Su Hijo por un accidente que no podía controlar. Él no tomó una decisión relámpago para salvar a Su pueblo.
En su lugar, este Dios de amor eterno se propuso vertir el juicio que nos merecemos usted y yo sobre Su Hijo. Estaba determinado a ello y no fue un accidente que no pudiera controlar. Él tenía el control total y vertió Su juicio sobre Su Hijo. Hizo morir a Su Hijo para que usted y yo pudiéramos vivir: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que cualquiera que se vea en el altar mereciendo el juicio de Dios, y vea a su lado al Hijo como un sustituto y, por Su gracia crea en Él, se levante del altar y el Hijo sea puesto en su lugar. Para que todos aquellos que crean en esta verdad tengan vida eterna en el Cielo. No hay mayor historia sobre un hijo, un sustituto y salvación suprema que Génesis 22 y Juan 3:16. Únalas y veremos a un Dios que entregó el tesoro más infinito, más valioso, Su posesión más preciada, Su único Hijo, para que usted y yo podamos vivir.
El amor de Dios
¿Oraría usted conmigo? Mientras baja la cabeza y cierra los ojos, quiero hacer dos cosas en el próximo par de minutos. Número uno, quiero invitar a todos, cada hombre, cada mujer, cada niño, cada niña que alguna vez ha creído en Jesús y confiado en el amor de Dios, quiero invitarle ahora mismo, en silencio, a decir en su corazón: “Dios, yo sé que tú has provisto.” Solo digan ese término: “Sé que tú has provisto, y yo confío en tu amor. Gracias por enviar a tu Hijo a morir en la cruz por mí. Yo lo acepto como mi sustituto y confío en que al creer en Ti ahora, tendré vida eterna.”
Esto no se trata solo de religión, no solo se trata de un ejercicio religioso, no solo se trata espiritualidad. Es la realidad del gran amor de un Padre que entregó a Su Hijo por usted. Y mientras ora, quiero que sepa que Dios dice: “Cualquiera que confíe en Mí puede confiar en que proveeré”. Y Él le provee a usted el perdón por todos sus pecados, le provee vida abundante como un hijo o una hija del Altísimo y la garantía de vida eterna en el Cielo.
En segundo lugar, quiero invitarlos a orar a la luz de este tema: el Señor proveerá. Él entregó a Su infinitamente querido Hijo para demostrar Su gran amor por nosotros. Así como hay muchos que han experimentado gran alegría y gran progreso este año, sé que hay muchos que han experimentado grandes pérdidas.
Y sé que hay personas que han perdido personas muy cercanas. Sé que hay personas que han tenido problemas de salud este año, y como resultado de ello, se sienten heridos; quizás físicamente, quizás emocionalmente y espiritualmente. Les animo a orar unos por otros, júntense unos con otros. Si usted ha experimentado un pérdida este año, cualquiera que haya sido, una persona, o quizás haya enfrentado problemas de salud, quizás sea cáncer u otra enfermedad, ¿Levantaría su mano para que aquellos a su alrededor puedan verle? No tiene que compartir lo que le aflige. Y al resto le voy a pedir que rodeen a estos hermanos y hermanas y pasen un tiempo orando sobre ellos. Porque tenemos un Dios que promete proveer en medio de los momentos más obscuros de nuestras vidas.
Rodeen a estos hermanos y hermanas ahora, y mientras lo hacen, quiero invitarles a orar por ellos, a orar en voz alta. No tiene que esperar a que otra persona ore; Dios puede escuchar todas sus voces al mismo tiempo. Oremos juntos y cerraré nuestro encuentro después que hayan pasado unos minutos.
El sacrificio de Tu Hijo
Padre, venimos ante Ti como hijos e hijas, y Te agradecemos por este privilegio de acercarnos a Tu trono como un hijo y como una hija por el sacrificio de Tu Hijo. Y confiamos en Romanos 8:32, que si no retuviste a Tu único Hijo. ¿Cuánto más no nos darás todo lo que necesitamos? Y por eso oro en favor del pueblo, hombres y mujeres, familias, yo oro para que proveas; oro para que proveas la gracia para soportar el sufrimiento, oro para que proveas la esperanza que solo viene de Ti, oro para que proveas la fuerza y el sustento para cada emoción y cada herida, oro para que proveas la guía para recorrer los caminos que están representados aquí, oro para sanar en el medio de la herida, oro por el placer que das al substituir el dolor que está representado aquí, y Dios, oro todas estas cosas porque sé, sabemos, que eres leal.
Sabemos que Tú provees. E incluso, cuando las circunstancias no parecen tener sentido, y cuando las cosas por las que nos pides que pasemos no parecen tener sentido, tal y como en Génesis 22, confiamos en que usarás esas circunstancias para mostrar Tu gran provisión y que incluso usarás la muerte para mostrar Tu gran Vida. Dios, yo Te alabo por tomar la muerte de un Hijo y convertirla en vida para tu pueblo.
Toda la gloria sea a Tu nombre, eres digno de ser alabado, eres digno de todo el honor y toda alabanza y toda gloria, toda majestad, todo el poder es tuyo. Y te alabamos por el sustituto, que es Jesucristo, el cordero que fue puesto en el altar en nuestro lugar. Te alabamos por verter Tu ira sobre Él en lugar de nosotros, y Te alabamos Dios porque incluso Génesis 22 parece incompleto. Porque sabemos que el Hijo que fue muerto, resucitó del sepulcro.
Y Señor Jesús, Te alabamos como el Señor ascendente y exaltado que hace que la muerte y la enfermedad ya no sean algo que temer, y que hace que toda herida y todo dolor sea temporal. Anhelamos el día, Señor Dios, en el que no haya más lamento, ni más llanto, ni más dolor. Y enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, como nuestro Padre. Hasta ese día, oramos para que nos des gracia; nos sostengas por Tu gracia para entrar en Tu amor, para encontrar Tu amor aun cuando no sea fácil, y para confiar en Tu amor, aun cuando el mundo a nuestro alrededor no tenga sentido. En el nombre de Jesús oramos. Amén.